Capítulo 1

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Aquel maldito bar

Eran poco más de las siete de la tarde. La tripulación entera, a excepción de Franky y Usopp que se habían quedado en el barco para repararlo, había desembarcado en una isla bastante calurosa para hacer sus quehaceres y comprar todo lo que necesitaran para continuar con su viaje. La hora de reunión era a medianoche, para dormir de nuevo en el barco y partir a primera hora de la mañana antes de que el Log Pose se reajustara de nuevo. Según las indicaciones de uno de los habitantes de la isla, tardaba 20 horas en encontrar un nuevo rumbo, por lo que tenían tiempo de sobra para pasar la tarde y dormir.

Como era habitual en él, Zoro decidió poner rumbo a la taberna más cercana. Era un chico conformista, no necesitaba mucho para ser feliz, únicamente sus tres katanas y un poco de alcohol que llevarse a la boca. Pasó toda la tarde allí encerrado, bebiendo y bebiendo jarras de cerveza. Pero si algo bueno tenía aquel chico, era que el alcohol no le afectaba y podía beber todo lo que quisiera sin desestabilizarse apenas un poco. 

Eran prácticamente las diez de la noche y el espadachín llevaría ya unas quince jarras de cerveza. De pronto, la puerta de aquella taberna se abrió y reconoció a la perfección la silueta que acababa de entrar allí. Aquella media melena naranja y aquel cuerpo con aquellas curvas que empezaban a desarrollarse solo podían pertenecer a la navegante de su barco. Ella le dedicó una sonrisa al verlo sentado en la barra, pero en lugar de sentarse junto a él, lo hizo en una de las mesas que había al fondo del establecimiento. "¿Por qué me sonríe?" Fue lo único que pensó Zoro

El camarero fue a pedirle nota a la muchacha, y en poco más de un minuto ya le había servido su jarra de cerveza. Poco a poco, la chica fue ingiriendo aquel alcohol que tanto gustaba a ambos. Zoro no se movía de su lugar, pero tampoco le quitaba ojo a la navegante. De pronto, vio como varios hombres se empezaron a juntar alrededor de ella, hablando y riendo mientras ella les contestaba dulcemente. Con su sola presencia, la chica provocó que el ambiente de la taberna cambiara por completo y se volviera mucho más animado.

Como por todos es sabido, Nami es una mujer extrovertida a la que le encanta gustar a los demás, y si se da el caso, aprovecharse de cualquier hombre que la rodee. Los hombres que se iban juntando alrededor de la chica, empezaron a invitarla a más jarras de cerveza y ella se lo agradecía con aquella sonrisa juguetona que ponía de vez en cuando. Objetivo cumplido.

La cosa fue a más cuando algún que otro hombre empezó a agarrarla de la cintura e incluso a manosearla por encima de la ropa. Zoro veía la escena inaudito. ¿Por qué le molestaba eso? No era la primera vez que Nami se comportaba de aquella manera. De golpe notó como un fuerte calor empezó a recorrerle por todo el cuerpo, desde los pies a la cabeza pasando por su virilidad. ¿Se estaba excitando? Lo cierto era que a él también le hubiera gustado ser uno de aquellos hombres que rodeaba a Nami. Aquella experiencia fue completamente nueva para él, nunca se había sentido atraído por la navegante, pero verla tan deseada por otros hombres lo calentó como nunca antes nadie lo había hecho. 

"El alcohol." Pensó Zoro engañándose a sí mismo. Y empezó a imaginar como sería una noche de placer con la cartógrafa.

La gota que colmó el vaso fue ver como uno de los hombres que rodeaban a la muchacha la cogió ágilmente de la cintura y la sentó sobre sus piernas mientras le decía a viva voz: "¿Te gusta, nena?" El peliverde se levantó de la silla de un saltó, dejó sobre la barra el dinero para pagar la última cerveza que se estaba tomando y se dirigió hacía donde se encontraba la joven.

La cogió como si de un saco de patatas de tratase y la sacó del bar. Ninguno de los hombres que la rodeaban dijo ni hizo nada, pues todos ellos reconocían al famoso ex-cazador de piratas Roronoa Zoro, y evidentemente, le temían. Por su parte, Nami no entendía aquel comportamiento del espadachín. Lo único que estaba haciendo era aprovecharse de unos pobres piratas de cuarta para sacarles algunas cervezas gratis. "Como si fuera la primera vez que me ve hacerlo." pensaba ella.

De la pasión al amorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora