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El castaño estacionó el auto y se aseguró de mirarse al espejo antes de bajar. No era conveniente que lo descubrieran con nuevas marcas en el cuello o con el cabello y la ropa terriblemente desordenada. Confirmó que su ropa no tuviera impregnada el perfume del pelinegro y fue entonces cuando abrió la puerta y bajó, cubriéndose con el abrigo de piel. En su mente repasó una vez más lo que diría por su ausencia, la misma excusa de siempre o quizás una nueva.

Mordiendo el interior de su mejilla cruzó la entrada de grava y llegó frente a las puertas victorianas, preguntándose a sí mismo si quería entrar o devolverse una vez más junto a su chico. No le dió tiempo de pensarlo. La puerta fue abierta casi de inmediato, mostrando a una pelirroja con los brazos cruzados y un rostro muy molesto.

—Kim TaeHyung, ¿se puede saber por qué llegas a esta hora? ¡ayer fue nuestro aniversario y me dejaste plantada durante toda la noche!

Ignorando a la mujer pasó de largo, dejando el abrigo en el perchero y frotando sus manos para entrar en calor. No se molestó en saludarle, no la soportaba. Era una molestia constante en su vida.

—¿Me vas a ignorar de nuevo? ¡já! Ya nada me puede sorprender de ti.

Se pasó las manos por el cabello y siguió su camino a la cocina, buscando un vaso de agua y una aspirina. Le dolía la cabeza y tenía que soportar el cháchara de esa fastidiosa mujer, sólo quería tirarse en su cama a dormir hasta el día siguiente y luego irse de nuevo a ver a su chico de ojos bonitos.

Planeaba ignorarla por el resto del día, eso hacía hasta que, una vez más, comenzó el escándalo de todas las mañanas. Siempre era la misma rutina, ella se quejaba una y otra vez por su falta de interés con respecto a la supuesta vida marital que llevaban, una que no existía, en cualquier caso.

—¿Puedes bajar la voz? Estuve ocupado con unos asuntos de la compañía.

—Eso dices siempre, TaeHyung, y ya no te creo nada. Ayer llamé a tu asistente y me dijo que te fuiste antes de las seis, ¿cómo puedes explicar eso?

Dejó el vaso en la encimera y se volteó a rebuscar en la alacena, pretendiendo que no sucedía nada. Él no quería dar explicaciones de lo que hacía en absoluto, pero estaba en la obligación de hacerlo.

—¿Ahora también te dedicas a acosarme? Buen trabajo, SeulGi.

Quería desaparecer y aparecer de nuevo en la misma tibia cama donde había despertado esa mañana. Quería tantas cosas que ya no sabía qué haría con su desastrosa vida. Tomó una caja de cereal de frutas y la abrió, tomando un puño y llevándolo directamente a su boca.

—No te estoy acosando, eres mi esposo y tengo el derecho a saber lo que haces. Y por favor, deja de comerte el cereal así, pareces un vagabundo hambriento. Ensucias mi cocina y me aseguré que la sirvienta puliera bien el mármol.

TaeHyung suspiró dejando la caja de cereal en su lugar. Dejó el vaso de cristal en el lavadero y salió de la cocina, cruzando el salón a zancadas. Mientras más lejos estuviera de ella estaría mejor.

—¡Tae! ¡no me dejes hablando sola!

Podía escuchar los pasos detrás de sí, persiguiendolo como un perro de búsqueda. Luchaba profundamente con su impulso de girarse y gritarle de una buena vez que lo dejara en paz, que había pasado muy bien esa noche y que no la necesitaba. Subió las escaleras, aún ignorando los llamados de su esposa y entró a su habitación, la que había adoptado como suya y solamente suya. No dormiría en la misma cama que SeulGi, jamás. Cerrando la puerta a sus espaldas se echó de espaldas en la cama, fijando su vista en las altas columnas del techo.

Odiaba su vida.
Odiaba a su esposa.
Odiaba a sus padres.
Y jodidamente odiaba estar lejos de su niño bonito.

Ah, su lindo niño de ojos grandes. Él era lo único que lo hacía feliz, la única razón por la que continuaba aquí. No era capaz de alejarse si eso conllevaba no volverlo a ver, prefería aguantar su tormentosa vida si podía asegurar que al final del día tendría a JungKook en sus brazos. Sólo faltaban dos años más antes de que pudiera alejarlo de todo y llevarlo junto a sí, deseaba ese día. Por fin, cuando su bonito novio cumpliera la mayoría de edad se lo llevaría muy lejos de ahí.

Casi como si estuvieran conectados su teléfono vibró en su bolsillo, avisando la llegada de un nuevo mensaje de texto.

Niño bonito:

TaeHyung-ssi, casi me descubren esta vez. Cuando llegué en la mañana SeulBi noona me preguntó donde estuve toda la noche, le dije que me quedé haciendo un trabajo de la escuela en casa de Baek. Espero que SeulGi no te haya dado muchos problemas esta mañana, te amo.

Casi de inmediato respondió, sonriendo abiertamente.

Tú:

No te preocupes, cariño. Ambos sabemos que SeulGi siempre será insoportable, no importa qué. Y con respecto a SeulBi, ella no es tan inteligente para sospechar de nosotros, bebé.

Niño bonito:

SeulBi no es tan tonta, hyung. Pero ya no me preocuparé o comenzaré a estar paranoico, Tae. Nadie sabe de nosotros, nadie debe saber.

Tú:

Así es, pequeño. Es nuestro secreto.

*

— JungKook-ah, ábreme un momento. Quiero hablar contigo.

El pelinegro estiró su cuerpo, aún recostado en la cama y se sentó, dando un vistazo a su reflejo en el espejo de pared. Estaba bien, el suéter de cuello alto cubría perfectamente las marcas y su cabello estaba peinado por sus dedos. No había nada que pudiera incriminarlo.

—Está abierto, noona.

La puerta de madera blanca se abrió, mostrando a una mujer de ojos oscuros y cabello castaño. No parecía feliz.

—¿Sucede algo, SeulBi?

Preocupado, el más joven preguntó, intentando lucir lo más relajado posible. Nadie sabe nada.

—BaekHyun se acaba de ir, dijo que necesitaba entregarte algo sobre un informe. Lo dejó abajo.

—En un momento lo busco. Gracias, SeulBi-ssi.

La castaña se acercó, sentándose en la cama junto a él. Parecía que estaba analizando su aspecto.

—¿Por qué me mentiste, JungKook-ah?

JungKook apretó la sábana entre sus dedos y miró directamente a su hermana, no queriendo lucir sospechoso. Cualquier atisbo de duda podría hacerlo lucir culpable.

—¿De qué hablas?

—¿Me vas a mentir de nuevo? Le pregunté a tu amigo si estuviste con él anoche. Y me dijo que no, JungKook.

Tomando aire, negó. Se repitió a sí mismo, que no tenía porqué decirle la verdad. Ni ella ni nadie más tenía que saberlo. Era algo solamente suyo, algo sólo de ambos.

—Está bien, mentí. Fui a una fiesta.

La castaña miró fijamente al pequeño y estiró su mano, acariciando su cabello suavemente. Lucía como si le había creído, pero no podía confiarse. No podía darse el lujo de confiar en nadie más que él mismo y su TaeHyung.

—Kookie, esto me sorprendió, pero no puedo reñirte si nunca haces nada mal. Prometo que no le diré a papá y a mamá, sólo no lo hagas de nuevo, ¿bien?

—Bien.

Estaba bien así. Mentirle a su hermana estaba bien, mentirle a sus padres también. Todo estaba bien si lo tenía a él. Si tenía a su TaeHyung podía continuar, podía seguir guardando su secreto.

Secreto // TaeKook auDonde viven las historias. Descúbrelo ahora