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El estruendo de una silla chocar contra un espejo que se quebró al instante se escuchó por todo el departamento.

– ¡Ya basta! —gritó un pequeño rubio, alterado y con lágrimas a punto de caer de sus ojos— ¡Ya está bien! ¡para, por favor!

Sin embargo, a pesar de sus súplicas, el pelinegro seguía tirando cosas al hazar y gritaba de enojo. Jimin sabía que era otro de sus ataques de ira, pero esta vez se descontroló por completo.

Yoongi maldecia al viento y a la tierra, gritaba y lanzaba cosas, se había dejado llevar por las cosas que ellos habían dicho. Normalmente los ignoraba, normalmente no les prestaba la más mínima atención a sus palabras huecas y estúpidas, pero cuando se trataba de su novio las cosas cambiaban. Nadie podía tocar, de todas las formas posibles, a su pequeño rubio.

– ¡Son unos desgraciados hijos de puta! —alegaba una y otra vez— ¡No tienen ni la más remota idea de nada! ¡No tienen ni una puta neurona en toda esa jodida cabeza!, ¡¿creen que es divertido?!

- ¡Yoongi, ya basta! ¡Ya esta bien, detente por favor! ¡Detente!

Antes de que el pelinegro lanzara otra cosa, el rubio corrió hacia él y lo abrazó por la espalda atrapando sus brazos, impidiendo así que tomará otra cosa. El mayor, cegado por la ira, se removía bruscamente una y otra vez intentado liberarse mientras que el menor, dejando salir sus lágrimas, se aferraba a él con todas sus fuerzas.

– Por favor, para —suplicó en sollozos— Por favor...

Solo cuando escucho su voz rota fue cuando el mayor se detuvo abruptamente, respirando con dificultad por todas las energías perdidas en esa ridícula batalla.

Todo se quedó en silencio por unos segundos, con sólo los sollozos del menor llenando las paredes del departamento y un ambiente cargado de emociones. Lentamente, Yoongi coloco su mano temblorosa en la del menor, que aún seguía aferrándose a su propio brazo que se encontraba alrededor de el pecho del mayor.

– Ya, tranquilo —intentó calmar- Lo siento amor.

Apretó un poco la mano ajena y él también comenzó a sollozar. Ambos cayeron de rodilla al suelo mientras liberaban toda la frustración, ira, miedo y preocupación de sus cuerpos.

– Lo lamento tanto amor —se disculpaba sin parar el pelinegro— Yo-yo lo siento, lamento haberte asustado. Lamento tanto todo esto.

Abrumado por todo, llevo su mano a su rostro cubriendo este por completo, mientras su otra mano se aferraba a los brazos ajenos y su rostro estaba inclinado hacia adelante, con su cabello asabache cobriendolo. El más chico había enterrado su rostro en la ancha espalda ajena y seguía sollozando ahí. Ambas almas sentían como si los hubieran partido en dos.

Después de varios minutos, que quizás se convirtieron en horas, los dos se encontraban en la misma posición, solo que esta vez los sollozos habían parado y solo mantenían el silencio, ninguno se atrevía a cortar con el.

El pelinegro al notar que el menor no iba a hacer o decir nada, decidió hacerlo él. Delicadamente aparto las manos ajenas, que desde hacía un tiempo habían dejado de aferrarse a él, se levantó y extendió su mano para que el otro siguiera su acto el cual aceptó sin rechistar. Aún tomados de la mano lo llevó hacia la habitación y lo sentó en la cama, fue hacia el mueble donde mantenían su ropa y sacó dos pijamas, coloco una en la cama al lado del rubio, dándole a entender a este que se cambiara, luego el mismo empezó a quitarse la ropa para ponerse su pijama, haciéndolo lo más lento posible porque sentía su cuerpo letargico, a parte de darle tiempo a el otro chico para cambiarse también.

Cuando hubo terminado tomó las prendas de ambos y las tiró a la ropa sucia, luego volvió a tomar la mano ajena para dirigirlo fuera de él cuarto hacia el baño, donde ambos se cepillaron los dientes igual de letargicos y posteriormente volver a su habitación. El rubio se dirigió de un solo a la cama, donde se arropó con las sábanas hasta el cuello, casi como un bebé. El mayor solo lo observó unos momentos antes de apagar las luces y unirse a su pareja quedando ambos cara a cara en la oscuridad de la habitación. Por un largo tiempo el silencio seguía reinando entre los dos, a tal punto que el pelinegro creyó que el otro chico ya había caído dormido, así que se dispuso a hacer lo mismo hasta que la dulce voz ajena retumbo entre las paredes.

– No vuelvas a hacer eso —dijo en un susurro— Puedes lastimarte.

– Si lo sé, lo siento —contestó igual en susurros— Pero no puedo evitar enojarme cuando los escucho hablar de ti y luego nosotros...

– Esta bien —lo detuvo antes que volviese a alterarse— A mi ya no me importa, así que no te debe importar a ti. Solo ignoralos.

– No quiero que te lastimen —dijo mientras dirigia su mano a la regordete mejilla ajena— Ya haz sufrido demasiado.

– ¿Y tú no? —preguntó el rubio— Todos sufrimos lo que debemos de sufrir. Pero Yoonie —tomó la mano del muchacho que se encontraba aún en su mejilla— Desde que te conocí todo eso quedó atrás. Desde que llegaste a mi vida todo esta bien.

– Yo no he hecho nada.

—el rubio negó pausadamente— Haz hecho mucho y más. Te haz quedado a mi lado a pesar de todo y me haz aceptado tal y como soy. Me amas, Yoonie, sé que me amas y con eso haz hecho más que suficiente.

El pelinegro no supo que decir, él no era bueno para expresar sus sentimientos cuando se trataba de decirlos en voz alta, así que hizo lo que su corazón le exigió hacer. Tomó al pequeño chico de la cintura y lo atrajo a él para envolverlo en sus brazos, dándole el abrazo más sincero y cálido que alguna vez le ha dado.

Sintió al menor acomodarse en su pecho y abrazarlo de vuelta, él supo que el rubio había captado su mensaje y que lo había aceptado.

Porque nadie comprende mejor a Yoongi que Jimin, y nadie comprende mejor a Jimin que Yoongi.

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Escrito el 21 de abril de 20191040 palabras

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Escrito el 21 de abril de 2019
1040 palabras

Sábanas [Myg & Pjm]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora