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Hacia frío, el invierno estaba entrando con todas sus fuerzas, anunciandose como la realeza que era.

Diciembre estaba a la vuelta de la esquina y las personas lo sabían, las casas empezaban a decorarse, el chocolate caliente empezaba a hacerse, los villancicos se estaban preparando y las personas se notaban más alegres. Todas con su espíritu navideño, todas menos una pequeña personita.

– Yoonie, ¿en serio tengo que ir? —pregunto el menor acostado desde el sofá de la sala.

– Minnie, a mi tampoco me gusta mucho el alboroto que hay pero es navidad. No puedo no ir, mis abuelos amarían verte en esa fecha también, ellos te adoran -le contestó desde la cocina.

– Y yo amo ir con tus abuelos, siempre me cuentan tus historias de bebé —el pelinegro bufo, sus abuelos amaban ridiculizarlo con su novio— Pero ¿por que en navidad?, podemos ir cualquier otro día. Solo porque sea veinticuatro de diciembre y un grupo de gente diga que un loco raro nació ese día no significa que sea especial.

—el pálido rió mientras batia la mezcla de pancake— A mis abuelos les encanta celebrar navidad, y ya van tres navidades que no la paso con ellos. ¿Puedes hacerme este favor?

– Solo porque no quiero que abuelo Min se entriztesca.

– ¿Y que hay de mi? —asomó la cabeza por la puerta.

—el rubio lo miró— A ti te da igual la navidad.

– Eso es...cierto. Pero es bonita después de todo.

El pelinegro siguió batiendo la mezcla sin esperar respuesta de su novio, sabía que el tema era muy delicado para él. Después de terminar de hacer el desayuno, los dos colocaron una mesita en la sala y comieron ahí, acurrucados con una manta al rededor de ellos.

Los días fueron pasando, la nieve fue cayendo y con ello trajo el tan esperado día. Era 24 de diciembre a las 7:00 de la mañana y una pareja se preparaba para ir a visitar a los familiares de uno de ellos.

Los chicos tomaron las maletas donde guardaban los regalos y ropa, ya que se quedarían ahí hasta año nuevo, y se pusieron en marcha. Fueron a la estación de trenes para ir a Busan y arribaron uno. No iban a tardar mucho en llegar a su destino.

En el camino el rubio se quedó dormido en el hombro del mayor mientras este se dedicaba a hacer su pasatiempo, escribir canciones. No era el mejor pero a él le gustaba hacerlo.

– Yoonie —dijo el rubio somnoliento, al parecer se acababa de despertar.

– ¿Qué pasa solecito?

– Tengo hambre —dijo con puchero.

– Pero sí antes de dormir comiste.

– Pero tengo hambre —le levanto de su hombro lo observó.

– No me digas que estas embarazado como para tener mucho apetito.

—el menor el dio un golpe ligero en el brazo a su novio— Los hombres no pueden embarazarse tonto. Ahora, pídeme comida.

El pálido soltó una risa, un Jimin enojado y somnoliento era la cosa más bonita que podía existir en el mundo. Llamó a una de las encargadas y le pidió la añorada comida del menor y un vaso de jugo para él.

– ¿Ya casi llegamos? —le preguntó su novio.

– En unos veinte minutos cuando mucho. Ya hablé a mis abuelos y nos estarán esperando en la estación.

Sábanas [Myg & Pjm]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora