Persecutores

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    Una llama brilló en el bosque, entre nieblas pudo confundirse con el resplandor del fuego fatuo. Sólo un soldado de imaginaria pudo verlo. Permaneció absorto por el fenómeno mientras veía como la llama se internaba en el bosque espeso, algo poco común de ver en las tierras linderas.
    Levantaron tiendas de campaña en las inmediaciones mientras esperaban la llegada del prófugo. Dejaron consumir la cabaña hasta el siguiente día, la luz del sol permitiría realizar una búsqueda más detallada.
    Los primeros rayos de luz daban de lleno en el campamento.

    —Busquen entre las cenizas y los restos, en algún lado debe estar —El capitán de las fuerzas del reino del Este dio la orden a sus exploradores y rápidamente comenzaron con la labor ayudados por el teniente.

    —Capitán, lo unico que encontramos son los cadáveres calcinados de dos infantes y el de un adulto con un niño pequeño en brazos —informó el segundo al mando mientras removía tirantes y algunas pertenencias que todavía se encontraban humeantes.

    —Preparen grupos de reconocimiento, envíen un mensajero, necesitaremos persecutores —demandó el capitán.

    Las fuerzas trabajaban exhaustivamente, las órdenes del monarca eran claras "¡eliminen cualquier vestigio vivo del mercenario, hijos, mujer, ganado y quemen sus propiedades!"
El objetivo estaba cumplido, pero sólo el capitán Silfar y el teniente Bradinand conocían el último deseo de su rey, encontrar "el secreto del maestro". No conocían el contenido, tampoco cual era el alcance de su poder, solo que por alguna razón el rey Lendren deseaba con suficiente fervor este saber, como para mandar a liquidar a sangre fría a toda una familia y darle caza a un hombre libre hasta exterminar su linaje.
    Bradinand que conservaba un estrecho lazo con las fuerzas protectoras del cónclave, decidió ofrecerse como mensajero, de esta manera poder sortear los anillos burocráticos que llevarían semanas analizando la importancia del pedido. Fue aceptado su ofrecimiento y para asegurar un desempeño óptimo tambien se le entregó el caballo más veloz del escuadrón. Tres semanas le llevó llegar al bastión de la tripartita real.
    La estructura era imponente. La entrada, un gran pórtico levadizo rústico, construido con metal y la más dura madera, única abertura para penetrar en la fortaleza, primer anillo de defensa contra grandes redadas. Su muralla de más de quince metros de alto era infranqueable. Múltiples torres servían de vigías a los mejores arqueros del reino. Detrás, el patio de armas, donde las fuerzas militares se guarnecían. Más allá del perímetro miliciano, el palacio junto al Torreón, imponentes se yerguen ante el resto de las fortificaciones. El pórtico del palacio y la galería final, conexión a la sala real conocida por aquellos que tuvieron el honor de cruzarla como "el camino enmudecido".
    El silencio perpetuo de la extensa galería la dotaba con propiedades místicas, sumado a los inmensos vitrales con figuras de los antiguos peregrinos guiando a los pueblos ancestrales hacia las tierras que hoy en día son reinadas por los primeros habitantes, y sobre ellos en los cielos, observados por sus deidades justicieras. Sálom, dios de la sabiduría persecutora, con el gran tabloide de los principios de la tierra en sus manos, y un gran lobo aullando a las cuatro lunas madres, símbolo del cazador perfecto. Más arriba la efigie de Virshna Geben, dios de los pórticos entre mundos. A la derecha del dios persecutor se encontraba Falagar, dios del castigo, con largas cadenas que terminan en cuchillas entre sus manos con las que alcanza a aquellos que no siguen las doctrinas sagradas y finalmente Abazir, la diosa matrona del canto de la muerte, la cual acoje a los guerreros que mueren en batalla por defender y servir a los dioses. Finalizando el largo corredor, dos guardias armados con el escudo de la tripartita en su pecho, protegían un portal de Madera tallada similar al ébano con dibujos a tono con el resto del arte que adornaba el lugar. Detrás, susurros incomprensibles escapaban. Una enorme sala sin ventanas se encontraba al otro lado del pórtico, con una mesa circular de gran tamaño en el centro y dieciséis sillas elegantes con tapizados finos, dignos de la realeza. Iluminada por el sol que penetraba por una cúpula de cristal en la cima y cuatro farolas en las paredes perfectamente colocadas para que cada una posea la misma distancia entre sí. Sólo tres sillas se encontraban ocupadas. El rey Lendren, situado en el lado de la mesa que pudiera ver la entrada del salón, el monarca Drago, soberano de las tierras portuarias de Greimstan se encontraba a su derecha y a su izquierda el rey Theodore, regente de las tierras altas de Elisa.

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