Capitulo 4 (Parte 2)

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Kris no me dejó volver a la habitación de Peach por el resto del día y para ser sincera, se lo agradecía. Podía ahorrarme la experiencia aterradora de estar a solas con ese chico. Pero tampoco quería dejarle. Era una situación muy similar a caminar bajo la lluvia y ver al costado de la acera a un pequeño y desvalido cachorro en completo abandono. No podría evitar cogerlo y llevarlo hasta casa para cobijarlo, aún si eso significara un castigo por adoptar animales sin autorización... más aún si portan alguna clase de extraña enfermedad.  

Volví al cuarto de mi madre con la esperanza de encontrarla con los pies bien puestos sobre la tierra. Sus breves lapsos de lucidez eran momentos de alivio para mí. Eran el único instante en el que podía permitirme ceder el control de mi vida y caer en el engaño de que tal vez podría recuperar un poco de lo que me había sido arrebatado. La necesitaba… esta vez tenía mucho que decirle y rogaba por que fuera capaz de escucharme y darme una de sus torpes sonrisas. ¿Quién sabe? Tal vez hasta conseguiría algún par de consejos.

Pero el karma hace lo que quiere. El cuarto estaba  sumido en la oscuridad, pero sin embargo aún habían vestigios de calor. El bulto sobre la cama indicaba que mi madre seguía allí, inmersa en uno de sus cuantos escapes exitosos de la realidad. Sus sueños siempre la llevaban hacia el pasado o bien hacia mundos fantásticos en los cuales ella era la protagonista. Jamás la había oído hablar de una pesadilla, y en parte estaba agradecida. La realidad que vivíamos parecía ser el peor de los sueños y en su condición prefería que se mantuviera viajando entre las dimensiones que su mente escogiera crear.

¿Podría ella escucharme desde allá? ¿Habría alguien dispuesto a escuchar?

No tenía caso seguir dándole vuelta al asunto. Salí del cuarto y me dejé llevar por mis pies hacia donde fuese. El pasillo de siempre me recibía y la misma sensación de ser observada comenzaba a agobiarme. Presa de mis propios miedos comenzaba a sentirme adormecida, pero para alguien que no tiene nada que perder, salir adelante es pan comido.

Seguí caminando… pensé en mamá, en los demás pacientes, en Peach… en Baek, en Yixing, en la directora… tal vez un poco en Kris, no iba a negarlo… pero no conseguía encontrar un punto de equilibrio, mucho menos un poco de paz. Reflexionar sobre lo que ocurrió horas antes sólo me había inquietado más. 

Desde la ventana veía como las primeras gotas de lluvia caían y el viento soplaba meciendo a los árboles en la lejanía. No cabía duda de que sería una noche larga y tormentosa… y Peach no lo pasaría bien.

Era hora de arropar al cachorro…

Cogí un par de mantas gruesas, sábanas limpias, un termo, una taza, algo de comida y un calentador eléctrico. La verdad era que no quería volver allí y desafiar a Kris; no tenía el valor necesario para hacerlo, pero a pesar de ello, sabía que lo que estaba haciendo era lo correcto. 

Mi corazón latía con fuerza. La idea de un nuevo enfrentamiento no me gustaba para nada y tampoco era muy agradable pensar en que pasaría un rato en el sector derruido del centro junto a un chico de dudosa identidad. Evidentemente hay cosas que es mejor ignorar.

La inmensidad de la oscuridad nuevamente me recibía, el pasillo que llevaba a través de los cuartos enumerados desde el 60 hasta el 72 ya se me hacía familiar. El mismo cesto con batas sucias, el crujir de las viejas tablas de madera, las voces… Y aquí estaba otra vez… frente a la habitación 68. La gran puerta amenazaba con emitir su agudo chirrido alertando de mi presencia a Kris. Pero no me iba a dejar amedrentar tan fácil. 

La abrí con más fuerza de la necesaria, evitando que el molesto sonido durara lo suficiente como para joder mi plan y me escabullí hacia el interior dándole la espalda a quien moraba en aquella habitación.

La luz estaba encendida, aunque no iluminaba lo suficiente.

Me aferré a las mantas que llevaba en el brazo y me giré poco a poco intentando localizarle. Se encontraba de pie en una de las esquinas perdido en algún punto del infinito laberinto cuidadosa y perfectamente pintado en la pared. Viéndolo desde aquí, podía describirlo como un chico casi tan alto como Kris pero más delgado y frágil. Sus largos dedos se encontraban sumergidos en un bote de tinta. Sus ojos ahora me observaban con curiosidad, como si se preguntara qué demonios hacia allí de nuevo…  

-Hola! Eh… pensé que tendrías frío… así que te traje un par de cosas.

Dejé la pesada carga apilada sobre una silla y conecté el calentador. Me aliviaba saber que aún llegaba corriente eléctrica a ese sitio. Ahora seguía la cama… Dudaba que alguien más a parte de Kris tuviera acceso a ese lugar, por lo que un simple y rutinario cambio de sábanas en aquella habitación parecía ser una acción poco probable. Llevé la colcha de la cama hacia atrás y comencé con mi tarea. El muchacho había comenzado a quitar la tinta de sus manos con un trozo de tela vieja y harapienta, pero claramente eso no le impedía examinarme desde su posición. Me sentía incómoda y no quería que se volviera demasiado notorio. Mis manos sudaban ¿sería peligroso entrar en la habitación de un loco al anochecer? Já ¿existiría un premio a la pregunta más estúpida o a la respuesta más obvia? …

La tensión que emanaba del ambiente era casi palpable. No sabía cuál podía ser la opción más acertada para conectar con aquel individuo sin exaltarlo demasiado. No quería que se sintiese invadido o amenazado por mi intromisión. Y por la manera en que me observaba mientras le daba los toques finales a la cama, creo que estaba fracasando.

No podía verle a los ojos. No sin sentir que caería por el vacío que había en ellos.

- Agregué unas cuantas mantas extras y sabanas limpias. Ahora podrás dormir a gusto –traté de emular una sonrisa y creo que lo logré, puesto que sus largas piernas rodearon la cama y se situaron justo en frente de la cabecera. Con delicadeza y un deje de pereza, extendió uno de sus brazos y con sus finos dedos trazó patrones sobre la colcha. Palpó las texturas como si intentara evaluar y comprobar lo que le había dicho.

Un extraño hormigueo en mis manos se terminó convirtiendo en una real molestia. Y es que no me había percatado de que mis uñas se hundían cada vez más en la piel de mis palmas mientras esperaba impaciente la reacción del muchacho. Después de inspirar nuevamente y obligarme a mantener la compostura ocurrió lo que jamás hubiera sospechado… realmente no podía dar crédito a lo que siguió. Había hecho bien en no perderlo de vista ningún instante. Cada gesto y movimiento que él hacía resultaba ser sutil y magnífico… pero lo que pude apreciar ese día, era sin duda, la materialización del reflejo de un alma pura, una luz de esperanza o tal vez una puerta que se abría lentamente a un mundo lleno de posibilidades... 

Por primera vez en mucho tiempo… él había sonreído...

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Nunca les había escrito, pero creo que ya es tiempo de decir: Gracias por la paciencia y sus comentarios :3 ...

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