Juan
Entro a la sala de juntas bajo la atenta mirada de todos los principales empleados de mi papá, mientras él revisa unos papeles, tomo asiento junto a él y conservo mi seriedad, mi papá siempre me ha dicho que las risas son para la calle y la sala de juntas es para los negocios.
Todos esperamos atentamente a que papá comience a hablar sobre nuestro siguiente negocio u objetivo, siento mi celular vibrar en mi bolsillo y lo saco para leer una notificación cuando mi papá aclara su garganta. Comienza la reunión.
Guardo mi celular de nuevo y dejo la notificación para después, miro a mi papá con seriedad y el comienza a hablar.
-Hola, muchachos. Esta noche tenemos que hacer una entrega en el barrio San Martín, el cartel de la colina pidió un cargamento a cambio de algunas armas que nos hacen falta. Deben tener cuidado, su líder tiene muchas mañas, no se dejen engañar, primero las armas, luego la merca ¿entendido?
Todos afirman ante sus palabras.
Esto es más que obvio, somos narcos. Dueños del Cartel California, mi papá Román Rojas y yo, su primogénito Juan Rojas, nacido para los negocios, no puedo decirles que no nací para matar, pero mi padre siempre dice que es mejor que tú no te llenes las manos de sangre directamente, aunque hay que estar preparados, nunca se sabe que nos puede traer la vida. Cuando era pequeño esto no era así, mi papá no era el gran Román Rojas, sólo era un capataz, pero luego las cosas cambiaron, hizo algunos negocios, conoció algunas personas y de pronto el dinero comenzó a fluir, nos mudamos a este lugar, los empleados aumentaron, la seguridad, los autos y yo tuve que dejar de jugar con autos de plástico para aprender a manejar un arma con completa facilidad y además poder ganar una pelea cuerpo a cuerpo.
Hace dos años, papá decidió que ya era hora de estar al frente y ver todo más de cerca, dar la cara, yo iba a las entregas, pero me quedaba en la camioneta viendo todo, antes de eso yo recibía la mercancía en la casa y la pesaba o contaba el dinero, ahora me encargo de dirigir, claro mi padre se encarga de lo principal, pero me consulta antes de tomar una decisión, soy su mano derecha.
No soy hijo único, pero mi hermana Rosa es... otra historia.
Nosotros somos el principal cartel mexicano distribuidor de cocaína, papá siempre hace negocios y trueques con otros carteles para conseguir armas, dice que tenemos que estar preparados porque si se arma una guerra entre carteles debemos estar armados hasta los dientes.
-Juan...
Volteo a mirarlo, hoy me toca salir de nuevo, es la tercera vez que me toca salir esta semana, él dice que si le pasa algo, yo tendré que hacerme cargo de todo.
-...es muy importante que estés al pendiente de todo, Rodriguez va a cuidarte las espaldas, pero recuerda que tú debes mirar más allá del negociante que tienes al frente, porque te recuerdo que Jorge nunca da la cara en las entregas.
Asiento en respuesta, él me hace entrega de unas hojas que contiene toda la información que necesito, comenzando por la cantidad de mercancía que tengo que transportar y las placas que tengo que colocarles a las camionetas, nunca salimos a hacer entregas con las placas originales, si lo hacemos, podríamos ser atrapados, también tengo información de algunas caras que veré hoy, además de la dirección exacta.
Me levanto de mi asiento y las personas con las que trabajaré hoy me siguen, mientras leo todo, salgo del sótano y llego al jardín, al terminar de hacer mi recorrido llego al almacén principal, el guardia me deja pasar conjunto con mi equipo, al llegar al escritorio coloca la hoja en la mesa y volteo a ver al grupo de hombres que me acompañará, voy a comenzar a hablar cuando escucho la voz histérica de mi hermana, cierro los ojos buscando algo de paciencia en mi interior, miro al vigilante que esta en la parte interna de la puerta y le hago señas de que ella puede pasar.
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Hijos de Narcos
ActionDe los carteles de narcotraficantes de México se creería que solo los lideres y algunos de sus empleados se conocían, pero la verdad es que, incluso sus hijos se conocen o bueno, llegan a conocerse después de un pequeño percance, ahora, tienen que h...