Luis
El resto de personas que había parecía no importarle las atrocidades que deambulaban por las calles, me reconfortaba la calma que desprendían sus despreocupadas vidas, era un salvavidas después de todas las cosas que he visto. Dentro del mall había toda una ciudad escondida, lo que antes eran tiendas ahora sirven de hogar y almacén para los ciudadanos.
—¿Y esto que es? —pregunté sin dejar de creer lo que veía, la humanidad seguía unida y resistiendo a pesar de lo oscuro que era el presente y lo desalentador del futuro— ¿Aquí es donde han estado todo este tiempo?
—Hemos estado —respondió tranquilamente la mujer— todo lo que ves es producto de los esfuerzos de valientes héroes que salen a explorar y traernos provisiones. Entre ellos, tú.
A pesar de las desgracias parecía que habían elaborado su propio sistema, ahora los billetes se habían ajustado a esta nueva realidad y han aumentado su valor. Con un dólar podías comprar lo que antes te costaban diez, pero los servicios que ofrecían eran limitados. Habían carteles por todos los pasillos hechos de cartón, todos con promociones de un dólar.
—¿Un dólar por saco de arroz? ¿No crees que es un poco como regalar los sacos?
—No, la cantidad de billetes que tenemos es reducida y los productos alimenticios se venden por saco. Todos los billetes con los que se comercian están contados y sellados para evitar el uso de billetes externos, de esta manera nos aseguramos que todos los que trabajen y colaboren en esta sociedad tengan algo que llevar a la boca —explicó Sebastián, aunque un gesto de tristeza se reflejó en su rostro.
—Pero los que no puedan trabajar por discapacidades o lesiones y no tengan familiares que lo hagan por ellos no van a poder comer —exclamé contrariado, no podía concebir que haya personas que sufran y no sean ayudadas por la cabeza al mando.
—Lastimosamente, los heridos tendrán que vivir así hasta que se recuperen y vuelvan al labor, los discapacitados vivirán de la ayuda que les proporcione el resto. Aunque ahora no hay mucha comprensión como antes, los tiempos han cambiado —la mujer parecía no aborrecer la idea, una sonrisa comenzaba a emerger de su boca— Además, se me hace curioso la verdad.
—¿Qué cosa?
—Que tengamos que explicarle este sistema al creador del mismo.
—Luis, tú creaste este sistema junto con Samantha —dijo Sebastián a voz baja.
—Exacto, ambos lo hicimos. Porque somos el centro de mando de esta nave y debemos velar por la vida de la mayoría, es por eso que me nombraste segundo al mando —Samantha habló tranquilamente, como si lo que dijese fuera por caridad y amor al mundo.
La mujer de sonrisa coqueta y vestimenta lujosa era la despiadada cabeza al mando. No, ella y yo somos las despiadadas cabezas al mando.
—Esta claro que a partir de ahora tendré que encargarme de todo hasta que estés de vuelta al ruedo, será agobiante pero es mi deber. No te preocupes que todo seguirá en orden para entonces —Samantha parecía creer verazmente en lo que decía, pero nada de lo que soltaba podía quitarme esa sensación horrible, esa sensación de estar bajo los ojos de un buitre que espera pacientemente a que el cuerpo muera y sacar provecho de sus carnes.
Sebastián se separó de nosotros cuando lo llamaron para planear la próxima salida al exterior, Samantha y yo subimos hasta el último piso del mall, nos detuvimos frente a una puerta custodiada por dos hombre de alta estatura y armados hasta los dientes.
—Bien, entremos —dijo mientras sacaba las llaves de su bolso— Buenas noches, Gregory y Adam.
Ambos hombres devolvieron el saludo y Samantha abrió finalmente la puerta, dentro del cuarto habían numerosas decoraciones que parecían ser exageradamente costosas. Parece que la habitación no había sido tocada por la devastación de este apocalipsis, lo más destacable de la sala era un enorme escritorio de madera donde Samantha se sentó, moviendo algunas hojas y carpetas antes.
—Entonces, ¿enserio has perdido la memoria? —Samantha si creía en lo que dije pero parecía disfrutar al oírlo.
—Sí, creo que las memorias acaban justo antes de que esto empieza.
—Esta bien, pequeño Luis, puedes retirarte.
—¿Pequeño Luis?¿Puedo retirarme? —no entendía para que me había llamado si solo me iba a preguntar eso.
—Tomaré en mis manos la situación, no te preocupes por la alimentación ya que podrás seguir entrando en el comedor del personal. Por ahora solo enfócate en mejorar para poder volver a tu trabajo, si necesitas ayuda para encontrar tu dormitorio puedes pedirle ayuda a los chicos que patrullan en los pasillos, estoy segura que van a querer ayudarte.
No sabia si preguntarle algo o irme y meditar acerca de todo lo que he visto, pero siendo sincero no tenía idea de que preguntarle. Me retire cuando ella me miro fijamente a los ojos, no podía evitar sentirme mal y necesitaba salir de allí inmediatamente.
Cuando salí de la habitación, Samantha mando a uno de los guardias llamar al ingeniero y al mecánico. En cuanto pude hallar mi dormitorio, registre todo lo que tenía y salí a buscar a Sebastián, necesitaba información de todo lo que pasaba bajo mis dominios.
Siento que he hecho mal al momento de validar ese sistema tan desinteresado para los menos afortunados y debía remediarlo.
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Destino Zombie
FantascienzaLos giros de la vida nos llevan a tres supervivientes de una epidemia con historias y secretos distintitos, cuyas metas los expondrán a difíciles desafíos que los ayudarán a superarse ellos mismo y entender el nuevo entorno donde viven. Tal vez no s...