Capítulo I

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El sentimiento de falta de aire me despertó. Mi respiración era fuerte y rápida, sentía que en cualquier momento no podría respirar. Lentamente abrí los ojos. La habitación no estaba muy iluminada, mi cuerpo estaba tendido sobre un colchón en el suelo. Las paredes eran blancas, con algunas manchas de humedad y  partes en las que se podía ver el rojo de los ladrillos. Intenté sentarme para poder observar mejor mi entorno,  pero me pesaba todo el cuerpo. Posé mi mano sobre mi cabeza, me dolía horrores. Unas gotas de sangre mojaron mis dedos. La sensación de miedo me invadió

Me levanté a duras penas. Aun llevaba el chandal que utilizaba para estar por casa. Iba descalza y con una chaqueta del equipo del que era propietario mi padre. Me envolví en ella, en esta habitación hacia mucho frio

Giré sobre mi eje. La sala estaba completamente vacía a excepción del colchón, no había ventanas ni armarios. Una pequeña bombilla iluminaba la habitación, pero no era la única luz. Una cálida luz provenía del pasillo que estaba detrás de la puerta. Esta estaba unos centímetros abierta, no alcanzaba a ver qué había detrás, solo la luz. Tenia que tomar una decisión rápida, quizá fuera la única forma que tenia de salir de aquí. Sin pensármelo dos veces salí corriendo

Pero no llegué muy lejos. Un chico estaba de pie al fondo del pasillo con una bandeja de comida en la mano. Tenía el pelo castaño claro y barba. Iba vestido con una camiseta negra de manga corta, sus brazos estaban repletos de tatuajes, unos vaqueros y unas botas negras. Las mismas que vi en el momento en el que caí al suelo. Di unos pequeños paso hacía atrás. Sabia que él era el que me había traído aquí

Él simplemente bufó y dejó la bandeja encima del mueble del pasillo. Se dirigió hacia mí con pasó firme. Yo empecé a hiperíentilar, me iba a matar y yo estaba paralizada. Cuando estaba a dos pasos de distancia empecé a gritar desesperadamente, él apresuró el paso y me cogió como a un saco de patatas. Yo pataleaba y gritaba mientras él únicamente entraba en la habitación y me tiraba con rabia en el colchón

- ¡Cállate de una puta vez! - gritó mientras sacaba una pistola de la chaqueta. Yo me quedé paralizada y me arrastré hasta la pared. Todo se quedó en silencio. Él seguía apuntándome a la cabeza. En ese momento entró otro chico por la puerta

- ¿Qué pasa aquí? - preguntó mirando al secuestrador que aun me apuntaba. Tenía el pelo completamente rapado y los ojos eran del negro más oscuro que había visto en mi vida. De su cuello colgaba una cruz dorada

- Nada - dijo firme aun mirándome a los ojos. Él otro se le acercó a susurrarle algo al oído

- Baja la pistola Ezra - este le miró seriamente  y se la volvió a meter el la chaqueta

- Coge la bandeja de comida, está en el pasillo - dictó - Y tú, deja de hacer el gilipollas o te llevas un tiro en la frente - me ordenó mientras se crujía las muñecas

- ¿Dónde estoy? - pregunté casi en un susurro temblorosamente

- En un lugar en el que nadie puede oírte aunque chilles - afirmó agachándose a mi altura

- Quiero volver a mi casa - lloriquee. Sus ojos me atraparon, su cuerpo estaba firme. Era alto e intimidante, desprendía seguridad

- Me temo que eso no está en mi mano - dijo mientras reía - Tu padre tiene algunos problemitas con nosotros. Cuando todo se solucione volverás a casa

- Sois basura - espeté mientras le escupía en la cara con las pocas fuerzas que me quedaban. Él se limpió riendo

- No juegues conmigo niña. A mí no me tiembla el pulso, yo no soy como Hon - dijo mientras me agarraba la cara con fuerza. Aquí empezaba el primer día de mi nueva vida

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