nosotros 1/2

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-Menos mal que te encuentras bien, no cualquiera se ve tan radiante después de armar un espectáculo tan ridículo como el que te armaste ayer.

Tin proyectó una sonrisa cansada y se metió un trozo de fruta a la boca, dándose el tiempo para masticarla y saborear el exquisito y empalagoso sabor que se desprendía de esta. Picó otro pedazo con el tenedor y le dio un sutil vistazo a su hermana.

-¿Qué fue ridículo? -su madre se llevó la taza de café a los labios, arrugando el ceño de forma inquisitiva, a la vez intentando formar una sonrisa.- ¿Sucedió algo? ¿De qué espectáculo hablas?

-Tin estaba ebrio y vino a cantarle y a traerle un ramo de rosas a nuestro empleado delante de medio mundo en la medianoche. Tuve que ayudarlo a subir y encerrarlo en su cuarto.

Su madre palideció de inmediato y llevó la taza suavemente de vuelta al plato, intentando no alarmarse, mientras él seguía sonriendo de la misma manera que antes, todavía manteniendo su mirada indiferente y relajada en los ojos de su hermana.

-No fueron rosas exactamente.

-Oh, lo recuerdas bien…

-No tan bien, recuerdo solo lo que me interesa. Por ejemplo, tú no apareces en mis recuerdos, ¿dijiste que me ayudaste a subir?

-Por supuesto que te ayude a subir, perro, ¿crees que el chico ese podría solo contigo? -la muchacha soltó una carcajada y siguió dándole sorbos a su jugo helado.- ¿Y a dónde ibas con ese ramo o en verdad, el alcohol te pone así de marica?

La mujer adulta dio un respingo y casi se atragantó con su propia respiración. Su rostro se encontraba ligeramente tenso y lucía un semblante demasiado ofendido.

-Basta, Lemon, ¿cómo puedes hablar así de tu hermano?

Tin le dio un trago a su vaso de agua y siguió con la expresión fresca de siempre, mientras veía ingresar a Can, quien hizo una rápida reverencia antes de encaminarse hacia la mesa y recoger algunos de los platos y vasos desocupados.

-Déjalos ahí, Can, los llevo yo -soltó, estampando su mano sobre la suya en un movimiento rápido y levantándose para arrebatarle los vasos tomados, mientras él se ruborizaba y solo lo observaba, abriendo los ojos como platos.

Su madre le echó una mirada de reojo, demasiado pálida y con los músculos del rostro totalmente tiesos, todavía haciendo un intento por regresar los labios hacia su desayuno. Tin se movió hacia la cocina y echó todo el cúmulo de platos y vasos acumulados en el lavadero, abriendo el grifo y dejando el agua caer antes de salir caminando detrás de Can, que se había deslizado hacia el patio a pasos sumamente rápidos.

-Can.

El muchacho se detuvo al escuchar su nombre y se volvió instantáneamente. Sus miradas se encontraron y este descendió los ojos hasta ubicarlos en un punto lejano; sus mandíbulas tiritaban y su garganta formaba un nudo invisible nuevamente.

-Buenos días, Tin, me alegra ver que amaneciste bien.

-No tan bien como ahora que te tengo a mi lado.

Tin adelantó unos cuantos pasos, sin dejar de observarlo. El agua cristalina de la piscina fronteriza se balanceó suavemente hacia adelante, reflejando la luz del sol.

-Escúchame, sé que te he fallado, sé que he hecho la peor locura que he podido hacer en mi vida y que no terminaré nunca de arrepentirme de eso, pero créeme que lo siento. Siento cada cosa y palabra que dije esa noche, no sabes cuánto desearía regresar el tiempo y cambiar toda esta situación…

El menor elevó dócilmente la mirada y sus labios se apretaron.

-Regresar el tiempo y no arruinarla toda como lo hice, no joder la mejor cosa que me había sucedido. No cuando íbamos mejor que nunca, no cuando había ganado la batalla contra mis propios demonios y me sentía tan bien contigo. Tenerte conmigo, sentirte a mi lado, escuchar tu voz junto a la mía, no sabes cuánto extrañé cada cosa de ti. No sabes lo aterrorizante que fue verme solo, soñando que volvías a sonreírme y de pronto, no estabas más ahí; recordando cada segundo a tu lado, sintiéndome un verdadero hijo de puta por haber hecho todo lo que hice -el agua se balanceó hacia el borde y Tin dio un paso más hacia adelante, plenamente seguro.- Nunca fue mi intención lastimarte.

inocencia pasionalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora