Historia 51 - Accidente en el barranco

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Era ya bastante tarde cuando Marcos decidió tomar una carretera de la Sierra Ecuatoriana, al volver a casa de un viaje de estudios. Se encontraba haciendo un posgrado y aquella región era vital para su trabajo. Aunque hubiera querido partir más temprano, pues no le gustaba conducir de noche, las circunstancias no se lo permitieron.

Sintonizo una estación en la radio y se dispuso a manejar con mucho cuidado, pues la zona en la que transitaba era sumamente peligrosa. Había precipicios y curvas en los que, si uno no tenía cuidado, podía sufrir un feo accidente.

Estaba con los ojos puestos en el camino cuando de pronto, algo a la distancia llamó su atención.

Parecía una persona haciendo señas.

Al acercarse, vio que era una mujer que movía sus brazos para pedir ayuda. Como pudo, Marcos se detuvo a un lado del sendero y se dirigió a ella.

—¡Por favor, ayúdeme! —le pidió ella, suplicante— ¡Acabamos de tener un accidente y mi hijo está atrapado en el auto!

Marcos se dio cuenta de que la mujer se encontraba en un lamentable estado. Tenía una contusión en la cabeza y la cara y los brazos manchados de sangre.

—Cálmese, dígame donde está y llamaré a la policía de inmediato.

La mujer lo condujo unos metros más adelante y señaló un barranco. La pobre iba por la carretera con su esposo cuando el coche se les había volcado, rodando cuesta abajo.

Como pudo, Marcos descendió hasta el vehículo que estaba tumbado boca abajo. Miró en el interior y se quedó helado.

En el asiento del conductor había un hombre muerto y con la cabeza ensangrentad. Y a su lado, se encontraba la misma mujer que minutos antes lo había detenido. Sin vida.

Marcos sintió que se le ponía la piel de gallina y entonces oyó un llanto en el asiento trasero.

Un pequeño bebé se encontraba asegurado en su asiento, milagrosamente con vida. El hombre se las arregló para sacarlo de ahí y con mucho trabajo, volvió a subir por la barranca para llamar a la policía.

Cuando los oficiales llegaron, acompañados por una ambulancia, confirmaron la muerte de la desventurada pareja.

El niño por suerte, estaba bien y no había sufrido más que unos cuantos rasguños durante la volcadura del auto. Ahora estaba huérfano pero al parecer tenía familiares que podrían hacerse cargo de él.

—Tuvo suerte de distinguir el coche al fondo del precipicio —le dijo uno de los policías a Marcos—, con esta oscuridad era seguro que no los habríamos hallado hasta el día de mañana. Y quien sabe si ese bebé seguiría con vida.

Marcos no supo como explicarle que la madre del niño había sido quien lo había guiado hasta ahí. Ni él mismo estaba seguro de lo que había pasado.

Esa noche, después de pasar toda la velada sin dormir, llegó a la conclusión de que el espíritu de la mujer había permanecido unos momentos más entre los vivos, con tal de asegurarse de salvar a su hijo.

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