Veinte minutos pasaron, mientras un frenético ruso corría, se detenía para descansar e intentaba buscar una guía para poder llegar a Yu-topia sin asustarles con su apariencia desaliñada. ¡Maldita sea! ¿Por qué había ido a beber tan lejos? Había parecido una buena idea el día anterior, cuando Yuuri le había rechazado y había acompañado a su novio a un bar. Victor, ignorando las palabras de Chris, había preferido poner distancia de todo y todos. En un lugar que si bien Yuuri sabía dónde estaba, el ruso sabía que no le iría a buscar. ¿Por qué lo haría, de todas formas? ¿Por qué si se había mantenido alejado de él esos dos días?
Ahora que lo pensaba, correr no parecía una buena idea en aquel momento. Parecía algo completamente inútil.
¿Para qué, si se casaría aunque él llegara?
¿Para qué, si no le amaba?
Afortunadamente, uno de los pescadores se apiadó de él y le indicó qué calle debía tomar para llegar. Haciéndole olvidar su depresión previa. Esto de estar sin celular era un asco. Victor corrió diez minutos más, esquivando bicicletas y trabajadores hasta por fin ver las puertas de Yu-topia. Se apoyó en uno de los candeleros para recuperar el aliento durante unos minutos antes de decidirse a entrar. ¡Había llegado a tiempo! ¡Podía hacerlo!
Le llamó la atención que Yu-topia se encontraba vacío. No vio ni camareros, ni personas, ni a ninguno de los invitados. ¿Estarían en el comedor? ¿Habría comenzado la ceremonia? Victor hizo un esfuerzo por caminar hacia la entrada y deslizarse hacia adentro. Los pies le pesaban y estaba necesitado de agua, de una silla. De una ducha. Pero todos aquellos pensamientos y necesidades quedaron en segundo plano cuando leyó el cartel que alguien había puesto en la puerta.
Maldijo en voz alta. Y cualquier persona que hubiese pasado en ese momento por ahí, habría notado que aquello era una maldición. La peor de todas.
Lamentó todas y cada una de las veces en las que no había puesto un esfuerzo real en acompañar a Yuuri a correr. Victor era atlético, si, pero no era un deportista. Y aquello quedó evidenciado cuando ni siquiera pudo llegar al puente que lo llevaría al castillo de Hasetsu sin tener que detenerse un par de segundos. Angustiosamente agotado. Se prometió a sí mismo, mientras jadeaba y se quitaba la chaqueta, que si todo salía bien insistiría por entrenar un poco más. Al menos esforzarse por correr más de una hora sin morir en el proceso. Saldría a correr todos los días con su Yuuri. Le pediría que le ayudase a entrenar.
Su Yuuri. Su dulce e imposible Yuuri. La única persona por la que Victor dejaría hasta su aseo personal de lado si él lo pidiera.
Las piernas no le daban, pero se forzó a seguir trotando, recorriendo el largo puente y tratando de recordar los motivos que le hicieron el salir corriendo. ¿En qué parte de la ceremonia estarían? Victor había omitido el investigar un poco más sobre la boda, teniendo la convicción de poder evitarla un poco antes. Ahora lo lamentaba; le hubiese gustado saber en qué parte podía entrar dramáticamente diciendo 'me opongo' sin parecer más loco de lo que sonaba en su cabeza.
Oh, maldita sea. Tendría que simplemente irrumpir.
Tomó otro breve descanso cuando terminó el puente y la entrada del castillo de Hasetsu se impuso a pocos pasos. Había dos chicos quienes parecían estar a cargo de filtrar a los invitados. Victor no necesitó mirarse dos veces antes de saber que no iban a dejarle pasar; aunque estuviese en la lista de invitados. Suspiró. ¿Estarían dentro del castillo o habían decidido casarse en alguno de los jardines? Se quedó un par de minutos observando, notando que entraban y salían tanto camareros como gente que parecían distribuidores. Debían estar en plena ceremonia. Tomó un gran suspiro, pensando por segunda vez en aquel día en que haría una locura.
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Me opongo!!!
RomanceVictor siempre ha sido dramático para todo. No puede evitarlo. Por lo que evitar la boda de su mejor amigo no podía ser diferente.