Al día siguiente, Lucio corrió hacia mí, emocionado.
—¿Qué tal ayer, Leonel?—inquirió, dándome suaves codazos en las costillas.
—¿Qué tal qué?— contesté, riéndome.
—¡Leo...!— respondió, sonriente —¿Habéis...?—continuó, haciendo gestos obscenos con las manos.
—Qué va, cerdo.— dije, haciendo una mueca.
—¿Cerdo?—repuso, haciéndose el ofendido—Venga ya, Leonel, no me digas que no has pensado en ello.
—No, Lucio, no soy así.— dije, empujándole.
Lucio se alejó unos decímetros y se encogió de hombros.
—Pues no sabes lo que te pierdes.— comentó, casualmente.
Negué con la cabeza y seguí empujando la carretilla cuesta arriba.
∞
—Recuérdame por qué estoy empujando esta carretilla.—bufé, limpiándome el sudor de la frente.
—Porque el pan que sobró ayer está asqueroso hoy y vamos a dárselo a Nemesio.— explicó mi compañero, dándome golpecitos en el hombro para indicar que me moviese más rápido.
—¿No podríamos turnarnos?— pregunté, exasperado.
—No, yo tengo que estar guapo y fresco.
—¿Por qué?—repuse, guiñándole el ojo.
—Porque he quedado.
—¿Sí?— dije, dejando de empujar la carretilla momentáneamente— ¿Con quién?
—Con una chica.
—Tendrá que ser ciega, entonces.— bromeé— Y sorda.
Lucio soltó una carcajada, y empujó levemente la carretilla, provocando que perdiese el equilibrio y casi me cayese. Sin embargo, me agarré a él, y acabamos rodando por la colina. La carreta empezó a deslizarse cuesta abajo y los panes temblaban encima de ella.
Nos levantamos lo más rápido posible y paramos la carretilla entre los dos.
Seguimos subiendo la cuesta tras aquel incidente, y recogimos los panecillos que se habían caído en una cesta, para el ganado. Decidimos que en un futuro, tanto lejano como próximo, compraríamos un carro, con sus correspondientes bueyes, para ayudarnos a hacer los largos viajes que hacíamos a diario.
∞
Cada vez odiaba más ir al hogar de Nemesio, la verdad. Si no fuese por el hecho de que era un anciano de lo más agradable, hubiésemos dejado de ir hace mucho tiempo.
Sin embargo, hoy, cuando tocamos la puerta de su casa, no contestó nadie.
Preguntamos a los residentes de aquella zona si conocían el paradero de Nemesio, aunque ninguno supo contestarnos.
∞
Cansados, volvimos a bajar la cuesta, esta vez agarrando bien la carretilla y los panes, asegurándonos de que ni nosotros ni nuestra mercancía se cayese.
—De verdad que estoy harto de traerle las migas a este señor. Encima, si desaparece, podría tener la mínima decencia de dejarnos saber que no está. — me quejé —Esta cuesta es asquerosamente horrible, y la puñetera carretilla no ayuda en absoluto.
—No olvides que se lo damos totalmente gratis. Se está aprovechando de nuestros generosos corazones. —siguió Lucio, dándome cuerda.
Asentí.
—Se está riendo de nosotros. — establecí, dándole un golpe en el hombro a Lucio, con decisión.
—Totalmente. —concordó mi amigo.
—¿No estaréis hablando de mí? — preguntó una voz familiar.
Nos dimos la vuelta al instante, encontrándonos cara a cara con Ayesha. Lucio la saludó y la abrazó, mientras yo me quedaba atrás, incómodo.
Intenté limpiarme el sudor de la cara, para parecer mínimamente cuidado, aunque no cambió nada.
—¿Qué haces aquí? — pregunté, y mi tono de voz sonó bastante mas arisco y desagradable de lo que pretendía que sonase—Es decir, no me molesta, de hecho me agrada, eres muy simpática...— me corregí rápidamente.
Lucio y Ayesha cruzaron una rápida mirada y ambos comenzaron a reírse con entusiasmo.
—¿Qué te pasa, Leo? ¿Cómo osas mostrarte así ante una dama? — preguntó Lucio, riéndose con Ayesha.
Noté mi pulso en mi rostro, y sentí el rubor recorrer mis mejillas.
—Perdón. — me disculpé.
—Te perdonaré cuando me beses la mano. — dijo Ayesha, acercándome su mano.
—Prefiero besarle el culo a Lucio. — respondí, esbozando media sonrisa.
Ayesha retiró su mano, haciéndose la ofendida.
De pronto, una cuarta voz se unió a la conversación.
—He oído que buscáis a Nemesio.
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¿Para siempre?
FantasyVivir. Morir. Repetir. Reseñas: "Me ha gustado" - @Eduds_07 Premio al mejor y único libro que he escrito. Nota: el final actual no es el definitivo.