Siento como el sudor colectivo que impregna el ambiente se condensa sobre el vello de mis brazos. No huele, la mezcla de Axe y perfumes de imitación de Aliexpress lo tapan todo, solo se siente. Todos parecen ignorarlo por cortesía. O tal vez estén tan absortos en el mundo que se desarrolla dentro de su pantalla que no se dan cuenta. En el silencio sepulcral que reina, cada chirrido de los asientos provoca que un nuevo escalofrío se pasee por mi espalda. Suena un golpe seco, la levitación magnética se ha detenido, estamos en una estación. Algunos hombres de cera que me rodeaban han cobrado vida, se dirigen a la puerta con la cabeza gacha, sin dejar de mirar la pantalla, ni el más leve contacto de ojos con nadie. Como siempre.
Por fin la veo, un remolino de rizos revueltos que baila y fluye entre los huecos que dejan las estatuas andantes que ni se dan cuenta de su presencia. Solo yo me he percatado, nuestras miradas se cruzan, se sienta enfrente de mí y me sonríe. Ya no hace frío. Siento como mis rodillas se derriten, el calor asciende por mi vientre y mi pulso se acelera. Contengo el aliento.
Abro los ojos y ante mí solo hay otra zombi más. El aire acumulado se escapa de mis pulmones con un sonoro suspiro que resuena en todo el vagón. Nadie levanta la vista. He vuelto a caer en ese extraño estado de duermevela en el que sueño que viajo en el metro, mientras viajo en el metro; y que la chica que siempre entra en la estación central a las 8:14 me mira, como hizo aquel día. Una parte de mí se niega a aceptar que solo fue otro sueño; por mucho que la chica de los rizos que tengo enfrente esté absorta en su móvil como todos los demás, como debería estar yo. La vibración en mi bolsillo me lo recuerda. Me reclama. Está aumentando su intensidad gradualmente, tanto que todo el asiento comienza a moverse. Una mascota molesta porque hace más de diez segundos que debería haberle hecho caso ya.
Es una notificación de Bambinda, por la pantalla chisporrotean colores rosados hasta revelar el mensaje:
"Hola, Danihotguy28. Has descubierto un encuentro de sexo casual exprés sorpresa, bájate en la siguiente estación y sigue las instrucciones. ¡Es tu día de suerte, cabronazo!"
Ojalá el encuentro sea con la chica de los rizos que tengo enfrente. La he buscado en la app durante semanas sin éxito. Es como si viviera en otro planeta a pesar de tenerla sentada justo delante de mí. Quizá sí que sea verdad eso que se comenta en los foros, aunque los representantes de la app lo desmientan. Eso de que las chicas que te aparecen no dependen de la distancia, sino del rango que tienes en la aplicación. Pronto lo descubriré, solo me quedan 13 puntos para pasar de rango Oro triple estrella a rango Platino, el máximo. No puedo esperar, me he gastado un dineral para llegar tan lejos. Si no lo consigo en los próximos tres días, se me acabará el mes y me volverá a tocar empezar de cero.
Recuerdo que al principio tenía miedo de que la chica de los rizos se enfadara por mirarla, o de que alguien más se diera cuenta de que lo hacía y llamara a las autoridades. No puede ser normal mirar a alguien cuando nadie levanta nunca la vista de su móvil. Después me percaté de que justo por eso tampoco se enteraban de nada. Podrías desnudarte en medio del vagón y bailar danzas cosacas, nadie se fijaría. Nadie lo recordaría. Es extraño observar a la gente cuando no te ven. Todos visten diferentes, todos son iguales. Son como máquinas programadas por apps como Bambinda. ¿Lo soy yo?
El metro se detiene y me levanto. La chica de los rizos continúa sentada como cada día. Decepcionado bajo al andén. Observo como el vagón con la chica vuelve a alejarse hasta que los rizos tras el cristal desaparecen en la boca del túnel. Mi móvil vuelve a vibrar sin clemencia.
"Dirígete a la salida situada a tu izquierda. Tras doblar la esquina, hay una máquina de preservativos. Compra un paquete de Luvexxx extrafinos sabor fresa y espera treintaicinco segundos."
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La niña del expreso de las 8:14
Short StoryMe robaron a mi Juana en las catacombas de la ciudad, y en las mismas catacombas encontré otra niña callejera. Sola, perdida entre el tronar del metro que entraba en la estación y el barullo de la gente que se acercaba en tropel dibujando un gran ar...