Hey Eiji, este es Ash.
Sé que estarás confundido cuando recibas esto de manos de tu primo. Te preguntarás el porqué de una carta cuando puedo simplemente buscarte, pero la verdad es que cuando recibas esto, si es que las cosas se han realizado como yo quería, probablemente ya no estaré aquí. Creo que después de todo lo que pasamos juntos, mereces al menos esto de mi parte. Creo que mereces una explicación, y que tanto tú como yo, merecemos una despedida.
Recuerdo perfectamente cuando te conocí. Estabas frente a la fuente que se encuentra en el jardín central, iluminado por la luz de la farola sobre ti, con una guitarra en tus brazos y un brillo maravilloso en tus bonitos ojos oscuros. Tu precioso cabello azabache, que en ese entonces llevabas un poco largo, se mecía con el viento y tu sonreías como si tuvieras el mundo en tus manos, cantando con una voz tan dulce y especial que me erizó la piel al instante en que escuché tu canción.
Podría jurar, Eiji, que desde ese momento, ya había caído por ti.
Después de eso, comencé a ir a verte cantar siempre que podía y finalmente un día, cuando terminaste tu actuación y estabas a punto de irte, caminé directo hacia ti y con todo el nerviosismo del mundo, te pedí tu nombre.
Y ese fue el día en el que oficialmente empezó todo. Mientras escribo, vienen a mí los recuerdos de aquellas primeras citas llenas de sonrisas en el centro comercial, por la playa y el parque; la primera vez que tomé tu mano cuando fui a buscarte para llevarte a comer el día de tu graduación y la manera en la que tus mejillas se sonrojaron tiernamente después de ello; los primeros abrazos que me dabas, que salían de la nada; nuestro primer beso que me llevó al paraíso, con la luna y las estrellas como único testigo; la primera vez que te hice el amor un día de lluvia en mi habitación, con nuestra canción favorita de fondo...
Nuestra primera pelea seria en el último invierno que pasamos juntos, justo después de que aquella noticia llegó a mí, que se desencadenó en muchas otras discusiones porque no entendías lo que sucedía conmigo. Que sin que tú lo supieras y sin que yo lo dijera, marcó el inició de nuestro final.
Recuerdo también todas las promesas y planes que hicimos juntos que quedaron en el aire, cuando después de mucho pensarlo decidí que por más que aquel hecho me rompiera, no podía mantenerte a mi lado. Decidí, egoístamente, que no era justo obligarte a estar a mi lado en lo que venía. No podría lastimar tu corazón de esa forma, Eiji, y es que no era que yo no te amara, la verdad era que me estaba muriendo. Que mis días estaban contados.
En lugar de verte sufrir quedándote a mi lado mientras yo me marchitaba a pedazos, mientras la luz me abandonaba, preferí soportarlo todo en silencio. Preferí ver como tus ganas de estar conmigo se desvanecían mientras mi corazón se rompía en formas que nunca creí posibles, porque te amaba y te amo tanto, Eiji, que no hubiera soportado que me vieras morir.
Por favor, no te molestes conmigo. Muchas veces quise decirte, lo juro. Muchas veces estuve a punto de contarte lo que me pasaba, que estaba enfermo y mi cuerpo no iba a soportar mucho, pero Eiji, si tú me amabas tan solo la mitad de lo que yo te amaba a ti, no hubieras podido hacerlo. Porque si hubiera sido yo, después de tu partida, me hubiera ido contigo. Porque después de haber presenciado como te desvanecías, ya no habría quedado nada para mí en esta vida. Y yo quería que vivieras, por eso mismo y porque te amaba más de lo que incluso me amaba a mí mismo, te obligué a irte.
Me obligué a soportar el enorme vacío que me dejó la falta de tus besos, a no ver tu sonrisa que iluminaba hasta el peor de mis días, a no escuchar tu voz cantarme dulcemente por las noches para arrullarme cuando no podía dormir, a no sentir tus delgados dedos acariciar mi cabello para despertarme por las mañanas y a dormir sin poder abrazar tu cuerpo cada noche. Me obligué a soportar todo el peso de tu ausencia porque te amaba tanto, que en ese momento alejarte era lo mejor que podía hacer por ti.
Ahora, sentado en la fuente donde te conocí, con el viento de octubre soplando suavemente a mi alrededor siento que estás aquí conmigo. Siento que todo lo que estoy escribiendo en esta carta, te lo estoy diciendo directamente a ti. Siento que después de tanto, estamos hablando finalmente de nuestra ruptura y de las razones que hubo detrás de ella y que nunca fui capaz de decirte cuando estuve. Que tanto tú como yo, estamos hablando de todo aquello que no pudimos durante todos estos meses que hemos estado separados.
Lo siento Eiji. Siento no haberme quedado contigo el tiempo que me quedaba y en lugar de ello haber causado tu partida. Siento haber sido un cobarde. Siento todas y cada una de las veces que lloraste por mi culpa. Siento cada ocasión en la que te hice sentir que ya no te amaba. Siento no haber podido realizar todos aquellos planes que teníamos juntos. Siento no haberme despedido de ti aquella tarde de junio que te vi de lejos caminando con tu mejor amigo. Siento no haber tenido el valor de tocar el timbre de tu casa días después de eso, cuando fui a buscarte para contarte todo. Siento no haberte hecho sentir ni la mitad del amor que tenía guardado para ti cuando tuve la oportunidad. Lo siento por todo, Eiji. Juro que lo hice para protegerte, pero a pesar de ello, espero en mi corazón que algún día puedas entenderme y perdonarme.
Por eso Eiji, mientras tú te alejas y yo me desvanezco, dado que te amaba, dado que te amo y dado que siempre te amaré, te digo de esta forma mi último adiós, rogando que te sobre vida para encontrar la felicidad que te mereces y pidiéndote tal vez de manera egoísta que así como yo, nunca olvides nuestro amor, que lleves guardado en tu corazón el nosotros que una vez fuimos juntos y todos los recuerdos que construimos a lo largo del tiempo que tuvimos la dicha de compartir.
Por favor, no te culpes de nada. Por favor, sigue adelante. Por favor, sigue sonriendo. Por favor, sigue viviendo. Porque solo de esa manera, mi dulce Eiji, nuestro adiós podrá ser hermoso.
-Te ama y te amará siempre, Ash.
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Hermosa despedida
Short Story«No podría lastimar tu corazón de esa forma, Eiji, y es que no era que yo no te amara, la verdad era que me estaba muriendo. Que mis días estaban contados».