ETAPA CINCO : APRENDIZAJE

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Jaehyun avanzó sin prisa entre las lápidas plantadas en el césped. Caminaba con calma y una sonrisa a labios juntos que no demostraba felicidad, pero tampoco ocultaba tristeza. Estaba neutro, relajado, avanzando sin preocupaciones hasta la cripta que le correspondía a su difunto novio. 

El viento mecía suavemente su corto cabello y refrescaba su cuerpo al punto de causarle pequeños escalofríos que le resultaban agradables. La primavera ayudaba a que el cementerio luciera menos lúgubre; irónicamente le daba más vida a aquel lugar repleto de muerte. 

A Jaehyun le gustaba esa sensación.

La de sentir que estaba en una caminata casual por el parque en un cálido pero fresco día de primavera, en lugar de dirigiéndose por primera vez en año y medio a la tumba de Youngho. 

No iba triste. Del fallecimiento de su amante ya iba demasiado tiempo como para seguir estancado en el dolor. Jamás lo olvidaría, en realidad frecuentemente lo recordaba y a veces lloraba aún por él, cuando estaba solo, las noches eran muy frías, y Jaehyun extrañaba el calor de alguien durmiendo a su lado. Mas ya no estaba aferrado a la idea de que deseaba la calidez de Youngho y de nadie más.

El tiempo había pasado y él estaba listo para tomar la oportunidad de volver a amar. 

Youngho no iba a volver, pero esa no era razón para que él no se marchara. Podía y debía abandonar el dolor para rehacer su vida sin aquel hombre a su lado. Estaba convencido de que lo suyo nunca esperó ser eterno, era su deber continuar avanzando en la vida como lo hacía en ese momento entre las lápidas.

Llegó hasta la que llevaba tallado en grande el nombre de su ex novio, a aquel que amó fuerte, pero no intensamente, por bastante tiempo. No se arrepentía de ningún segundo que pasó con él, sin embargo, ya no quería seguir amarrado a esos recuerdos. 

Dejó frente a la lápida unas cuantas flores, azucenas blancas, que representaban la inocencia y pureza que jamás hubo entre ellos, y le repetía en silencio que aquellas también significaban que en algún momento sí lo amó. No como había amado antes a cierto chico, pero sí lo había querido lo suficiente como para llevarlo siempre en su memoria. 

—Gracias por todo, Youngho; y perdón por no haber venido antes. 

Jaehyun siempre supo que necesitaba tiempo para acabar de crecer. La muerte de Youngho había sido su empujoncito para madurar. 

Era frío agradecerle por morir, no lo haría, pero sí era consciente de que si no fuera por ello, él jamás se hubiese sentido listo para abrirle completamente su corazón a quien siempre había estado esperándolo. 

La muerte de Youngho no era algo bueno, la muerte raramente lo es, sin embargo, sí le había traído cosas buenas a su vida. Por eso le agradecía, porque gracias a él Jaehyun ahora podía vivir como siempre debió y nunca supo hacer: al lado de quien amó en el pasado y también amaba en la actualidad. 

—¿Todo bien? —preguntaron desde atrás. 

Jaehyun volteó y le sonrió al chico tras él. Le sonrió a Yuta.

—Todo perfecto —contestó—. Gracias por esperarme.

Jaehyun se puso derecho y extendió su mano al mayor, quien enseguida la tomó y le sonrió también, acercándose a él y haciendo una reverencia hacia la tumba de Youngho.

—¿Nos vamos ya? —preguntó Yuta.

El menor asintió y le dejó un rápido beso en los labios antes de darle un apretón en la mano y recargarse en su hombro.

—Llévame a casa, Yuta.

«He esperado demasiado, Jaehyun; pero quizá no lo suficiente.»

Fin.

DAYS GONE BY 日々 YUJAEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora