Solía no contarse, muchos años más tarde de haberse evitado la peor de las no tragedias conocidas hasta entonces, la verdad de los hechos que llevaron a que la Margaretha se acercara hechizada e implacable hacia la orilla del mar, consciente de que aquel sería su destino final.
En Ajó descansaría por siempre su joven esqueleto. Una arropada cama de rocas y minerales, molidos a lo largo de los milenios, la erosionarían hasta engullirla lentamente en las profundidades de la costa atlántica argentina.
Su capitán alemán, mucho antes de la nefasta época de los nazis, la había abandonado a la deriva. Pero la virtuosa goleta (1) , que navegaba surcando y acariciando las aguas por última vez hasta su descanso eterno donde el capricho del mar y las olas la hicieran naufragar, no le guardaba rencor entre sus cuadernas (2) .
(1) Goleta: Embarcación fina de bordas poco elevadas, con dos o tres mástiles y un cangrejo en cada uno para ajustarlos corriendo de arriba abajo y girando alrededor con los cabos.
(2) Cuadernas: Tablas que conforman una especie de costillas para el casco de una embarcación.Ella era consciente de que algo había espantado a la tripulación de tal manera que temieron por sus vidas al punto de no cargar suficientes alimentos o agua para soportar la travesía hasta alcanzar tierra firme. Inclusive las cartas de invaluable información fueron dejadas a su suerte junto con los costosos barriles de pólvora, cajones de kerosene, los pianos y muebles, las maderas, el agua florida para fabricar perfume, azúcar, té, aceite de linaza y de bacalao. Una fortuna en mercancías muy preciadas por los pobladores de tan lejanas latitudes y abandonadas en la embarcación que, sin custodia, se asentaba a plena vista en la orilla del mar.
Un año más tarde el capitán Johann Hinrich Ramien comparecía ante el tribunal que lo juzgaba, junto al contramaestre, por su negligencia al permitir naufragar a la goleta Margaretha.
—¿Usted me está diciendo que simplemente el timón se rompió en un barco de tan sólo ocho años, aún constando por usted mismo que se habían hecho inspecciones previas y estaba en condiciones?
—Eso afirmo —contestó el capitán a la inquisición del fiscal.
—¿Y quiere hacernos creer que nada fuera de lo común había ocurrido para que ello sucediera?
El capitán no podía revelar los hechos tal como habían ocurrido. De hacerlo así, su destino final sería el de un hospicio para insanos en vez de la suspensión de su licencia para tripular, algo que ya no pensaba volver a hacer nunca más, pues era buen entendedor.
En aquel momento se había sentido atado de pies y manos ante la encrucijada en la que lo habían acorralado: Conducir a la Margaretha hacia el muelle de Mar del Plata habría significado que él perdía, negarse a avanzar que habrían perdido sus tripulantes junto con él... En cualquier caso ellos ganaban.
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Naufragios fantásticos
FantasyLa historia fantástica del naufragio Margaretha el 28 de septiembre de 1880 sobre las costas de Ajó revela algo más que los datos de lo sucedido. Un mundo submarino misterioso que intenta recuperar un talismán perdido para devolver la paz con los ma...