Karnak 1.1

9 1 0
                                    

Solía atribuirse a la mala fortuna de la embarcación Karnak todas las averías y accidentes ocurridos a aquel vapor desde 1872, en sus comienzos del tránsito por la ruta al Pacífico.

No había alma alguna a la que se le cruzara atribuir a las pertenencias de las víctimas los calamitosos acontecimientos que llevaron a la nave a naufragar en las costas de Punta Médanos el 24 de enero de 1878. Ni un frágil pensamiento perdido fue invertido en tal descabellada fantasía.

Tal descuido generalizado imposibilitó la prevención del infortunio que siguió a continuación, y al que le sucedieron uno tras otro. Esto porque el navío parecía haber cargado consigo alguna maldición milenaria egipcia de quienes ostentaba su nombre y cuyo significado es "ciudad fortificada". Pues a pesar del varamiento definitivo, ninguno de los extraños sucesos se detuvo en aquellas costas.

Pero ¿cómo llegó al Karnak en primer lugar? ¿Por qué tantos transtornos le causó? Quienes han oído aquello que no solía decirse de la tragedia del Margaretha saben qué cosas había detrás de la gema.

Todo comenzó con su desafortunado propietario anterior, el italiano Luca Buonaventura. Una vez que todo se reveló, nada pudo hacer para salvar la vida.

El muchacho había sospechado demasiado tarde la coincidencia entre tan insistente mala fortuna y el hallazgo de aquella pieza extraña de orfebrería en el año 1872. Desde entonces todas las desgracias de la mar se ensañaron con la embarcación a la que se había unido en Hamburgo.

Sin embargo la primera de las tragedias no había ocurrido abordo del Karnak. Su propia ignorancia había atribuido la inestabilidad del barco que lo empleó rumbo a aquella ciudad alemana, a las pocas mujeres que trasladaban como pasajeras. Pero de más grande comprendió que muchos barcos transportaban cientos de especímenes de tentadoras curvas sinuosas y no por ello naufragaban como le había ocurrido en tal ocasión.

Las nuevas perspectivas de trabajo mejor remunerado en una línea muy reconocida por la velocidad de sus vapores y la seguridad de sus cargueros, le hicieron dejar atrás lo sucedido con gran rapidez.

Lleno de ilusiones por su horizonte de futuro en los mares de una próspera Sudamérica, se dispuso a tomar su flamante puesto de grumete en el primer vapor alemán que haría la carrera al Pacífico mensualmente para partir de Hamburgo un 5 de octubre de 1872. Era el paquete Karnak que luego implantó salidas desde el Río de la Plata dos veces al mes con escalas en Santos, Río, Bahía y Lisboa hasta aquella ciudad alemana de origen.

Comenzado el viaje, Luca notó ciertas semejanzas con su última travesía cuyo navío terminó en el fondo del océano. Afortunadamente el Karnak era mucho más robusto y no tendría los apuros de aquella embarcación cuando parecía que todos los animales de las profundidades habían querido aliviar una irritante comezón, sobando sus gigantescos lomos en el casco metálico de la nave. ¿¡Qué sucedía con aquellas bestias marinas!?

La velocidad del vapor parecía haberlos alejado de los violentos cimbronazos que los sacudían cada vez que uno de esos semejantes bichos los acosaban, pero ya en los primeros días de enero de 1873 estaban varados en Punta Arenas y a Luca todo le resultaba muy suspicaz.

Esperaban poner al Karnak a flote aligerando su cargamento, sin embargo a los pocos días una creciente hizo zafar al Karnak de la encalladura sin sufrir averías y sin necesidad de descargarlo.

Luca volvió a relajarse respecto de las circunstancias que envolvieron aquellos hechos. Incluso comenzó a acostumbrarse a los constantes sacudones, atribuyéndolos al oleaje de tan peligrosos mares. No podía ser que los animales marinos hubieran adquirido tan temible costumbre recientemente. Nadie le había hablado de ello anteriormente.

Has llegado al final de las partes publicadas.

⏰ Última actualización: Sep 08, 2019 ⏰

¡Añade esta historia a tu biblioteca para recibir notificaciones sobre nuevas partes!

Naufragios fantásticosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora