El alma de una Muñeca

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Todo empezó hace algún tiempo, cuando las madres y los carpinteros aún hacían los juguetes para los niños, cierta niña había recibido una muñeca de trapo, con ojos de botón, pelo de lana y rellena de algodón. Era el primer juguete que le regalaron, para ella era el día más feliz de su vida.

Llevó su muñeca a todos lados, sin despegarse de ella ni al dormir.

El amor que la niña le daba a la muñeca era mayor al que ningún niño le dio jamás a un juguete.

El tiempo comenzó a pasar. La niña recibió más juguetes a lo largo del tiempo, pero jamás se separó de aquella muñeca de trapo.

Y algo comenzó a despertar dentro de aquel ser inerte.

Veía a la niña reír, correr, jugar, comer y llorar; deseaba hacer todo eso con ella, quería poder correr y reír juntas, anhelaba limpiar sus lágrimas y decir que ella la amaba.

Entonces, en un instante, los tranquilos días en los que jugaban juntas terminaron poco después de cierta noche, en la que el sonido de una trompeta resonó por toda la ciudad junto a grandes columnas de fuego creadas por aves metálicas se veían desde la lejanía. Una vista que ni la niña ni la muñeca podrían olvidar en sus vidas, la vista de cómo la ciudad se quemaba mientras ellas veían por la ventana, una escena corta que fue terminada por su madre llevándola hacia el sótano donde esperaron hasta el día siguiente.

Tan pronto como todo volvió a la calma y los rayos del sol cubrieron las ruinas de la ciudad la niña guardó a la muñeca dentro de una maleta llena de ropa y otros objetos, a pesar de las constantes quejas por parte de ella su madre no le permitió llevarla en brazos.

Justo al cerrar la maleta, la misma trompeta del día anterior sonó, seguido de una fuerte explosión y sacudida que podría destruir la casa. La maleta jamás volvió a ser abierta.

Pasaron incontables días, varias semanas, algunos meses, y la muñeca reconoció su propia existencia, más tiempo pasó y se dio cuenta que la niña no volvería por ella, la muñeca comenzó a llorar lágrimas secas, y al pasar poco más decidió ser ella quien buscara a su niña.

torpemente la muñeca se movió, con práctica e incontable esfuerzo pronto logró abrir la maleta.

Aún estaba en casa de su niña, estaba segura, aunque del cuarto que había sido rosado solo quedaba el recuerdo, el polvo había cambiado los colores, los cristales estaban rotos, la casa entera había desaparecido casi por completo.

La muñeca caminó hacia el extraño esqueleto con el vestido hecho un desastre, si no conociera aquel estampado de flores violetas la habría confundido con un trozo de tela. El esqueleto tenía otro aún más pequeño entre sus brazos, tenía un vestido rosa y zapatos blancos, mejor conservado que el anterior gracias a que había sido protegido en sus brazos.

La muñeca se acercó, tocó al pequeño esqueleto y lloró, llevó su mano carente de dedos hacia la zona donde antes habían estado unos ojos azules e intentó limpiar la fractura que cruzaba su mejilla simulando una lágrima. Ella había querido durante tanto tiempo limpiar el llanto de su pequeña, tanto que comenzó a moverse para lograrlo.

¿Fue en vano?

La muñeca de trapo se acomodó entre el abrazo que se daban ambos seres sin carne. Abrazó a su niña y dejó de moverse. Estaría con ella hasta que ambas desaparecieran y volvieran al polvo.

EL AMOR DE LOS ENGENDROSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora