❛ーDARK ↝ WOOCHAN

❛ OO4 ❜

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—Seungmin, ¿Qué haces llorando? —le pregunté alarmado y confundido. Todo del supuesto viaje, se esfumó, dejándome en un espacio en negro con él.

—Te extraño mucho, hyung —corrió hacia mí, abrazándome y aferrándose en la camisa que llevaba puesta—, pero no tanto como él —mencionó, pero, ¿Quién era «él»?

Reaccioné abrazándolo con más fuerza. Mientras empapaba mi hombro, miré hacia todas las direcciones, pero estaba totalmente vacío, sólo un espacio en negro, silencioso. Aunque no era totalmente así, si miraba hacia arriba, habían un montón de estrellas y la luna iluminando el lugar, lo que esfumó mis temores.

Sin mayor aviso, agarró mi mano y comenzó a caminar hacia quién sabe dónde. Yo solo me dejé guiar, no tenía miedo debido a la hermosa vista que me brindaba mirar hacia la dirección ya nombrada.

—Aquí es, Woojin, disfruta esto, te arrepentirás si no lo haces —avisó y se fue caminando en dirección opuesta a la que yo veía, y al darme vuelta, él ya no estaba ahí.

—Kim Woojin —escuché firme y claramente mi nombre. Miré hacía atrás y lo encontré a Chan, con un traje y corbata negra, más una camisa blanca y un rosa en su mano.

—¿Me concedería esta pieza de baile? —me ofreció la flor, con una de sus mejores sonrisas; la agarré riéndome.

—¿Desde cuándo tan cursi? —hice una mueca de asco mientras seguía riendo.

—No me vestí así para que me trates de esta manera —se quejó con esos pucheritos llenos de azúcar—, tan sólo disfruta esto conmigo, ¿Bien? —asentí con la cabeza, sonriendo. Posicioné mis mano rodeando su cuello y él las posó en mis caderas. Una repentina música de piano sonó y procedimos a movernos al son de la música.

Y empezamos, moviéndonos de un lugar a otro, convirtiéndonos en uno. Aún si parecía un sueño —y tenía la leve sospecha de que lo era—, podía sentir su calor, la mirada llena de pétalos que hipnotiza la mía, su respiración relajada que se combina con la mía. Todo era simplemente perfecto, y deseaba que esta fantasía, nunca acabara.

Y simplemente nos húndimos en la calidez del otro, ignorando por completo los astros que gritaban por ser escuchados.

La música paró suavemente, haciendo que él se alejara de mí con tranquilidad.

—Amor, sé que todo sonará confuso, pero quédate perfecto como estás y escúchame —tomó mis hombros y me miró fijamente—. Te amo con todo lo que mi alma lo ha podido hacer, el simple hecho de perderte, hace que todo pierda color, porque eres tú quién toma la brocha y empieza a darle vida a mi mundo —su voz se empezó a quebrar, y para calmarlo, acaricié su mano que seguía ubicada en el mismo lugar—.  Perdón por no dejarte todo claro y meterte en esto, era mi último deseo y yo tan solo... —le desobedecí y le interrumpí.

—¿Último deseo de qué? —apreté la flor con fuerza, con una mirada confundida.

—Perdonáme, osito —entonces, comencé a caer.

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