Elena se levantó a las ocho treinta y cinco de la mañana. Destapó su cuerpo y apartó las sábanas, lista para darse una ducha y caminar las treinta cuadras hacia el café.
Se miró en en el espejo. Cola de caballo alta, con algunos mechones sueltos y pegados a la cara. Tenía ojeras y el ojo izquierdo ligeramente hinchado.
Suspiró.
Alan despertó a las once menos veinte de la mañana. Cabello despeinado y rastros de saliva al rededor de la boca. Había perdido su turno de presentar un demo con una disquera local por tercera vez consecutiva.
Se levantó y acomodó el jean negro que llevaba puesto la noche anterior, se miró en el espejo y trazó con los dedos el tatuaje que atravesaba su pecho.
Suspiró.