Capitulo I

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 Como todos los días estaba leyendo mi libro favorito sentada en una silla de la inmensa biblioteca del castillo, “El reino de la paz” se titulaba ese libro que ya tenía algunas hojas degastadas de tanto leerlo, trataba de esa época de paz que había en el país antes de la llegada de los dragones, fue justamente un día luego de mi nacimiento cuando el primer dragón apareció y trajo consigo esta época de oscuridad como la llaman muchos, jamás he visto un dragón, mi padre no me dejar alejarme mucho del castillo.

  El libro decía que hace 17 años no escaseaba la comida, las personas vivían bien y no existía la pobreza, florecían muchas rosas rojas y brillantes, había muchos cultivos por toda la ciudad de muchas variedades de frutas y hortalizas y sobretodo existía la paz entre los mismos aldeanos y todos respetaban a mi padre. Me hubiera gustado nacer en esa época y verla con mis propios ojos pero lo único que quedaba de esos tiempos eran libros y recuerdos. Ahora no muchas personas cultivaban ya que eso era un riesgo, los dragones robaban los alimentos y los tesoros de las personas y algunas veces también robaban a mi padre.

 Termine de leerlo como por novena vez en este invierno, di un largo suspiro. Muchos ancianos que antes eran leales a mi padre dicen que fue mi nacimiento el que trajo los dragones y que si me ofrecían de sacrificio podría volver a reinar la época de paz pero mi padre se negó rotundamente cuando eso paso yo solo era una niña y no entendía sus palabras pero ahora no se ni siquiera que pensar.

 Me puse de pie, tome mi abrigo y me dirigí a comer algo, eran las 10 de la mañana y no había desayunado, me asome a la cocina y había un olor delicioso pero Ana me prohibió la entrada.

-Hola Clara, ¿Ya tienes hambre? Me pregunto Ana con una sonrisa.

 Ana era mi amiga desde siempre, solo era 5 años mayor que yo, tenía un hermoso cabello rojizo, le llegaba hasta la cintura y lo recogía en una cola perfectamente peinada, tenía la cara llena de pecas y unos ojos verde agua que resaltaban mucho, su nariz y boca eran pequeña como las de una niña.

-Sí, un poco y ¿qué están haciendo que huele tan rico? Pregunte en un susurro, ella comenzó a reír y se negó a decirme.

Desayune rápidamente y me fui al jardín, no sabía porque pero tenía unas ganas de salir es como si una fuerza me llevara afuera del castillo. Cuando salí pude ver el estado en el que se encontraba, solo eran arbustos secos llenos de nieve, los árboles que daban un aspecto algo tenebroso y una mesa blanca con hermosos detalles en espiral y 4 sillas a juego ya olvidadas, casi nadie salía al jardín solamente yo, me gustaba salir e imaginar como era antes. Me imaginaba el jardín lleno de rosas brillantes y de hermosos colores, los arboles con sus hojas verdes y un tronco recto, el césped como si estuviera recién mojado y la mesa pulida y con vasos y platos encima de ella. Comencé a caminar un poco y quite un poco la nieve de la mesa, podía imaginar a mis padres merendando una día y riendo felices.

 Hacía mucho frio por lo que decidí entrar nuevamente e ir a que mi padre a preguntarle sobre el actual estado del país ya que me preocupaba mucho los aldeanos. Comencé a caminar de vuelta pero unas especies de garras me tomaron de la cintura, tenía unas uñas muy afiladas, estaba completamente asustada y entonces mire arriba y lo único que pude hacer fue gritar.

Pude ver una enorme barbilla alargada al igual que el cuello, este era tan ancho como yo y todo era de un color piel y era formado como de pequeños cuadros, no podía ver su cara pero sobresalían unos filosos dientes, sin duda era un dragón, estaba paralizada, no me podía mover solo estaba ahí embobada observándolo fijamente, cuando me di cuenta mis pies ya no tocaban el suelo y cuando mire abajo estaban todos llamándome con una mirada de preocupación ahora si estaba asustada, todo mi cuerpo temblaba como pude tome con una mano las garras del dragón para intentar sostenerme, cuando estábamos muy altos pude ver salir a mi papa asustado y preocupado por mí.

-Papa!! Grite tan alto como pude y desesperada, algunas lágrimas salían de mis ojos y rozaban mis mejillas, no quería morir así.

No deseo volverDonde viven las historias. Descúbrelo ahora