III

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—¡Hailey! —exclama Keily cuando me ve del otro lado de la pantalla

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—¡Hailey! —exclama Keily cuando me ve del otro lado de la pantalla. Yo solo le sonrío, ya que sé que empezará a reclamarme como si fuera mi madre. —Estúpida, me da mucho gusto verte. Pero si pudiera, te golpearía en este momento.

—¿Y por qué? —le pregunto, riéndome porque sé por qué lo dice.

—Y tienes el descaro de preguntarme por qué... —hace una pausa para observarme a través de la pantalla—. ¡No te rías! Eso hace que me den más ganas de golpearte. ¿Cómo es que han pasado tres días, tres, y no había sabido nada de ti?

La veo poner su mejor cara de enojo, y eso me hace sentir un poquito mal, porque tiene razón. Le prometí llamarla una vez mi avión aterrizara, pero no lo hice, y ya han pasado tres días.

—Con un "lo siento" no harás que se me quite el enojo. Sabes lo preocupada que estuve. No, no te imaginas y además mis llamadas y mensajes al parecer no entraban, me mandaban al buzón —. La veo moverse de un lugar para otro y sonrío, porque sé que a pesar de todo, tengo a alguien en este mundo como ella, que se preocupa por mí—. Me imaginé lo peor, pensé que te habían secuestrado o algo parecido, como en la película de Liam Neeson, donde secuestran a su hija y a la mejor amiga. Ya me estaba poniendo histérica, con la idea de que te estaban vendiendo al mejor postor...

Siento un nudo en la garganta al ver la verdadera preocupación en sus ojos. Me doy cuenta de cuánto le importo.

Y sigue hablando. Su voz se escucha rara, porque habla con la boca llena de lo que sea que se encuentre comiendo. Adivino que es su habitual cereal de colores. 

Ella siempre con sus ocurrencias, que terminan en exageraciones. La veo agitar su cuchara mientras describe sus temores, y su gesto exagerado me hace soltar una carcajada.

—Mi celular no quería funcionar hasta hoy, Keily. —me disculpo mientras cierro la puerta del apartamento y guardo las llaves en mi cartera. 

Ella me mira con escepticismo, levantando una ceja. —¿En serio? ¿Ni siquiera un mensaje de "llegué bien"?

—Lo siento, de verdad. —digo más en serio esta vez—. Ha sido una locura desde que aterricé. El apartamento estaba hecho un desastre, y entre deshacer las maletas y tratar de adaptarme, perdí la noción del tiempo y perdi mi cargador.

—Hasta podías llamarme por un teléfono de esos fijos, y es muy probable que tu apartamento tenga uno...

—Sí, pero...

—No hay peros, me siento herida. Si no me llamaste y hay un teléfono fijo, es porque no te importa lo preocupada que yo esté —se queja.

La veo poner su celular en algún lugar, lo que me permite ver cómo me amenaza con la cuchara de su tazón verde. Sus enormes ojeras y su cabello negro apuntando en todas direcciones me arrancan una sonrisa. A pesar de que aquí son las nueve de la mañana, allá son las ocho. No es mucho, pero es una hora de diferencia, y mi amiga no es de las que se levantan temprano.

En Otra Dimensión (Reescribiendo)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora