ᴅᴀʏ ᴏɴᴇ

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Dance

Tap, tap, tap.

El sonido de sus pies chocando con elegancia contra el suelo le tenía embrujado, podía sentir la sangre fluir en su cuerpo al ritmo de tan hipnótica danza; sus ojos fugaces, rojos, rudos, se complementan con sus movimientos cada vez que ejecuta una pirueta. Jamás en su vida creyó que ir a un espectáculo de danza sería tan único.

Su respiración estaba entrecortada, olvida respirar cada vez que ese rubio da una vuelta para observarle con ojos tentativos. Está seguro de que tiene una cara de idiota, porque así está, sintiendo como ese rubio le baila a él, que no había nadie más, que no está la señora del marqués a su lado intentando llamar su atención con su apretado corset ni su pronunciado escote, tampoco está el conde frente a él cubriendo parte de la visión del escenario con su gorro de copa. Solo están ellos dos. Un chico que parecía salir de las pinturas de Francisco de Goya, esa sensualidad a la que sólo se podía enfrentar un hombre experimentado, cosa que no él no era porque apenas había cumplido la mayoría de edad.

Podía sentir que el escenario se perdía. Quizás porque la luz de las velas no era muy potente, o quizás porque sus ojos estaban cansados por no pestañear. Pero solo lo veía bailar a él, en medio de la oscuridad, con una sonrisa desafiante y ojos destellantes. Le recordó a los soldados, pero no a los que venían de vuelta de la guerra destruidos, si no a aquellos que nacían para comandar, a aquellos que eran feroces y protegían a su país con toda su alma.

Sintió el estómago burbujear.

Una chica interrumpió su pensamiento. Un fuerte vestido rojo entallado a su cuerpo, seduciendo a el joven bailarín en cada paso. Un baile de coqueteo, asqueroso, vil, despiadado, vulgar... Pero a él le hacía desear ser ella, le hacía querer sentir sus manos robustas por su espalda, quería cruzarle las piernas por la diminuta cadera mientras la noche los escondía, donde ese joven quemaba su piel con sus fuertes manos.

Se saboreó, ansioso, nervioso, entendiendo que esa ilusión no podía ser real.

El espectáculo terminó, era tiempo de irse. La calle estaría fría pero le ayudaría a su cuerpo a bajar el calor que le dio por sus pensamientos impuros.

La calle estaba fría, la mano que tomó su muñeca y le arrinconó en un maloliente callejón no. Lo sabía. Sus manos firmes iban a marcar tan placenteramente su cuerpo que solo pudo deshacerse en sus brazos.

Lovers 『KiriBakuShima Week2019』Donde viven las historias. Descúbrelo ahora