capítulo único: el chico del paraguas rojo

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La verdad era que yo estaba rota. Rota, tal vez desde que nací. Pensé que nunca nadie, en especial yo, podría juntar mis trozos de nuevo alguna vez.

Pero él me reparó.

Ocurrió lento, pero lo logró. Hoy en día, podría decir que casi estoy completa. Casi.

Sucedió un día lluvioso, en el cual yo ni siquiera me molestaba en cubrirme, donde las frías gotas de lluvia se combinaban en perfecta armonía con el llanto cálido que corría por mis mejillas. Me encontraba de pie, dejando que la gélida lluvia de invierno se llevara la oscuridad. Que se llevara la suciedad. Que se llevara mi suciedad.

Y entonces, ya no pude sentir las heladas gotas caer sobre mí. Sobre mi cabeza, había un paraguas rojo. Y sosteniéndolo, había un chico, que a primera vista, también era rojo. Me le quedé viendo.

El chico sonrió, como si no pasara nada.

─¿Está usted bien?─ preguntó.

Su voz, de alguna forma era cálida. A pesar del frío que me calaba hasta el alma, su entera presencia, era cálida. Me fijé en sus hoyuelos. Y me perdí en sus ojos.

Aquel día lluvioso, bajo ese paraguas rojo, con el chico color canela, se marcó el inicio. El inicio a lo que para mí, sería una nueva vida.

Nam, marcó un antes y marcó un después.

Se convirtió en mi después, en mi luz, en mi soporte, en mi héroe. En mi paraíso.

Namjoon se convirtió en mi todo.

Con su sonrisa despreocupada. Sus preciosos hoyuelos. Sus ojos amables del color de la miel. Su cálida piel morena, brillante a la luz del sol. Sus brazos fuertes y sus palabras de aliento, que se encargaron de sostenerme cada una de las veces que sentía que ya no podía más, sin cansarse de ello, a pesar de que fueron muchas.

Nam se metió en mi alma. Y me sacó de mi infierno.

No más días pasando hambre. No más días ocultando heridas y moretones. No más días escondiéndome de mi familia. No más días llorando hasta dormir.

No más días queriendo morir.

Nam se llevó todo eso, y en su lugar, trajo cosas buenas. Poco a poco, juntó mis piezas. Y me dio unas nuevas. Sin que yo lo pidiera, él me compartió de las suyas.

Donde antes había vacío, grietas y huecos que no podía llenar ni reparar, él dejo motivos, encargándose de rellenar y sellar todas y cada una de mis heridas en el proceso. Me enseñó cosas que aunque siempre se habían encontrado ahí, yo nunca había visto en mi vida.

Como la vista del sol alzándose por la mañana, desde el balcón de su pequeña habitación. Los tonos mágicos del cielo al atardecer, aquel día que me llevó a lo alto de la montaña. El penetrante y dulce olor de las flores y del bosque, cuando fuimos de visita a su pueblo natal. El majestuoso océano azul, salvaje y lleno de vida, cuando me llevó por primera vez a la playa. El brillo parpadeante de las estrellas, que vimos acostados sobre una manta en una bonita llanura a las afueras de la ciudad. La belleza de la luna cambiante, que se encargaba de bañarnos con su luz plateada cada noche que teníamos la dicha de contemplarla. Lo maravilloso que puede ser un libro, acompañado de una taza de café. El poder que tiene la música, cuando uno se permite perderse en ella.

Como es que se siente la felicidad. El efecto calmante que ejerce en ti la risa de esa persona especial. Lo increíble y explosivo que puede ser un primer beso. La seguridad que pueden ser capaces de transmitir unos brazos. La calidez que un cuerpo puede emitir al dormir junto a él. Lo precioso que puede ser hacer el amor con la persona que amas, escuchando tu canción favorita de fondo. Que puedo ser amada y que también puedo amar.

Me enseñó eso y mil cosas más. Y aunque ya pasó el tiempo, cada día, se las arregla para enseñarme más. Para repararme un poquito más.

Namjoon fue y es para mí, un milagro.

Porque consiguió reparar lo irreparable.

Y hacer de él algo fuerte.

Hacer de él, hacer de mí, algo hermoso.

***

Kintsugi es el arte japonés de recomponer lo que se ha roto. Cuando una pieza de cerámica se rompe, los maestros kintsugi la reparan rellenando las grietas con oro o plata, resaltando de este modo la reconstrucción, porque una pieza reconstruida es símbolo de fragilidad, pero también de fortaleza y de belleza.

KintsugiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora