Capítulo 3-1

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-Rubí-

Han pasado ya dos semanas desde la pijamada y bueno... Iba todo bien hasta que Daisy apareció... Realmente no quiero... No quiero de recordarlo... Ugh me da escalofríos, ya no veré a a Daisy de la misma forma...

Desafortunadamente, mi plan para acabar  con Jessica no funcionó y lograron salvarla... Ahora tendré que buscar otro método para sacarla del medio y luego me encargaré de Daisy... Pero ahora tengo algo más importante que hacer ya que Jade no ha aparecido en los últimos días, y a este paso no podré mantener la calma... Lo bueno es que hoy es sábado, así que le haré una visita... Espero que no le haya pasado nada grave.

- Más tarde -

Toqué la puerta pero nadie abrió, solo escuche un leve gemido; al ver que la puerta no tenía llave, decidí entrar sin hacer ruido. Empecé a subir lentamente las escaleras por dos razones: No hacer ruido... Y... No perderme.

Nada más subir, noté una luz en la primera habitación que vi, por lo que me acerqué y me asomé levemente... Y ahí estaba: Jade estaba vomitando en la taza del baño.

—... Malditos... Sean... almuer-... gulp... -sos clandestinos...

—¡Jade!... Eh... eh... ¡¿estás bien?!

—Rub-... blerg

Me acerqué y le di un abrazo por la espalda, tratando de calmarla...

—Shh... shhh... ya, ya salió...

—¿...Qu-... qué hac-... haces aquí...?

—Me preocupé. No has ido a la escuela y me pregunté qué te pasaba... Y ya veo qué pasa... 

—... Lamento que hayas tenido que verme así...

—Por mí no hay problema. Quiero conocerte enteramente. Hasta en tus peores momentos. Por eso... Si sigues mal... ¿No te molestaría que viniera a cuidarte?—Le mostré la mejor de mis sonrisas.

—Pues...— Y con mi eterna suerte, se oyó que tocaron la puerta—... Ay no... ¿Ahora qué?

—Iré yo, ¡No te muevas ni te alteres!— Me levanté y corrí hacia la puerta.

Daisy.

Debí esperarlo.

—¿Qué haces aquí?—Pregunté, acomodándome de una forma en la que ocupaba el espacio de la puerta y dejaba la sensación de "no puedes pasar, lárgate." Aún así, Daisy ni se inmutó, no noté que se intimidó. De hecho, se puso a la defensiva.

—Recuerdas que no eres la única que se preocupa por ella, ¿Verdad? No actúes como si fueras su mamá.— Estaba con el ceño fruncido. Y más bien fui yo quien se intimidó.— Quiero verla.

—Justo ahora no está de humor para ver a nadie más. Así que... Vuelve en...

—No pregunté nada. Quiero verla. — La voz de Daisy era firme.

—No. No te dejaré verla. Yo estoy aquí y yo la voy a cuidar, ¿Entiendes?— Yo también seré firme. No dejaré que me la quite— Así que será mejor que te vayas.

Harta, Daisy se acercó a mí con la mandíbula tensa. Cuando vio que no me moví, me empujó. Hice fuerza y volví a mi lugar, ocasionando que chocáramos y que ella volviese a empujarme.

—¡Hazte a un lado!— Ordenó. Se notaba la furia en su voz.

—¡Oblígame!—La reté.

—Pues si eso quieres...—Murmuró. Fue mala idea retarla, Daisy es más fuerte de lo que creí: vio que estaba defendiéndome la parte superior, así que me atacó por las piernas: me cargó. Aunque tiene la mala suerte de ser de menor estatura; aprovechando esto, me puse lo más pesada que pude y ambas terminamos en el suelo.
Lo siguiente que pasó parecía programa de comedia: ella, al ver que ya no cuidaba la puerta, y sin preocuparse de levantarse completamente, corrió hacia esta. Mi reflejo fue tomarle el pie antes de que llegara, lo que le hizo caerse. Su reflejo fue levantarse, aunque volvió a caer porque la tenía agarrada. Estiró la mano para poder apoyarse en la puerta y librarse de mi agarre.

Así nos encontró Jade.
A pesar de estar enferma, se enojó por la tontería.

—¿Qué demonios están haciendo?

— ¡Puedo explicarlo!—Grité yo, mientras Daisy gritaba al mismo tiempo:

—¡Fue ella!

— ¡Si van a estar con sus payasadas mejor déjenme en paz!—Gritó ella y cerró la puerta, golpeando los dedos más largos de Daisy. Esta última soltó un quejido por ello.

Nos levantamos, limpiándonos las ropas y suspirando. Como si Jade no tuviera suficiente de la pijamada.
Intercambiamos miradas.

—Te tengo un trato: yo la veo de domingo a sábado y tú me saludas a tu mamá.

—Ándale pues.—Me respondió, frunciendo el ceño.—Esto es en serio. No te desharás de mí tan fácil con tus chistecitos.

—Está bien, entonces... Mira... La cuidaremos esta semana, o sea, empezando mañana. Un día tú, un día yo.

—No es justo. Es número impar. Alguien la verá una vez más.

—... Entonces... Hagamos un "Todo o nada." Al final de la semana le preguntaremos que a quién prefiere para que la cuide. La ganadora se quedará, y la perdedora no tendrá más que resignarse y esperar a verla hasta que se alivie.

—Me gusta el trato, es más justo.—Sonrió, aquella sonrisa tenía tanta seguridad de que iba a ganar que yo sentí que ya había perdido y ni siquiera habíamos empezado.

Sellamos el trato con un apretón de manos.
Espero que la suerte se quede de mi lado...

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