Capítulo 4

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Yoongi estuvo el resto de la tarde ocupado, aprendiendo todo lo que podía sobre Styx. Cuando la noche se hizo presente, Rosé le acompañó hasta la que sería su habitación durante un tiempo indefinido. Claro que tenía algunas normas. Por ejemplo, no podía salir del edificio sin estar acompañado por alguien. Y, además, habían ciertos horarios que debía respetar.

Aquello no era tan malo como había pensado al principio. O, al menos, no lo parecía.

Suspiró y se tumbó en la gran cama de matrimonio situada en medio de la habitación. Acostumbrado al pequeño espacio que le ofrecía su apartamento, todo esto le parecía algo demasiado lujoso, demasiado gigante para lo pequeño que era él. Porque sí, Yoongi era perfectamente consciente de que era bajito comparado con otros. O quizás el resto del mundo era demasiado gigante.

Giró la cabeza y miró el objeto que reposaba en la mesita de noche; una pequeña chapa de metal con su apodo que tendría que sujetar a su ropa siempre que estuviese en Styx. En resumen, hasta que acabase la misión. Que, en realidad, tampoco sabía qué tenía que hacer. Su jefe tan solo le había comentado que debía infiltrarse en la mafia y ya. Él no había preguntado más, y ahora tampoco podía comunicarse con su antiguo trabajo, puesto que había estrellado su teléfono contra la pared de su apartamento.

Se maldijo en voz baja cuando se dio cuenta de que otra vez estaba pensando demasiado. Era de noche, seguramente de madrugada, y él cruzaba los dedos para poder dormir aunque solo fuesen un par de horas. Si se detenía demasiado a analizar sus pensamientos, el poco sueño que tenía se esfumaría, y él volvería a pasarse la noche entera en vela.

Pero, como había esperado, sus deseos de dormir no tuvieron final feliz. Acabó tumbado con los ojos abiertos de par en par, que se negaban a cerrarse, mirando al techo como si fuese la cosa más interesante del mundo.

A la mañana siguiente, Yoongi se vistió con tranquilidad e intentó acordarse del camino al comedor. Obviamente, su memoria no daba para tanto, y pronto se encontró a sí mismo en un pasillo que no conocía, más perdido que un pez fuera del agua. Intentó volver tras sus pasos, pero se perdió aún más. Styx era un laberinto de habitaciones y recovecos.

—¿Y ahora que hago? —preguntó al aire, frustrado.

—Eso depende de a dónde quieras ir —habló una voz desconocida. Yoongi se giró a mirar al recién llegado, un hombre alto, de sonrisa cuadrada y ojos cálidos—. Pareces un poco perdido.

Estaba a punto de negarlo, de decirle que no necesitaba ayuda y que podía arreglárselas solo, pero ambos sabrían que mentía. Era demasiado orgulloso para su propio bien. Y, en momentos como ese, lo mejor era dejar el orgullo de lado y admitir que estaba teniendo problemas y que necesitaba que alguien le echase una mano.

—Lo estoy —reconoció con resignación—. Esto es enorme. Intentaba llegar al comedor, pero creo que me he perdido un poco bastante.

—No pasa nada —sonrió el chico. ¿Todo el mundo en Styx llevaba siempre una sonrisa o qué?—. Puedes venir conmigo si quieres, también iba hacia allí.

—Eso estaría bien.

El chico comenzó a caminar, siendo seguido de cerca por Yoongi, que observaba el camino que estaban siguiendo con ojos atentos, intentando memorizarlo. No recordaba aquellos pasillos, y anotó mentalmente el prestar mucha más atención. Tenía que empezar a recordarlo todo, incluso el más mínimo detalle. Tenía que recordar cualquier cosa que le pudiese llevar a acabar con esa mafia.

Cuando llegaron al comedor, aquel desconocido le arrastró hasta su mesa, y no le dio opción de alejarse. Parecía que quería que se quedara con él. Así que Yoongi suspiró y se resignó, sentándose y esperando a que el otro hablase. A él no le gustaba mucho iniciar las conversaciones; era del tipo callado, de los que preferían escuchar y analizar antes que hablar. Aquella habilidad le había comportado una gran ventaja en su trabajo.

Sweet Surrender |Yoonmin|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora