La luz del mediodía que entraba, invasiva, por la ventana del comedor me trajo de nuevo al mundo real. Abrí despacio los ojos deseando con todas mis fuerzas que aquello que sospechaba que había pasado horas antes no hubiese sido más que un vil sueño. Pero no, todo había sido real; demasiado real para mi gusto. Los párpados me pesaban horriblemente y yo sabía que sólo eso era posible cuando me había pasado horas llorando. Tenía los ojos tan hinchados que hasta me dolía pestañear. Joder, qué puta mierda era ser alérgica a mis propias lágrimas.
No sé cuánto tiempo estuve envuelta en mi sollozo desde que se fue Mimi de mi casa. Sólo sé que estaba en el sofá, donde me había quedado en cuanto cerró la puerta, intentando espantar en vano mi dolor. Puta, si lo hubiera sabido no habría ido en su búsqueda la noche anterior. Aunque, bueno... Me quedé pensándolo mejor. Mirando la parte positiva, había vuelto a ver su mirada sumergida en la mía, su verde se había vuelto a mezclar con mi marrón en una danza de palabras infinitas acompañadas de sonrisas que sólo entendíamos ella y yo. Había podido estrecharla entre mis brazos, recrear de nuevo ese oleaje de sensaciones que me invadían cada vez que sus manos rozaban cualquier zona de mi piel al descubierto, o incluso por encima de la ropa, o sin tocarme siquiera. Sí, Mimi era capaz de hacerme estremecer como nadie con tan sólo su presencia. Y oh, puta, había podido disfrutar de sus besos, esos besos que sabían a libertad, a respiro, a estar en casa por fin después de esos meses sin ella. Su perfume me había envuelto en ese aura de recuerdos pretéritos donde sólo existíamos ella y yo, y ahora su olor permanecía intacto en mi piel como si no hubiera pasado el tiempo. La había tenido conmigo de nuevo, casi casi como antes: mirándome como antes, riéndonos como antes, besándonos como antes, deseándonos como siempre... Y eso era algo que jamás hubiese creído posible después de todo.
Había vuelto a tenerla conmigo durante unas horas. Tenía que quedarme con eso, no podía volver a flaquear ahora que había conseguido tanto.
Ese último pensamiento me animó lo suficiente como para levantarme, recoger las cervezas de la noche anterior y vaciar el cenicero en la cocina. Después me encaminé al cuarto de baño, me desnudé y dejé que una larga ducha de agua caliente espantara cualquier rastro de sensaciones negativas que todavía se negaban a separarse de mi cuerpo. Al salir, me sentí mucho más renovada y con la energía suficiente como para hacer algo de provecho ese día. O simplemente, hacer algo, de provecho o no, daba igual; me conformaba únicamente con no volver a decaer y a dejar que mi ánimo se viera envuelto en la misma nebulosa desesperada de estos meses atrás.
Lo primero que pensé fue que tenía que volver a poner en orden mi vida. No sólo había hecho las cosas fatal con Mimi: también había dejado de lado a mis amigos, mis hermanos del alma, las personas que mejor me podían haber entendido y apoyado. Apartarme de ellos había sido otra de las mayores estupideces que había cometido nunca y no estaba dispuesta a que eso continuara siendo así. Sin pensarlo mucho más, me senté en el sofá, desbloqueé mi móvil y llamé a la primera persona con la que quería arreglar las cosas. Sonó durante varios tonos, pero finalmente descolgó.
- ¿Ana?
- Hola, Roi. -Un silencio demasiado incómodo se adueñó de la situación durante unos segundos.
- Ana... ¿Qué pasa? ¿Cómo estás?
- Bien, ¿y tú? -Odiaba este tipo de conversaciones prefabricadas que nunca se habían dado entre nosotros. A una parte de mí le dolió ver cómo había cambiado todo en apenas un par de meses, pero tal y como estaban las cosas, sólo podía agradecer que al menos me hubiese cogido el teléfono.
- Bien, bien, todo bien... Pero bueno, vamos al grano. Dime, ¿a qué se debe esta llamada? ¿Necesitas algo? -Y ahí estaba Roi, mi amigo, mi hermano, que a pesar de todo seguía estando ahí para mí, para lo que yo necesitara, sin rodeos... Sonreí.
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Indeleble [WARMI]
FanfictionIndeleble: aquello que no se puede borrar ni quitar. Que es inolvidable. Como tú.