C2: La Carta

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—Come —me exigió mamá, dejando el desayuno delante de mí en la mesa de la cocina. Encogí ligeramente los hombros y le di un buen mordisco a uno de los hot cakes. Estaban buenísimos. 

A pesar de todo mi cansancio mental y físico, me esforcé muchísimo por ocultar mi estado de ánimo, sólo para que mamá no me cuestionara sobre Charlie. 

—Pensé que hoy en lugar de ordenar todo el día podríamos ir a explorar la ciudad, ¿que dices?

—Sí —tragué —. Suena bien. 

Mamá sonrío con satisfacción. 

Apenas eran las 10 de la mañana. Habíamos llegado al nuevo edificio a eso de las dos. Subimos por el elevador hasta el séptimo piso y tan solo pusimos un pie dentro del departamento nos quedamos rendidos en el sofá polvoriento. Mamá en el largo y Jarrod y yo en cada uno de los sillones pequeños. Dormimos como la mierda, pero despertamos hace una hora y estábamos arreglando un poco el lugar antes de desayunar.

—Niñas —soltó Jarrod desde el pasillo —, iré a comprar algunas cosas, ¿quieren algo? ¿Dulces? ¿Una botella de vodka?

—¡Hmm! ¡Sí! —dije muy emocionada, aun con la boca llena —. ¡Una de esas por favor!

—No, nada de eso —contradijo mamá en un tono algo áspero —. Trae algunas cosas para limpiar. Éste lugar está lleno de polvo. ''Uno de los mejores condominios de Simantis'' y ni siquiera se toman la molestia de mantener los departamentos limpios.

Sólo de pensar en el polvo hizo que me sintiera alérgica al mundo.

—De acuerdo — concluyó Jarrod y me guiñó un ojo, eso significaba que me compraría la botella a escondidas de mi madre —. Volveré en unas horas. Hasta entonces.

—Nosotras saldremos también, puedes tardarte lo que quieras pero no te pierdas —le avisó.

Ahora que lo noto, Jarrod era un sujeto bastante cool y amigable, a pesar de ser un testarudo la mayoría del tiempo. —Sí. Pásenla bien —dicho esto, Jarrod cerró la puerta del departamento, marchándose.

Él y mi mamá se llevaban muchos años de diferencia. Mamá tenía cuarenta y tres y él tan solo treinta y uno. Ella siempre decía que su hermano menor era un enigma que nadie se molestaba en resolver. Ni mis abuelos, ni siquiera su propia ex esposa, porque era como intentar mirar nuestros propios ojos sin un espejo. Pero yo no entendía su complejidad; el parecía bastante tranquilo, pese a que no había convivido demasiado con él sino hasta hace unos meses... pero nos la llevábamos muy bien.

Mamá se fue al baño a terminar de arreglarse antes de salir a conocer un poco la enigmática ciudad de los bosques. Ya veo por qué le dicen así, tan solo me asomé a la ventana y se puede ver un mar de arboles a unos cuantos kilómetros de aquí. 

Tenía que admitir que me hacía sentir muy tranquila haberme alejado, incluso de mi celular, el cual seguía sin batería en algún lugar. 

Iba a dar otro mordisco a uno de mis hot cakes, cuando alguien tocó el timbre. 

Me levanté de la mesa con frustración y emitiendo un gruñido mientras crucé entre los muebles para ir a abrir la puerta —¿Qué se te olvidó, Jarrod? 

Giré la perilla y abrí la puerta, hasta que pude ver dos rostros afuera en el pasillo: uno de ellos, era una señora como de unos sesenta años, supongo, de cabello grisáceo y grandes pechos. Y lamento tener que fijarme en eso, pero es que eran realmente enormes, eran casi tan grandes como pelotas de fútbol. Vestía un bata color turquesa, adornada con dorado y traía en sus manos joyería aparentemente fina y una pequeña bandejita con panecillos. A la izquierda de la señora, estaba parado un chico regordete, posiblemente de mi edad, con cabello negro y vestido de pies a cabeza con el color de muerte: el negro. La comisura de sus labios estaba torcida, delatando sin ninguna pena su incomodidad.

Creepy Woods - El Archivo XXIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora