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Elliot, Elliot, Elliot.

Llegar a casa era lo que más necesitaba. Los fines de semana no eran suficientes.

Mis padres me recibieron con el mismo amor y cariño de siempre, con mi cuarto ordenado y uno que otro regalo en la habitación. No esperaba que sea una guitarra nueva, que venía insistiendo hace meses en querer aprender a tocar. Desde el primer día no la solté.

Ya había pasado una semana desde que comenzó el verano, Kim llamándome de vez en cuando para saber qué tal mi día, a pesar de ser cada vez más cortas mis conversaciones con él.

De todos modos, ignoraba el celular para poder estar relajado.

La guitarra no era lo único nuevo en mi vida, para nada.

El segundo día que pasé ya en la estancia. Conocí a gente nueva, una pareja joven que acababa de mudarse cerca de nosotros.

Ella era una italiana, delgada, manos finas y suaves, voz melodiosa y cabello negro siempre recogido, él, un lugareño rubio bastante masculino, manos fuertes y profunda entonación.

La cara del hombre me recordaba bastante a una chica popular del otro instituto, el de solo para chicas. Se llamaba Zoe, y su cabello rubio, pecas y ojos redondeados llamaba la atención de quien la viera.

Principalmente del nuevo juguete de Kim, Manuel.

El ser popular en el instituto hacia que toda la información del resto de los estudiantes llegara fresca a mis oídos, y sabia por buenas lenguas que él estaba interesado en ella. Eso no evito que decidiera lanzarse directamente a la telaraña de Kim.

Con él no pude interactuar demasiado, solo un par de veces cuando mi amigo decidía preocuparse por lo que le pasaba, como hacía con todos. No era nada especial, podría pensar que se acercaba con segundas intenciones, si no fuera por la facilidad que se retiraba de escena, a diferencia de muchos otros, que intentaban volver a integrarse a nuestro casi exclusivo grupo de dos.

Dos, siempre fuimos dos. Él y yo. Y me gustaba así.

Volviendo a lo que hablaba, esa joven pareja me encontró sentado en la rama de un árbol, cantando en voz baja una letra que acababa de pensar, y que llamó la atención de ambos gratamente.

- Samuel, ¿escuchas eso?

Fue lo que dijo ella, antes de levantar la mirada junto a su acompañante. Parecía haber interrumpido su picnic, y cuando intenté disculparme, me pidieron que repitiera lo que acababa de cantar.

Monzón veraniego, tierno Monzón

De mi sol eres la lluvia

Nadie te quiere conmigo

Por tapar mi brillo y luz

Ven conmigo, dame frío

Dame lo que necesito

Monzón veraniego, dulce Monzón

Vamos a florecer

No era nada de lo que me sintiera orgulloso, era algo simple, hasta insulso en lo que arte se considera. Estaba seguro de que Kim haría algo mejor con los pensamientos que tanto se guarda en la cabeza.

- Tienes una muy linda voz, muchacho.

Una tercera voz fue la que escuché. Y ahí estaba él. Era un amigo reciente de la pareja, un vecino que también visitaba su casa de verano para relajarse de todo. Y era muy guapo.

Rubio, alto, manos grandes, ojos penetrantes y semblante misteriosa.

Él fue quien nos invitó a la fiesta que estaría organizando, era para todos los vecinos, y acepté encantado la invitación. Mis padres no quisieron asistir, pero me permitieron ir de todos modos.

Dime Todo Sobre ÉlWhere stories live. Discover now