DIEGO

68 2 0
                                    

El sol me despertó esta mañana luego de haberme quedado hasta tarde leyendo el correo de un anónimo. Alguien llevaba varios días enviándome una historia por partes, y anoche envió el capítulo final. Una historia triste que dudo sea verdad, porque ¿a quién le pasan tantas desgracias juntas?

Olvidándome de aquella historia, empecé a prepararme. Era doce de agosto y mi boda se llevaría a cabo esa mañana y ya iba tarde.

Luego de varios años, volví con una novia que tuve en el colegio. Mis padres estaban felices cuando les di la noticia de nuestro compromiso el pasado febrero. Yo también estaba feliz, vivía una vida hermosa a pesar de tener pequeñas lagunas mentales luego de una caída que tuve durante el invierno casi dos años atrás al practicar esquí.

A los once de la mañana, tome mi automóvil y me dirigí a la iglesia. Cuando llegue, todos los invitados ya estaban allí, solo faltaba la novia. Me acomode en mi lugar en el altar y me dispuse a esperar la llegada de Angélica.

Veinte minutos después, la melodía nupcial empezó a sonar y gire para ver cómo se acercaba mi novia al altar. Bucles dorados adornaban su rostro y su cuello, sus ojos azules me miraban con adoración y me dedico una hermosa sonrisa, la cual no pude devolverle porque en ese instante el destello de otra sonrisa atravesó mis pensamientos. Solo duro un segundo pero fue suficiente para que me distrajera.

Decidí pasarlo por alto y cuando Angélica llego a mi lado, la tome de la mano.

El sacerdote dio inicio a la ceremonia pero yo estaba distraído. Había soñado la noche anterior con unos rizos y unos grandes ojos marrones, y mi cerebro estaba tratando de recordar donde los había visto antes.

Mi distracción era tal que todo pasó muy rápido y llegó el momento de pronunciar los votos, yo tenía que empezar:

—Angélica, hoy te tomo a ti como mi hermosa y amada esposa —apenas había empezado a hablar cuando mi cerebro grito otro nombre «Evelyn». Decidí ignorarlo y proseguir con lo que tenía que decir— prometo respetarte, cuidarte y...—. No pude seguir hablando. Miles de recuerdos llegaron a mi mente causándome un fuerte dolor de cabeza. Evelyn y yo en el mismo altar cinco años atrás. Evelyn y yo pasando unas vacaciones en la playa. Yo decorando una habitación con cosas de bebé. Evelyn contándome que estaba embarazada. Evelyn perdiendo nuestro primer hijo. Evelyn. Evelyn. —¡Evelyn!—. Salió de mí un grito ahogado.

Luego a mi mente llego el correo de anoche:

«Mientras tu estés empezando una nueva vida, yo estaré terminando la mía...», fue lo que Elizabeth le escribió a Dylan. Dylan soy yo. Elizabeth es Evelyn.

Sin mirar atrás, salí corriendo de la iglesia y conduje apresurado a casa. Estaba realmente asustado y temí que al llegar fuera demasiado tarde. Al llegar allí, aporree mil veces la puerta y llame a gritos a Evelyn. Nadie respondió. Sin esperar un segundo más, rodee la casa y salte la cerca, sabía que la puerta trasera siempre estaría abierta.

Una vez dentro corrí escaleras arriba y en mi interior iba rogando que no fuera demasiado tarde. Llegue hasta la puerta de la habitación principal pero allí no había nadie. No estaba mi Evelyn. En la pared lateral, la luz se escapaba por debajo de la puerta del baño y corrí hacia allí.

El piso del baño estaba mojado y tras la cortina se podía escuchar como caía el chorro del agua. Al descorrer la cortina, vi que la tina estaba llena y de allí se desbordaba el agua; en el fondo estaba Evelyn.

La saque de allí y empecé a reanimarla. Estaba realmente asustado creí que ya la había perdido cuando de repente escuche como empezó a toser y a escupir toda el agua que había tragado.

Cuando se calmó, la abrace con fuerza y le susurre al oído:

—No vuelvas a asustarme de esta manera de nuevo. No soportaría perderte.

Permanecimos llorando en aquel frío y húmedo suelo hasta que anocheció. Con un último "feliz cumpleaños" de mi parte, nos dejamos caer en los brazos de Morfeo.

Tu eres mi destinoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora