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—Existía la posibilidad que al despertar, el paciente presentara pérdida parcial o total de memoria.

El doctor les había explicado a los padres de Dylan y a ella la situación de él pero en la cabeza de Elizabeth solo se repetía la misma frase: «pérdida total de memoria». Dylan había despertado dos días atrás y con mucho esfuerzo había podido recordar su propio nombre y reconocer a sus padres. También había recuperado algunos recuerdos del colegio pero le era imposible recordar cuando se graduó o cuando ingreso a la universidad, aun menos podía recordar cuando conoció a Elizabeth o cuando se casaron. El medico les había explicado que con terapia y tiempo, él podría llegar a recuperar todos sus recuerdos, pero Elizabeth sabía muy bien lo que en realidad ocurriría.

El quince de enero el jarrón finalmente impactó contra el suelo rompiéndose en mil pedazos cuando Irene y Eduardo le prohibieron que se volviera a acercar a su hijo. Finalmente tenían una excusa para alejar a Dylan de ella, y esta vez el pobre hombre no podría protestar.

¿Por qué en pleno siglo XXI aún existe el racismo? ¿Acaso esas personas racistas no se dan cuenta que todos somos iguales y tenemos las mismas capacidades a pesar del color de piel?

Sé que no tienes las respuestas a estas interrogantes. Pero de verdad me enoja que por personas como Irene y Eduardo, personas como Elizabeth no puedan ser felices.

Elizabeth no pudo volver a ver a Dylan y un mes después de que le dieran el alta a este, un sobre llego a casa de ella. Era la solicitud de divorcio. Allí hablaban sobre repartición de bienes, lo que implicaba que Elizabeth tenía que vender la casa para repartir el dinero a mitad. Ella se negaba a abandonar el lugar donde fue tan feliz por casi tres años. Así que con ayuda de su padre pidió un préstamo al banco para poder comprar la mitad que pertenecía a Dylan. Con esto, en el mes donde cumplirían su cuarto aniversario, ellos quedaron oficialmente separados.

Ya puedes imaginarte el dolor que sintió nuestra protagonista. Por muchos años creyó que vida era perfecta, trabajando en lo que amaba y casada con el amor de su vida, pero todo se derrumbó de un segundo a otro, sin que nadie pudiera imaginarlo.

Así como su padre le pidió, Elizabeth se esforzó en ser fuerte. Retomo su vida y ante el mundo fingía estar bien, pero cada noche al volver del trabajo, ella se rompía de nuevo.

Durante los siguientes meses, aprendió a convivir con el dolor que le suponía su pérdida, pero este se intensifico cuando una noche descubrió algo que la término por destrozar.

Elizabeth no era una mujer de redes sociales pero después de su divorcio, se volvió adicta a revisar cada noche el perfil de su ex esposo. Sabía que él había comenzado una nueva vida y que estaba saliendo con alguien, saber eso último le había dolido pero lo que descubrió aquella noche de febrero le rompió aún más el corazón.

Él había publicado una foto donde estaba con su nueva novia y aquella rubia estaba feliz mostrando un anillo y en el pie de foto él escribió: «¡Dijo que sí!».

La tristeza que invadió a Elizabeth fue tan grande que se ausento de su trabajo. No salía de la cama y ni siquiera comía. Su preocupada madre iba a visitarla cada día pero no obtuvo buenos resultados, la joven ni siquiera se levantaba a abrirle la puerta e ignoraba todos los llamados a la puerta. Al cabo de una semana su padre fue a visitarla pero no insistió en tocar el timbre, el hombre forzó la puerta y entro con sigilo a la casa. Al llegar a la habitación principal, encontró a su hija en un estado miserable. Los huesos de sus mejillas se notaban más y el rojo en sus ojos demostraba cuanto había llorado.

Con la paciencia que caracterizaba al noble hombre, se dispuso a levantar a su hija de la cama y la obligo a tomar un baño. Mientras ella se duchaba, él preparó una sopa de pollo, algo liviano para que recuperara fuerzas, y se quedó toda la noche junto a su hija velando para que descansara y no llorara más.

Al día siguiente antes de irse le hablo:

—El propósito de un padre es la felicidad de sus hijos. Cuando estos se van de casa, lo único que uno quiere es que jamás sufran y que nunca les falte nada. En ciertos momentos, los problemas llegan a la vida de nuestros y a pesar que nos gustaría hacer algo no podemos hacer nada. Elizabeth, tu eres mi única hija. La única hija que tuve y el día que te tuve en mis brazos por primera vez y me devolviste la mirada con esos hermosos ojos que tienes, me jure a mí mismo que no iba a permitir que sufrieras. Mediante ibas creciendo, me di cuenta que era imposible. El sufrimiento es parte de la vida y así como yo sufrí, tuve que dejar que tú sufrieras también. Es parte de crecer.

»Hija mía, no permitas que el dolor te doblegue, tu eres sinónimo de fortaleza y sé que podrás superar este y cada uno de los obstáculos que te ponga la vida. Solo, por favor, no te rindas. Haz sentir orgulloso a este viejo porque crió bien a su muchachita.

Después de aquellas palabras que hicieron mella en el corazón de Elizabeth, el buen Henry murió un mes después por culpa de un paro cardíaco.

Tu eres mi destinoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora