Pocos días después, el Duque Armagnac, invitó a cenar al Conde Lefebvre, en un acuerdo mutuo para callar las malas lenguas, ambos, se entendieron mágicamente y nosotras pudimos volver a los encuentros furtivos, poco a poco los rumores perdieron fuerza, pues ahora el Duque y el Conde, parecían tener una buena amistad, ellos pasaban los fines de semana en nuestras propiedades, e incluso, dejó en nuestras manos la fiesta en honor del vigésimo cumpleaños de Alice.
Esta celebración se realizaría en nuestra casa, y como regalo de agradecimiento el Conde mandó a construir un laberinto en el jardín que sería la atracción principal para la hora de los juegos previo el baile, así que durante el día me encargué de supervisar todo para la noche especial de mi amada. Mi hermosa Alice llegó al atardecer, acompañada por varios sirvientes y yo no pude más que admirar lo preciosa que se veía. Mi corazón casi se detuvo al verla con aquel vestido que había mandado a hacer exclusivamente para ella y que había enviado a su casa ese día por la mañana. Se veía como un hermoso ángel de luz mientras que sus cabellos caían en bucles sobre su pálida espalda y hombros. Presurosa me acerqué y tomé sus manos, aprovechando que me era permitido saludarla en ese momento para plantar un par de besos en sus tiernas mejillas. Mi esposo también se acercó a saludarla y tuve que hacer un enorme esfuerzo para no arrancarla de sus garras mientras besaba su mano, pero los interrumpí con rapidez para que el momento no se alargara bajo el pretexto de estar muy emocionada y querer mostrarle todo lo que habíamos preparado para su cumpleaños.
La alejé lo más que pude y pasé a presentarla ante el resto de los invitados que no eran muchos. Todos ellos amigos de mi esposo o del suyo, que, aunque no estaba presente, seguramente había enviado a alguno de sus conocidos a espiarla por si sucedía algo durante la fiesta. Alice parecía estar fascinada con todo lo que habíamos preparado y se notaba en sus ojos brillantes de felicidad. Mis manos temblaban por las ganas reprimidas de querer tocarla y mis labios ansiaban volver a sentir el calor de los suyos. Maldecía internamente el hecho de que hubiera tanta gente y esperaba ansiosa el momento en que pudiéramos estar a solas.
Ese momento llegó cuando la hora de los juegos fue anunciada. El laberinto era la atracción principal y se había decidido jugar algo bastante infantil; las escondidas. Era perfecto hacerlo en el laberinto y las damas presentes parecían encantadas con la idea. Algunos de sus esposos también parecían interesados, pero más que nada, todos querían explorar el susodicho laberinto hecho a base de setos de carpe europeo y photinias rosadas. Se les había ordenado a los sirvientes plantar todo tipo de flores en lugares específicos donde había banquillos para descansar y así poder disfrutar en lugares semi escondidos. Sabía que sería un poco arriesgado, pero mi deseo de estar con Alice era demasiado fuerte para contenerme.
Nos adentramos sin cuidado alguno, ignorando el hecho de que el rocío todavía humedecía el suelo de tierra al no poder secarse por estar a la sombra de los setos. No nos importó que nuestros hermosos botines se llenaran de fango y cuando pasamos forzosamente por una de las entradas angostas el vestido de Alice se quedó encajado en una de las ramas de los setos. El suave sonido de la seda desgarrándose fue el único aviso de aquel desastre. Mis mejillas se sonrojaron por la vergüenza de ser la culpable, por no tener la delicadeza suficiente para dirigir a mi tierno ángel. Pude haber herido su pálida piel con mi desespero. Le pedí cientos de disculpas, pero ella solo reía divertida.
Callé su risa de repente al unir nuestros labios en un beso cálido que nos dejó sin aliento. Pude respirar el perfume de sus cabellos y acaricié con ternura uno de los bucles que se había salido de lugar, colocándole de nuevo bien acomodado sobre sus hombros. —Estás tan hermosa, mi pequeña. — Dije de una forma Tan tierna que ella coloreó sus mejillas de inmediato.
ESTÁS LEYENDO
N'oublie pas
Short StoryParis 1785, la historia de dos mujeres que se amaron en la época incorrecta, jurando llevar su amor a la siguiente vida, donde puedan amarse sin reservas.