Alzando las alas

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01/10/1019

Semanas después de la que se conocía como la "masacre en el desierto" en la que se recordaba con mucha pena a los soldados caídos, las tres naciones se recuperaban lentamente.

Ceres contaba con una nueva líder, se trataba de la hija del fallecido jefe anterior. Había ascendido al poder tras unas elecciones en las que intervinieron ciudadanos y representantes de las diferentes ciudades.
Era una chica de joven edad, pero contaba con grandes cualidades pese a su temprana edad. Prometió llevar a su pueblo hacia la posteridad mejor de lo que pudo hacer su difunto padre.
Ceres se encuentra en buena manos.

Naval en estas semanas ha recibido poco más de ciento treinta personas, la terrible experiencia vivida no asusta a George, que es el que está a cargo de todo, pues se ha arriesgado a realizar misiones más alejadas y con menos soldados que han obtenido un sorprendente resultado.
El mapa se va haciendo cada vez más grandes, nuevos territorios se van encontrando junto con nuevos grupos de supervivientes, lo que provoca un aumento rápido de población que aporta trabajadores, soldados y prosperidad.

Yela se ha convertido en la ciudad con más provisiones. Es pequeña en lo que a edificaciones se refiere pero cuenta con grandes extensiones de terreno y cultivos.
Además cuenta con granjas de animales y mucha gente que se dedica a actividades rupestres.
Es la que ofrece alimento a las otras dos naciones cuando éstas se encuentran en escasez.

Es de madrugada, los soldados se fueron a acostar pronto ya que tienen que despertarse hoy temprano para una misión.
Jere se encuentra en su dormitorio, dando vueltas en la cama, está dormido pero parece que algo le atormenta. En su sueño ve la cara de aquella joven que murió en su lugar, recuerda aquel instante en el que sus ojos se apagaron enfrente de él, cuando sintió como su alma se alejaba de su cuerpo y eso le hacía pensar en la responsabilidad que tenía y lo irresponsable que había sido. Se culpaba de su muerte y eso le molestaba al dormir.

Allí estaba ella, con un agujero en el pecho, con la mirada fija en Jeremías que intentaba no mirarla.
-¡Mírame, tú me has hecho esto!- Le decía Carmen repetidamente a Jere.
-¡Yo no quería! ¡No quería que te pusieras delante de mí, debía de ser yo al que le dió la bala! Por favor perdóname.- Rogaba Jeremías.
-Solo era una mandada, no me merecía esto. Tengo familia, amigos, qué será de ellos. Todo es culpa tuya.- Seguía diciendo la chica mientras se acercaba a él.
-Me ocuparé de todo, de aquella chica y aquel chico, van a estar bien. Enmiendaré mis errores lo prometo.- Contestaba Jere asustado que alzaba la mirada para contemplar el rostro de Carmen. Se llevó un susto al observar que se encontraba a pocos centímetros de su cara.
-¡Mientes!- Gritó Carmen. Esto provocó que Jeremías se despertara justo antes de que alguien tocara su puerta.
-Dormilón, ¿ya estás listo?- Era Emil que se encontraba en el pasillo preparada con su arma y catana para la misión.
-Emmm, sí. Un momento, ahora salgo.- Contestó levantándose de la cama de un brinco buscando su armamento.

-¡Soldados! El lugar donde vamos es conocido como el bosque de las aves, está situado a unos kilómetros al sur, contamos con un gran número de nuevos reclutas, sean todos bienvenidos, Jeremías y Emil les darán sus instrucciones, espero que lleven sus respectivas armas y provisiones para el camino. Les espero mañana a esta misma hora, informen de su situación en caso de anomalías. Mucha suerte a todos.- Indicó Steve antes de que todos partiesen.

El camino no era muy largo, en cuestión de hora y media ya se estaban adentrando en el bosque.
Era muy amplio, contaba con una gran cantidad de vegetación, pero sin la presencia de algún mamífero. Era muy ruidoso, parece que estaba habitada simplemente por aves, solo se escuchaba el piar de miles de pájaros.
Enfrente de la tropa compuesta por unos treinta soldados se encontraban Jere y Emil charlando tan amistosamente como siempre.
Desde que se conocen han coincidido en casi todas las misiones y eso les había permitido entablar una buena amistad.
-Pues si, como te lo cuento. Pero sinceramente prefiero...- Decía Emil antes de ser interrumpida por Jere.
-¡Mira! Un aviario.- Dijo Jere asombro. Se encontraban frente a un gran recinto de aves, con la peculiaridad de estar cubierto y no abierta al exterior como es costumbre.
-Creo que debería entrar para inspeccionar la zona, podría haber alguien ahí dentro. Esperadme un momento aquí y entrad cuando os indique.- Ordenó Jere antes de entrar.
Tomó su arma rosada junto con una linterna y entró. El portón de la entrada se encontraba cerrado y le costó abrirlo. Por dentro daba más miedo que por fuera. Estaba todo oscuro y poco cuidado, parecía abandonado. Avanzó pocos metros y se asomó a la puerta.
-Entrad, no parece haber nadie, pero puede que haya algo que nos sirva.- Indicó. Mientras se daba la vuelta para seguir viendo la zona de repente el portón se cerró bruscamente y provocando que se atasque. Los soldados en el exterior al ver esto se acercaron e intentaron abrir el portón, pero era imposible.
-¡Jere!¿Te encuentras bien?- Preguntó Emil preocupada.
-Si, no os preocupéis, continuad con inspeccionando el bosque, yo buscaré otra salida. Tengo el walkie talkie.- Respondió él.
Avanzó dentro del aviario, si se le podía llamar así, parecía más una casa. Contaba con habitaciones y no habían aves, parece que alguien la usó como hogar. Jere andaba lentamente, sentía curiosidad por saber quién había hecho todo eso, no hacía ruido, tenía la sospecha de que alguien siguiera ahí, en mitad de su trayecto se agachó a observar una pequeña palomita metida en una jaula que estaba en el suelo. Entonces sintió como algo tocaba su nuca.
-¿Quién eres?- Preguntó una voz femenina.
-Tranquila, no voy a hacerte daño, ¿has hecho tú todo esto?
-Eso no te importa, ¿quién eres y qué haces aquí?
-Soy un soldado venido de la ciudad de Naval, estoy aquí en busca de supervivientes como tú. No quiero hacerte daño, solo ayudar.
-Haceros daño querrás decir, soy Alicia y estos son mis dos hijos, Ebenezer y Giselle. Ah, y esa de ahí es Jis- Dijo la mujer bajando el arma señalando a la paloma y a sus hijos de unos siete años de edad.
-Siento haberte amenazado, solo protejo a mis hijos, pero tú pareces de fiar.
-No pasa nada, ¿vivís aquí?
-Si, era donde trabajaba mi marido, llevamos aquí desde que empezó todo.
-De donde vengo contamos con un mejor hogar. He de informar a mis camaradas de vuestra presencia, me esperan fuera, pero la puerta está atascada.
-¿Atascada? Esa puerta es un muro, al forzarla para entrar debiste de romperla, me temo que por el momento estamos encerrados aquí dentro.
-Creo que no va a ser problema, cuento con explosivos, buscaré algún lugar donde poder hacer un boquete. Avisaré a los demás.- Dijo Jere mientras cogía su walkie tolkie.
-Emil, Emil hay gente aquí, creo que voy a volar el aviario, estad atentos.
-De acuerdo, nos hemos encontrado con un par de Sinalmas, tened cuidado.

Jeremías, junto a la mujer y los niños avanzaron en busca de alguna pared donde depositar los explosivos.
Decidieron ponerlos junto al portón. Al llegar allí, Jere se dió cuenta de que éste estaba abierto.
-Parece que hemos tenido suerte, la habrán desatascado.-Dijo mientras se disponía a salir. Poco duró la tranquilidad pues fue poner un pie fuera y se le echó encima un Sinalma haciendo que un par de explosivos cayeran al suelo. Jere retrocedió rápidamente asustado y junto a los demás observaron como una orza de seres iban contra ellos.
-¡Corred!- Ordenó. Cogió a los niños y empezó a correr con la mujer.
En mitad de la persecución la mujer cayó al suelo.
-¡Sigue sin mí!¡Protege a los niños!- Gritó antes de ser atrapada por los Sinalma. Así hizo Jere, se escondió en una habitación y atascó la puerta con todo lo que pudo.

Se escuchan golpes en la puerta.
-¿Dónde está mamá?- Preguntó la niña asustada.
-Me temo que se encuentra afuera.
-¿Y está bien?
-Emmm, está en un lugar mejor, me ha pedido que os cuide. Todo va a salir bien.- Intentó tranquilizar a los niños.-Contadme, ¿hay alguna otra puerta para salir de esta habitación?
-Si, aquella, casi no se ve, solo la conocemos mamá, Giselle y yo.- Contestó el niño.
Se dirigieron a la puerta que Ebenezer señaló, pero el pomo de ésta empezó a girarse. Jeremías colocó a los niños detrás de él y apuntó con su arma rosada.
La puerta se abrió, la silueta de Alicia transformada en un Sinalma se dejó ver. Se acercó a ellos lentamente.
-No miréis niños, tapaos los oídos.- Dijo Jere.- Míralos, son tus hijos, son tus hijos Alicia, no les hagas daño.-
La mujer se paró en seco al oír esto, permaneció inmóvil durante unos instantes y entonces dejó caer una lágrima. Después se giró y se marchó. Jeremías con los niños en brazos la siguió, la mujer comenzó a atacar a los demás que eran como ella, les mordía y les empujaba hacia el portón. Cuando consiguió juntar a la mayoría de Sinalmas, cogió los explosivos y miró a Jere.
-Tapaos los oídos.- Dijo él, entonces cogió el detonador y observó el rostro de la que había sido Alicia por última vez.

Se oyó una gran explosión que acabó con todos los seres. Jeremías y los niños salieron al exterior, Emil y los demás soldados les recibían preocupados, pues ellos habían derribado a varios Sinalmas también.
Se pusieron en marcha para regresar de nuevo a Naval.
-Oye Giselle, ¿qué llevas escondido en el pecho?- Preguntó Jere.
-A Jis, lleva conmigo todo el tiempo, es muy mansa, le gusta estar en mi mano.- Acabó de contestar la niña cuando de entre la maleza del bosque se oyó caer una granada de humo.
-¡Emboscada!- Se escuchó gritar. Gracias a la explosión, un grupo superior al de los soldados de rebeldes adivinó la posición de la patrulla de Naval. Era el segundo encuentro entre ambas entidades y parecía la segunda victoria rebelde.
Ya que contaban con ventaja, Emil ordenó una retirada. Jeremías cogió en sus brazos a Giselle junto a Jis, dejando atrás a Ebenezer que había sido atrapado por un rebelde.
Entre los rebeldes, uno que contaba  con un francotirador, se disponía a disparar a Jere y a Emil.
-Déjalos ir.- Ordenó otro de ellos.- Él no puede morir.- Acabó diciendo.

De treinta soldados solo regresaron ellos dos, junto con la niña. Informaron de lo sucedido y se lamentaron por ello. Esto no gustó a George, no se podían permitir más bajas.
Jeremías llegó a su habitación, la niña con la paloma lo seguía. Se acostó en su cama, la niña se acostó con él. Le dió la espalda, se sentía culpable pues había matado a su madre. La niña soltó a la paloma y lo abrazó.
Ese día, Jeremías pudo dormir.

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