narnia

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 estaba profundamente ofendido—. 

Sólo quería decir que... 

—Pretender que yo me meta al agua —dijo el Mono—. ¡Como si no supieras 

perfectamente bien lo débil que los simios tenemos el pecho y lo fácilmente que 

nos resfriamos! Muy bien. Me meteré. Ya tengo suficiente frío con este viento 

atroz. Pero me meteré. Moriré, probablemente. Y entonces te arrepentirás. 

Y la voz de Truco sonó como si estuviera al borde de romper en lágrimas. 

—Por favor, no lo hagas, por favor no, por favor no —dijo Cándido, mitad 

rebuznando y mitad hablando—. Nunca pretendí nada así, Truco, te juro que no. 

Sabes lo estúpido que soy y que no puedo pensar más de una cosa a la vez. Había 

olvidado lo delicado de tu pecho. Claro que seré yo quien entre en la poza. No 

debes ni pensar en hacerlo tú. Prométeme que no lo harás, Truco. 

De modo que Truco lo prometió y Cándido se fue, haciendo sonar clopeticlop 

sus cuatro cascos por el borde rocoso de la Poza, en busca de un lugar por donde 

poder penetrar. Incluso sin considerar el frío, no era ningún chiste meterse en esa 

agua temblorosa y espumante, y Cándido tuvo que detenerse tiritando por un 

momento antes de decidirse a hacerlo. Pero entonces Truco le gritó desde atrás: 

—Quizás sea mejor que vaya yo después de todo, Cándido. 

Y cuando Cándido lo escuchó, dijo: 

—No, no. Tú prometiste. Ahora me meto. 

Y entró. 

Una gran masa de espuma le golpeó la cara y le llenó la boca de agua, 

LAS CRONICAS DE NARNIA:  LA ULTIMA BATALLADonde viven las historias. Descúbrelo ahora