Asfixia

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(No te amaba, jamas lo hice)

No me arrepiento y no hay culpa entre mis memorias.

Te recuerdo como una mancha blanca; cegadora.
Pero no eres una brisa, ni una flor entre veranos.
No eres ni raíz creciendo entre mis brazos.

Las rosas marchitas inundaban el cuarto.
Apestaban a soledad y monotonía.
Ansiedad crecia entre tus venas.
Suplicante: estaba a tu espera.

Quería correr, o quizá volar,
lo que mi libertad consiguiera  primero.

Solo quería aventurarme en un mundo de placeres ocultos y orgasmos ansiosos.

Deseaba estallar, como lo hacías con el resto;
deseaba que me inundaras con tu amargo cariño. 

Sentí tus labios rozar mi cuello, tus dedos envolviendose entre mi superficie .

Respirabas tranquilidad y  desechabas excitación.

Jadeabas y gruñias mientras tus manos descendían a Marte.

Gemi suave, apreté fuerte las piernas.
Mire tus labios y me hundí entre tus musculos.

Acariciabas más allá de lo permitido, arrasando con mi cordura.

Derretiste mis ideas y mi cuerpo tembló; humillado.

Entre toques y mordidas llegaste al limite de mi desnudez; suave y amargo.
Nos cubrió Kali Uchis y su delicado tono azul: húmedo.

Un túnel oscuro se aproximó, derrame placer salado y algo me quebró.
Un disparo entre mi mente y el alma,
una vela incendiando mis palmas.

Me sostuve de tu espalda, enterrando las uñas al hielo.
Te aferraste a una piel roja, hinchada de dolor y rencor,
rebosante de frustración y vulgaridad;
una piel sucia en un cuerpo quebrado.

Nuestras lenguas no tenían filtro,
gritabamos la primer incoherencia que desgarraba nuestras gargantas.

Y fingí.

Llore de dolor aparentando placer
te mordí los labios susurrando melosidades.

(No me amabas, jamás lo has hecho)

Me ahogue en un líquido invisible, como pez tocando tierra fría.

Tu sangre circulaba, llena de gozo.
Mis piernas aun temblaban.

No era placer.

Era el castigo para un alma en pena, tormento para un cuerpo vulgar.

Desvaneciste las lágrimas a través de susurros,
atrapaste mis brazos y los enredaste con acero caliente.

Me encadenaste a una prisión, hecha de vidrio fino,
forjada entre golpes y llanto.

Con falsas palabras de amor,
me aferraste a un muro, oscuro y helado.

Y me abandonaste.
Como ayer, como antes...
Como siempre.

(...No nos amamos, jamás lo haremos).


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