¡Es todo!

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Es una diabla, ¡si la conocieran!
Trabajo para ella hace un año aproximadamente, es exigente, perfeccionista y cruel. Todos corren  hacer lo que ella dice en cuanto lo ordena, la voluntad de ella es la ley para todos, la empresa gira al rededor de ella y por poco también el mundo.

No sé si es por desgracia o fortuna que tengo este empleo, pero lo tengo y espero conservarlo por algún tiempo más...soy su asistente, estoy con ella la mayoría del tiempo a cada parte donde ella va.

Aunque sea un ser ascendido del infierno, no puedo negar lo bella que es, es realmente perfecta. Su nombre es Miranda, Miranda Priestly, la editora de moda más famosa y no se imaginan todo lo que significa salir con ella, estar en sus eventos, en sus salidas, en los eventos a los que le invitan...¡No se imaginan!

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  - ¡Andrea! -Gritó Miranda. -Quiero un Starbucks. Lo quiero ahora mismo. -Le ordenó cuando estaba frente a ella.

  - Miranda, son las 6:00 de la noche, es la hora de más congestión. -Dijo bajo, mirando hacia un lado.

  - No he preguntado las dificultades que podrías enfrentar para conseguirlo, he dicho que quiero uno y lo quiero ahora mismo. -Exigió sin mirarle.

  - No lo haré. He estado enferma y el rocío de la noche me hará daño. -Respondió envalentonada.

Miranda no daba crédito a lo que estaba escuchando. Retiró su mirada del ordenador y se quitó los lentes con el estilo que solo ella podría.

  - ¿Qué has dicho, Andrea? - Cuestionó frunciendo los labios.

  - Lo que has escuchado, Miranda. -Dijo firme acercándose un poco más. -No lo haré.

Miranda se levantó y apoyó su mano en el lujoso escritorio de vidrio.

  - Vamos, voy a perdonar lo que has dicho, busca mi Starbucks y yo haré que no has dicho nada. - Se acercó a ella. Estaban frente a frente, muy cerca. -Ves ahora mismo. -Le ordenó en voz baja, pero firme.

  - No iré, Miranda. ¡No iré! Y ¿sabes qué?  Estoy cansada de todas tus malditas ordenes, de tus exigencias, eres cruel, ¡eres diabólica!

Los ánimos de Andrea empezaban a arder, la bomba tenía que explotar en algún momento, seguro nadie en sus treinta y cinco años había tenido la osadía de darle su merecido a Miranda, nadie le había dicho unas cuantas verdades, nadie la había puesto en su lugar, ¡pues lo haría ella y lo haría ahí!

Tomó bruscamente a Miranda y la colocó contra la pared.

  - ¡Estás loca! Suéltame. -Le ordenó, no gritó, no quería un escándalo, sería lo último que haría.

Andrea no le escuchó, solo giró una cortina que había cerca, de esa forma no podrían verles.

Miranda estaba atrapada entre el cuerpo de Andrea y la pared, tenía las manos hacia arriba y sus pechos eran aplastados por la pared.

  - ¿Hace cuanto no tienes sexo, Miranda? -Preguntó Andrea tocando los senos de Miranda sin dejar de impedirle el movimiento.

Para su sorpresa, aquella pregunta había excitado a Miranda, quien cerró los ojos y mordió su labio inferior. Hacía mucho que no tenía intimidad con su marido, el trabajo también significaba huelga de sexo.

  - Hace mucho, ¿no? Yo te lo haré hoy.

Miranda se dejó hacer, se dejó tomar...se dejó dominar. Ya no se movía, no trataba de zafarse, no murmuraba maldiciones.

Aunque Andrea había cedido en su agarre, ya no presionaba tan fuerte, Miranda seguía con las manos hacia arriba puestas en la pared.

Andrea empezó su castigo.

Bajó la falda de Miranda de un tirón y lo que quedó ante sus ojos robó su aliento, el trasero firme de su jefa  estaba cubierto por unas bragas de encaje.

  - Estas bragas son hermosas, pero ya no servirán más. -Dijo colocándose de rodillas ante Miranda, su cara quedaba a la altura de ese trasero  perfecto.

Andrea no se tomó el tiempo de bajar las bragas de Miranda, las rasgó y su centro ya mojado ahora empezaba a latir; tenía a ese monstruo de cintura hacia abajo totalmente desnudo, las piernas de Miranda eran perfectas y su figura se estilizaba mucho más teniendo aquellos finos tacones de aguja color rojo.

  - Abre las piernas. -Ordenó Andrea.

Miranda tenía una clase de embrujo porque obedeció de inmediato, su falta de sexo le hacía desear mucho más aquello que Andrea quería hacer.

La asistente no dudó en empezar a tocar a su antojo, metió su debo índice en el centro de Miranda, hurgaba con fuerza, con fiereza, la estaba castigando.

Miranda empezaba a mojarse cada vez más, su clítoris se endurecía y sus senos se entumecían.

El debo índice de Andrea ahora se dirigió a aquel botón rojo de placer y le dio atención, lo removió de un lado a otro, lo agitaba, la estaba masturbando a gusto.

  - Volteate. -Andrea dio una orden más.
 
Miranda dio la vuelta, solo tenía los tacones y el saco.

Andrea quitó el saco con brusquedad y bajó el sujetador de un halón. Su boca y los senos de Miranda parecían imanes, porque una vez descubiertos los comenzó a chupar, mordía el pezón y pasaba su lengua con avidez, Miranda seguía gimiendo y echando sus caderas hacia adelante para sentir más la mano de Andrea que estaba sinvergüenza penetrándola con dos dedos, los metía y sacaba con velocidad, el coño de Miranda ardía, era un ardor soportable y placentero.

Después de algunos minutos, Andrea recostó a Miranda en el piso y abrió sus piernas tanto como pudo, metió su rostro entre ellas y empezó a degustarla, pasaba su lengua de arriba a abajo arrancando sonidos guturales de la garganta de su jefa.  Se detuvo en su clítoris y lo chupó con fuerza, agregó dos de sus dedos a la maniobra y mientras la penetraba, su lengua agitaba el clítoris rojo e hinchado de Priestly.

Ahora la penetraba con su lengua.

  - ¡Dios! - Dijo Miranda en un gemido, para después apretar los ojos con fuerza.

Andrea podía sentir la tension en el cuerpo de Miranda, veía como esta levantaba sus caderas y la estrellaba contra su rostro en busca de más, el extasis empezaba a olerse y el orgasmo se veía cercano, ya casi era el momento, casi había llegado la hora perfecta...

Alejó su rostro del sexo de la editora y acercó su rodilla de modo que le fuera posible masturbarla con ella, era algo más duro, más fuerte...Miranda gemía alto y con los labios entreabiertos murmuraba palabras inteligibles, tenía los ojos cerrados y sus pechos de pezones rozados subían y bajaban con rapidez.

Ahora sí, su triunfo había llegado, se levantó dejando abruptamente su trabajo y Miranda abrió los ojos de golpe para mirarle...¿por qué se había levantado?

  - Es todo. -Dijo Andrea imitando la frase favorita de Miranda para luego brindarle una amplia sonrisa.

Le guiñó un ojo a Miranda quien aun permanecía en el piso de piernas abiertas y casi totalmente  desnuda y luego salió de la oficina dejando tras la puerta de esta una jefa a medias...un fuerte orgasmo inconcluso.

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