𝐒𝐨́𝐥𝐨 𝐞𝐬𝐭𝐨𝐲 𝐨𝐫𝐛𝐢𝐭𝐚𝐧𝐝𝐨 𝐚 𝐭𝐮 𝐚𝐥𝐫𝐞𝐝𝐞𝐝𝐨𝐫.

32K 3.4K 4.5K
                                    

Para todos aquellos que fueron excluidos y encuentran un hogar en los brazos de otros, amando sin temor, adorando con fervor

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Para todos aquellos que fueron excluidos y encuentran un hogar en los brazos de otros, amando sin temor, adorando con fervor.

⋅˚₊‧ ୨୧ ‧₊˚ ⋅


Papá siempre me dijo que debía de parar. Él trató de quitármelo sin importar el medio y no lo logró. Papá frecuentaba repetirme hasta cansarse que, algún día, ya fuera en un futuro cercano o después de su muerte, esto me iba a traer grandes problemas. Pero, por la experiencia misma, puedo decir que se equivocó. Si me viera ahora, petulante, él parlotearía que tuvo la razón y que debí de hacerle caso; sin embargo, desde donde yo lo veo, lo que mi padre consideró un mal hábito, hoy me dio grandeza y felicidad a lo que yo solía llamar la crédula vida de un jovenzuelo descarrilado.

Porque hoy, aquella curiosidad innata —que, a veces, traspasaba el chismorreo silencioso— de la que mi familia renegaba y me gritaba hasta dejarme sordo, me permitió a conocer a Taehyung. No al que llevaba maquillaje hasta en el cuello o tenía pintado el cabello de colores extravagantes  que él detestaba, no. Llamo Taehyung al ser que, vestido en un pijama de satín y con las mechas alborotadas, reside acurrucado entre mis brazos en este preciso instante.

Mi apartamento no es cálido, sino, más bien, una representación fija de la palabra ordinario. Adornada con dos sillones en la pequeña sala, una diminuta cocina a su lado, un baño con tapizado corriente y una habitación con una gigante cama acompañada de una mesita de noche... Sí, ahí vivíamos los dos. Si lo comparabas con la mansión de los padres de Minho en Busan, podría decirse que yo dormía en un basurero, pero no me interesaba, ya que Taehyung, a pesar de tener la disponibilidad de descansar en una cama de seda y cubrirse con finas sábanas con olor a flores, prefería estar aquí, en este triste espacio que me pertenecía, acompañándome esta temprana mañana.

Ese detalle —nada insignificante—, a diferencia de lo que mencioné antes, volvía a esta casucha un hogar reconfortante. Un lugar donde podía descansar con un señorito a mi lado, donde podía abrazarlo, acariciarlo y robarle uno que otro beso atrevido sin que se quejara o se le ruborizaran las uñas. Un espacio íntimo en el que la carencia de dinero no me importaba si estaba con él.

Te preguntarás: ¿cómo es que un simple mocoso de veintitrés años que, aparte de recoger cada botella que encuentra en la calle y dejarla en un tacho de reciclaje, no hace nada productivo por su vida, ha acabado teniendo la mayor suerte del sistema solar? Ni yo mismo lo sé y perdonen por eso.

Lo único que tengo en mi memoria es el comienzo y un poco del proceso. Sí, recuerdo perfectamente, por sugerencia de mi padre, al ser testigo de mi incompetencia y cansado de ella, empezar a trabajar como mayordomo personal para uno de los hijos de la adinerada familia Choi que, por otra tonta casualidad, era amiga de la mía y acababa de volver a Sasang-gu de una larga estadía en el extranjero. Al inicio, me negué rotundamente el servirle la comida a una persona u ordenar que lavaran su ropa; no obstante, cuando el mismo hijo, Minho, aseguró que, más que un sirviente, sería un amigo para él, mi cabeza me aconsejó que la vida no daba oportunidades así, por lo que terminé aceptando.

PLUTÓN 𝗜 kooktae [DISPONIBLE EN AMAZON]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora