Tic... Toc... Tic... Toc...
Aquél sonido retumbaba cada vez más fuerte en su mente. Ya no lo soportaba.
La chica pasó frente al antiguo local de los kowalskis sin tomarle importancia. Su rumbo despreocupado la había direccionado a Central Park. Como la lluvia había cesado mientras ella estaba en la librería, la gente volvía a las calles; parejas pasaban y niños jugaban en el área verde más conocida de todo Nueva York. La bruja decidió tomar asiento en una acogedora banca de madera. Después de todo no había descansado en mucho tiempo.
A su mente volvían los recuerdos, pero no se permitió desarrollarlos más; cada vez que recordaba algo relacionado al magizoólogo, ese sonido de manecillas volvía... dañándola...
Sentía una mirada sobre ella; después de dedicar parte de su tiempo al cuidado de criaturas mágicas en su pasado cercano, sumando el desarrollo de sus sentidos tras ser Auror, ella podía percibir perfectamente que alguien la miraba, alguien que la venía siguiendo unas calles atrás; pero no le tomó importancia. Realmente ya nada le importaba. Si algo le sucedía, quería que fuese rápido. Su vida ya no era lo mismo.
Llevaba un rato sentada en aquella banca del parque. El atardecer comenzaba a caer y ella veía a las personas divirtiéndose; un sentimiento que pensaba, ya no tenía.
De pronto, una persona cruzó frente a ella, no podía creerlo, era imposible; Sus ojos se abrieron en gran asombro y su corazón dio un vuelco, su piel empalideció aún más. Casi de la altura de la chica, portaba un largo abrigo grueso en gris obscuro con la solapa levantada, cubriéndole gran parte del cuello, sus ojos verdes con tono azulado que la cautivaban, unas pecas se extendían por la mitad del rostro y su cabello castaño, ligeramente acomodado...
―Tina... ― pronunció el hombre con un hilo de voz.
Él no debe... No, él ya no puede... Su voz... ―Pensó ―No era su voz.
―Tina... ― repitió el hombre, ahora más preocupado.
― Hola Thoren... ― bajó la mirada nuevamente al suelo, enfocado un espejo de agua que la reciente lluvia había dejado.
― Se lo que estás pensando Tina ― el joven se sentó junto a ella ― no quiero hacerte sufrir, por eso dudaba en acercarme... ―
En el pasado, ellos habían sido buenos amigos; Al igual que ella, el chico era un Auror, un poco más joven. Se conocieron por casualidad en 1927, y desde entonces el muchacho se volvió muy cercano a las hermanas Goldstein. Tina usualmente lo llamaba "Auror Junior" cuando quería molestarlo, pero era obvio que ese nickname ya no solamente encajaba, pues el chico de ahora 26 años era un Auror experimentado. Ya no era el pequeño qué tropezó con ella tras perseguir a un Kneazle, eso era evidente.
Cuando la bruja Americana decidió irse a Londres, ambos amigos aún mantenían contacto a través de cartas, pero éstas eran cada vez menos frecuentes pues el tiempo que tomaban sus respectivas misiones les impedían comunicarse con regularidad.
―No te preocupes, estoy bien, eso... Ya pasó... ― Respondió la mujer aún con mirada baja. Daba la impresión de que cada palabra que pronunciaba le causaba un gran dolor.
―No, no es así Tina― el joven interrumpió ―yo sé cuánto debes de estar sufriendo, y no puedo compararlo con algo que yo haya vivido, pero no puedo permitir qué sigas así... ―
La chica se limitó a responder. Ella sabía cómo se sentía, y no estaba para nada bien, pero era consciente de que si seguía hablando de ello, sus impulsos la obligarían a cometer alguna locura...
―Tina... Vuelve con nosotros, no puedes descuidarte de esta manera― suspiró ― El señor Scamander me comentó que habías desaparecido de Londres, por eso se me ocurrió buscarte aquí...Tina. ―Ladeó la mirada para ver a la mujer con lágrimas en el rostro ―todos están preocupados por ti. Queenie, Jacob, el propio señor Scamander sugirió enviar un equipo para localizarte. Todos se preocupan por Tina Goldstein menos ella misma... ―
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Sensibilité...
Fanfiction¿De qué sirve poseer magia, si ésta... no puede reparar ciertas cosas? La auror norteamericana Porpentina se encuentra perdida en un mar de pensamientos que le traen mucho dolor. Han transcurrido cinco años desde aquél diciembre en donde conoció a...