Capítulo 4: Recommencer

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Ambos magos fueron atendidos en el cuarto nivel del hospital de la comunidad mágica, pero fueron separados en salas distintas por el nivel de la gravedad de sus respectivas heridas. La camilla de Tina fue la primera en virar, mientras que Newt completamente inconsciente era transportado por una cantidad increíble de sanadores. Ella solamente podía aceptar que se lo llevaran sin poder hacer nada; no sabía cuántas lágrimas había liberado en una misma noche...

La mujer fue llevada a una sala lo suficientemente espaciosa; además de las dos personas que empujaron su camilla, llegó un tercer sanador un poco joven, de temple seguro y confiable.

Queenie no había tardado en llegar para estar a su lado. Dumbledore les había informado a sus respectivas familias lo sucedido; pero cierto era que por primera vez en mucho tiempo, la Auror no se alegró de ver a la rubia dama; en realidad su mente no dejaba de pesar en alguien más.

El último sanador le suplicó a la chica que se recostara y procurara relajarse mientras ellos comenzaban su trabajo. ¿Relajarse? ¿Es una broma? ¿Después de todo lo sucedido?, esa era una petición imposible, los nervios la agudizaban, todo su cuerpo temblaba, su cordura colgaba de un fino hilo y su rostro enmarcaba tristeza y cansancio.

Su hermana qué estaba de pie junto a ella poseía una aflicción que pocas veces se bosquejaba en su faz. Por los sucesos recientes, y con ayuda de su legeremancia, sabía que Tina no se relajaría, sabía que estaba sufriendo y no precisamente por sus heridas. La rubia cerró los ojos con dolor y suspiró ampliamente, volteó a ver a su hermana; le sonrió con su dulzura habitual y pasó su varita lentamente a pequeña altura a lo largo de su rostro haciendo qué Tina cayera profundamente dormida...

―Descansa Teenie, has visto mucho por hoy... ― La angustia volvió a su rostro como la paciente cerraba los ojos. La chica se retiró, dejando a su semejante en buenas manos.
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¿Qué... a pasado? ― La voz de Tina hacía eco en su mente. Volteó con lentitud esperando encontrarse con el suave respirar de su prometido, acurrucado a su lado, en aquél departamento de Londres. ― No estoy en mi casa...― frunció el ceño tratando de esforzar su memoria. Tardó un poco hasta que con un reflejo, sus dedos buscaban aquél anillo de oro que debería de tener en su dedo anular, y entonces... lo recordó... ―¡NEWT! ― gritó la chica saltando de su reposo y sentándose por completo en la camilla.

No duró mucho pues un dolor inmenso que atravesó su columna hasta su bajo vientre la hizo volver a recostarse en agonía, ahogando un grito y cruzando los brazos sobre su estómago en sentido de protección.

― ¡Teenie! ― Su hermana que estaba sentada a su lado haciéndole compañía se levantó al ver reaccionar a la joven auror, y rápidamente la ayudó a recostarse de nuevo. ― Teen, no debes de hacer eso; tus curaciones son delicadas. ―

Su camilla estaba elevada 30 grados sobre su cintura, así que tenía una perspectiva casi completa de la habitación: no era la misma a la que había llegado; ésta era más grande y más camillas se corrían por la extensión de los pasillos. Con calma volteó a su costado, enfocando a su hermana. Para ella era como si ésta nunca se hubiese ido. Pudo visualizar algunos instrumentos de bordado en el suelo, posiblemente arrojados ante la impresión.

Efectivamente Queenie que se disponía en cuidar (en aquél entonces) de su inconsciente compañera había comenzado aquella actividad para poder distraer sus pensamientos, pero de igual manera se podía percibir que la chica no había parado de llorar.

―Queen... ―

La menor de las Goldstein mantenía la mirada baja mientras se volvía a sentar, pero con la inquietud aún impresa en su rostro, trató de responder con un afable gesto.

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