Capítulo 3: I promise you...

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Tina sé sentía muy débil, muy cansada, siete horas ya habían transcurrido y no pudo despejarse aquellos pensamientos. Parecía que el dolor nunca desaparecería; en cambio, era cada vez más intenso.

La chica ya no sabía en donde se encontraba, la noche era densa, no sabía cuanto se había alejado ya de Central Park. Se detuvo frente a una tenue luz a su costado. Pertenecía a un pequeño hostal muggle que Tina percibió como muy acogedor después de su tan largo paseo. Accedió a registrarse; después de todo, no se quedaba en un lugar fijo.

Fue guiada hasta su habitación, la cual era pequeña y sencilla: un sofá, una mesita de noche y una cama individual al costado de una ventana qué permitía el acceso de la luz de la luna.

Tras su plan de huida, la chica no había traído nada de equipaje, así que con la misma ropa (un poco húmeda) que tenía puesta, se acomodó en la cama. Ocultó medio rostro con su tersa palma en frustración y metió su mano en un bolsillo de su abrigo que contenía un hechizo de extensión indetectable, y de él sacó un libro idéntico al que sostuvo horas atrás en "avalon's", con la diferencia de que éste estaba evidentemente más gastado.

De la misma forma en razón de reflejo, rosó con sus dedos sobre el nombre de... su esposo.

Todo el tiempo trataba de ser fuerte aunque pequeñas gotas de tristeza la delataban; pero finalmente todo lo que su corazón tenía guardado, se liberó: la chica comenzó a llorar con más fuerza, sus lágrimas caían cual caudal, simplemente ya no lo podía tolerar. Gritaba dejando evidente su agonía; abrazó el libro contra su pecho el cual se sentía vacío; sus lágrimas dañaban las páginas pero ella no lo notó. Su dolor era enorme, lo peor que había sentido jamás... Respirar era complicado. Aquél "contenedor" se rompió dejando a la vista su fragilidad.

―Te extraño...―

Se dejó llevar hasta que sin darse cuenta, se quedó dormida con el libro en brazos.

Tic... Toc... Tic... Toc...

Aquél maldito sonido de nuevo...

La noche era hermosa, el viento rosaba suavemente los rostros de la pareja. La luna nunca parecía haber brillado tanto.

Newt tenía en sus manos un libro conocido; el paso de los años se describía en su dañada pasta color azul. Quería dárselo a la chica a su lado, tenía que hacerlo, pero el miedo lo invadía. El castaño estaba sonrojado con una sonrisa que apenas podía mantener por los nervios; volteó a ver a su bella acompañante, la cual le correspondió.

―Tus ojos son tan hermosos― comentó con sensibilidad. Apartó un mechón de lacio cabello del rostro de la chica y lo ajustó al resto con un broche que brillaba cual fuego en agua obscura. Rosó la parte superior de sus dedos contra la blanca piel de la mujer elevando con suavidad su mentón ―el brillo de la luna les favorece... ―

Ella estaba extasiada; éste hombre era tan dulce, él podía ver su belleza incluso cuando ella misma no la veía.

Su mirada se desvió a su regazo y pudo contemplar los detalles dorados que adornaban aquél libro. El joven se lo entregó con su mano ligeramente temblorosa.

―Ábrelo― comentó con un hilo de voz; sentía que su alma podía escaparse en cualquier momento.

―Amo cuando eres tan misterioso― Tina comentó con una sonrisa, posteriormente besándolo en el cuello, sintiendo como el pecoso se estremecía.

Abrió el libro cerca de la mitad. Lignina... el olor del envejecimiento del pergamino la hipnotizaba. Cerró los ojos permitiendo que esa esencia dominara su pensar.

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