1: Un chico misterioso.

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Por fin había llegado a mi destino y las ansias eran grandes al tener un tremendo dolor de pies y de cabeza, ya que había llegado de una alocada fiesta propuesta por mis compañeros de estudio. Eran al rededor de las dos de la mañana, lo cual era una hora apropiada para volver al estar un poco borracho, estacione mi auto en el aparcamiento justo al frente del departamento en el que me hospedaba ya hace tres años.


Al bajar de mi auto para ir directo a la salida, iluminada con ese característico letrero verde, un abundante olor me invadió y llamo mi atención, con una aguda vista, pude notar unas extrañas manchas que, cuando la luz parpadeante del estacionamiento volvía a funcionar a la normalidad, estas manchas que creí que eran simple aceite del motor se observaban de un color carmesí. Me arrodillé para tocar una con mis dedos y cuando lo lleve a mi nariz el abundante olor metálico me cegó.


— ¿Es sangre? — Pregunté al aire para mirar hacia donde se dirigían aquellas manchas.


Algunas de las paredes grises del estacionamiento presentaban estas manchas, hechas con las yemas de los dedos de alguna persona. Alumbrando con la luz de mi celular me acerqué hacia donde aquellas manchas se hacían cada vez más extensas y formaban un camino hacia el culpable de todo aquello.


Me sorprendí tanto al encontrar a un joven castaño yaciendo en el suelo, este retorciéndose de dolor con el paso de los segundos. Presionaba su pecho con desesperación y mordía su labio intentando acallar los gritos que tenía guardados, todo aquello intentando terminar con aquel dolor. A excepción de su sangre, se encontraba muy bien vestido, era como un novio que se dio a la fuga de una boda, aunque con la edad que aparentaba lo menos que haría yo sería casarme tan joven.


— ¿Te encuentras bien? — Espere una respuesta, pero lo único que salía de su boca eran gruñidos y quejidos.— Tranquilo, te ayudaré. Llamaré una ambulancia para... — El muchacho con las fuerzas que pudo me miro y hablo con dificultad, sin dejarme terminar de hablar.

— No por favor... — Aunque solo habían sido esas palabras, no sabía qué decisión tomar, mi cabeza estaba nublada. Mi reacción profesional me pedía a gritos que reaccionara y lo llevara a un hospital, una sensación invadía mi cuerpo, una muy asfixiante que no podía quitármela de encima, como si me quedara sin aire.


Había suspirado frustrado ante mi manía, me había quitado mi abrigo para cubrir al chico y levantarlo lo más sutil posible.  Me dirigí, ahora con el castaño en brazos, hacia la salida del estacionamiento buscando ayuda, repentinamente aquel pensamiento desapareció y antes de llevarlo hasta mi auto, mis pies no se detuvieron y lo terminé llevando a mi departamento.

𝐂𝐨𝐧𝐭𝐫𝐨𝐥. | 𝙱𝚒𝚕𝚕𝚍𝚒𝚙 - 𝙰𝚞Donde viven las historias. Descúbrelo ahora