2: Su nombre es Dipper.

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— ¿Estás despierto?

— ¿Estás despierto?

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Aquella voz tan sutil aunque clara fue como escuchar una alarma pidiendo que me despertara.

Con confusión me senté en el sofá de la sala, mire a mis alrededores y no encontré nada fuera de lo común, todo estaba a oscuras y en completo silencio. Pensaba volver a recostarme y dormir, pero el sonido del metal cayendo desde la cocina me hizo reaccionar nuevamente, dando un pequeño salto de impresión. No dude en responder a tal pregunta oída en la oscuridad.

— ¿Quién está ahí? — Sin mentir, el presentimiento de desconfianza fue la razón de prender las luces para ver mejor, lo siguiente fue caminar hacia detrás de la mesada de la cocina.

Allí mismo se encontraba el castaño que había dejado en el hospital hace unas cinco horas desde que me había ido, era tan inexplicable verlo allí tirado en el suelo, sin camisa y moviéndose hacia atrás, ensuciando el vendaje que estaba de color carmesí. Su movilidad estaba mejor, aunque no tenía sentido.

— ¡Deberías estar descansando en el hospital! ¿Cómo es posible que entrarás? ¿Cómo saliste del hospital en tu estado? — Había levantado un poco mi voz asustando al castaño.

Se había abrazado a sí mismo soltando un quejido de dolor, no sabía como reaccionar ante esta situación, pero era mejor mantener la calma. Había suspirado para acercarme lo más que podía al chico.

— Discúlpame, no te haré daño. — Agarre mi frente con mi mano intentando calmarme. El chico había dejado de estar tan tenso para notar como me miraba con preocupación, sus ojos chocolate simplemente no dejaban de verme. Todo parecía estar dado vuelta, el preocupado debería ser yo, intentaba encontrar una razón para que estuviera en mi departamento, pero ni siquiera sabia como podía tener tanta movilidad luego de que le quitaron una flecha de cuchilla fija.

Intente pensar en una manera de acabar con el silencio incómodo que había en la pequeña cocina. Realmente quería saber qué había pasado en la vida del castaño, el porqué había escapado y el porqué confiaba tanto en mí. Creí que no lo vería más, cuando lo lleve al hospital supuse que se encargarían de él, pero no fue así.

— Empecemos de buena forma. ¿Te apetece algo para desayunar? — El ojichocolate asintió con una pequeña sonrisa para intentar levantarse, rápidamente me acerque a asistirlo y lo cargue hasta la silla de la barra.— Tranquilo, no te esfuerces de más. Tu herida debe curarse.

— Ya no duele tanto, con un café puedo conformarme.

Tal como me lo dijo prepare dos tazas de café, quería estar en buenos términos con el castaño para ganarme su confianza. Al pasarle la taza con el amargo contenido, él lo miro por un momento, me había sentado a su lado para observarlo más de cerca, era sensacional decir que detrás de aquel demacrado y ensangrentado rostro había un muchacho tan guapo y pecoso de tez pálida.

𝐂𝐨𝐧𝐭𝐫𝐨𝐥. | 𝙱𝚒𝚕𝚕𝚍𝚒𝚙 - 𝙰𝚞Donde viven las historias. Descúbrelo ahora