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—¿Vienes al puente por las noches?

Walter se encoge de hombros.

—Normalmente, no.

Ninguno dice nada. Rachel no pregunta por qué han ido allí, y Walter no se lo explica.

—Me gusta el puente —comenta ella, sin embargo.

—Y a mí. Me tranquiliza.

Por la noche, está muy tranquilo, se oye el murmuro del agua y la música de fiestas y discotecas en el fondo. Pero lo más importante es que no hay nadie.

—Desde luego, tranquiliza más que la fiesta.

Walter emite un sonido. Algo entre una risa, un gruñido y un carraspeo.

—Si normalmente no te dejan salir, ¿por qué te has ido?

Ambos se sorprenden de las palabras del chico. Ambos por la osadía y la curiosidad de sus palabras, faceta que ninguno de los dos conocían hasta este momento.

Rachel lo mira fijamente, pareciendo decir con su mirada que no es asunto suyo. Aunque, a pesar de eso, decide contestarle.

—Digamos que tampoco me pierdo gran cosa.

No es una respuesta decente, pero Walter no insiste. Ella no ha tocado sus puntos débiles y ha hecho preguntas incómodas. Así que saca su mochila y busca, por primera vez, dos cigarros.

Y le ofrece uno a Rachel.

Por primera vez en su vida, su propósito sí es fumar.

—Gracias.

nyctophilia ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora