Capítulo II

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De alguna manera habíamos llegado al salón del departamento entre besos profundos, sin morir por falta de aire, desde el recibidor del edificio, eso podía estar muy por encima de lo que cualquier humano común aguanta bajo el agua.

Casi sin darme cuenta terminé sin camisa y él de rodillas frente a mí tratando desesperadamente de deshacerse de mi correa para bajar mis pantalones lo más rápido que sus torpes manos podían.

Por mi parte, ya traía un par de marcas en el cuello que habían sido hechas con tanta fuerza que estaba seguro que se volverían muy oscuras con el transcurso de las horas y serían motivo de preguntas y rumores, pero las llevaría con orgullo como si de marcas de guerra se tratasen pues ese rubio era toda una aventura digna de una epopeya ¿Habría sido enviado por los dioses? Porque aún no terminaba de asimilar que tanta belleza sea algo simplemente mortal a pesar de tener sus manos moviéndose sobre mi miembro y su lengua jugueteando con la punta.

Joder... su boca. Podría postular para ser considerada la octava maravilla del mundo. La manera en la que ahuecaba sus mejillas estrechando aquella húmeda cavidad y cómo su lengua se deslizaba por la longitud de mi erección cuando ésta entraba hasta llegar a su garganta podrían volver loco a cualquier hombre aunque se diga totalmente heterosexual. Tal vez ese era su truco, ser un hombre le daba cierto grado de conocimiento sobre las zonas sensibles de un miembro viril y cómo satisfacer cada una de estas hasta el punto de tenerme al borde de la locura pero, a la vez, reteniendome para no caer en ella.

Ya mi vista se nublaba y mis piernas amenazaban con no sostener mi cuerpo cuando paró en seco dejando de miembro luego de un beso tierno en la cabeza, como si fuera un premio por portarse bien y esa pequeña acción me puso aún más caliente.

- Eres jodidamente bueno en esto... - dije en un suspiro. Él simplemente me regaló una pequeña sonrisita juguetona antes de ponerse de pie y plantar un beso en mis labios.

- Preferiría continuar en tu habitación... - Me dijo aún muy cerca de mi boca antes de plantarme otro corto beso que solo me dejó con ganas de más, antes de que pudiera capturarlo se alejó y caminó contoneando su redondo trasero. - ¿Debería averiguar dónde está tu cama por mí mismo o me llevarás hasta ella?

Tragué pesadamente cuando giró su rostro hacia el mío de tal manera que toda su melena dorada quedó en su hombro izquierdo descubriendo su estilizado y delicado cuello que tenía la necesidad de marcar de la misma manera que él había hecho conmigo. Sin esperar más fui hasta él y lo tomé de su pequeña cintura girándole hacia mí.

- No hay problema, bebé. - Le susurré antes de morder su labio inferior - No tienes que rogarme... - Levantó una ceja de manera juguetona y sus manos se apoyaron en mis pectorales desde donde empujó suavemente tratando de quitarme, sólo le sonreí juguetonamente antes de besarlo apasionadamente, pude sentir su cuerpo estremeciéndose entre mis brazos, momento que aproveché para cargarlo. Instintivamente sus piernas rodearon mi torso, sus manos se deslizaron hasta reposar en mis hombros y las mías fueron a parar a sus glúteos, los cuales no dudé en amasar entre mis dedos.

Caminé hasta la habitación sin separarme de sus labios, batallé un poco al colocar su peso en una sola mano para poder girar el picaporte, pero una vez que lo conseguí avancé los pasos que nos separaban de la mullida cama que agradecí mentalmente haber tendido en la mañana. Lo dejé caer con suavidad sobre ella y un pequeño suspiro salió de sus labios. Me tomé el tiempo para poder contemplarlo, sobre todo sus hermosos ojos verdes que a pesar del íntimo momento seguían teniendo esa chispa indomable que podía hipnotizar a cualquiera, su cabello rubio y suave donde tenía tantas ganas de enredar mis dedos, y su hermoso cuello blanco cual lienzo que invitaba a marcarlo y hacer una obra de arte. No pude resistirme a ello y terminé por morder su manzana de Adán con la suficiente fuerza para hacerlo gemir por primera vez en la noche y aquel hermoso sonido me puso a tal punto que me prometí a mí mismo volverlo a escuchar cuantas veces fuera necesaria para crear la mejor melodía erótica del mundo. Aproveché aquel momento para que mis manos se deslizaran libres por sus caderas arrastrando con ellas la tela de su camiseta de manera lenta por su piel revelando la piel blanca que suplicaba por ser profanada.

My Soldier [OtaYuri]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora