uno

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«No sé qué duele más:
si su traición o, el hecho inminente,
de que voy a perderle.»

El sonido de su celular al anunciar una llamada, interrumpió el sepulcral silencio dentro del sótano, lugar debidamente acondicionado que ocupaba como estudio para pintar y dibujar.

Jeon Jungkook, un alfa de lobo con paciencia de un santo, evitó soltar un gruñido de irritación por la enésima interrupción que había quebrantado su paz esa tarde. Su móvil no había dejado de sonar; incontables llamadas había recibido de la editorial -de la cual era dueño-, ya que sus empleados se veían incapaces de hacer bien su labor sin su presencia.

En esa ocasión, sin embargo, no se trataba de su secretaria, llamándolo para pedir una sugerencia.

Era un número desconocido.

Impaciente por encontrar de nuevo la tranquilidad, y poder terminar de pintar el cuadro de un hermoso cachorro que le habían encargado retratar, atendió la llamada.

— ¿Hola? —Su voz salió con molestia.

No era un alfa de temperamento agresivo. Se caracterizaba por ser apacible y amable, un alma bondadosa y comprensiva; pero a veces tenía un límite, y ya estaba a punto de cruzarlo. Una más y su irritación haría erupción como un volcán furioso.

¿Jeon Jungkook?

La voz femenina del otro lado de la línea se escuchó cautelosa al preguntar, mezclada con un poco de monótona indiferencia. Jungkook no la reconoció y eso lo puso alerta.

—Sí, él habla.

Se le llama desde el hospital central de Seúl —la mujer hizo una pausa, Jungkook supuso que buscaba las palabras correctas para continuar hablando—. Le informamos que su omega ha tenido un accidente de tránsito y está internado en emergencias. Encontramos sus datos entre las pertenencias del paciente.

La sangre del alfa se heló de un momento a otro al escuchar la noticia; su corazón se detuvo por un nanosegundo y reanudó su marcha a toda la velocidad que pudo, las pulsaciones las sentía nítidas detrás de sus orejas. Su piel se tornó blanca como el papel y un temblor comenzó a azotar su cuerpo. Su lobo interior aullaba de dolor y preocupación y rasgaba su pecho con ahínco.

Sintió como si su mundo se hubiese derrumbado en ese instante.

Sin contestar ni una palabra, colgó la llamada y se levantó de su silla frente al lienzo sin terminar como un rayo y arrojó los pinceles al aire; no supo dónde cayeron, pero no podía importarle menos en ese momento.

Yoongi, su omega, su pareja, su vida..., había tenido un accidente. Lágrimas empeñaron sus ojos mientras subía raudo las escaleras, se tropezó en el último escalón y, a centímetros de sus rodillas tocar el suelo, evitó caerse del todo.

No lograba pensar bien, sólo tenía en mente llegar al hospital. Llegar hasta su amor, cerciorarse de que estaba bien, que sólo había sido una falsa alarma lo del accidente, y Yoongi sólo tenía un pequeño rasguño.

Llegó hasta su auto, una camioneta último modelo, y, sin importarle ganarse una jodida infracción de tránsito por pasarse el límite de velocidad y cada semáforo en rojo que encontró, cogió rumbo hacia su destino. Su lobo no había dejado de rasgarle el pecho, estaba desesperado por salir y arrancar la cabeza de quien había hecho daño a su preciado omega, su tesoro.

En pocos minutos había llegado al hospital. Estacionó la camioneta como pudo en el aparcamiento y corrió como alma que lleva el diablo por los pasillos de la instalación; al llegar a la sala de emergencias abordó a la primera enfermera que vio, sin embargo, ésta no le dio la información que quería. Le preguntó a cada empleado del hospital que se encontró pero, para su mala suerte y desespero, nadie le dijo nada.

nieve de abril ━ kookminDonde viven las historias. Descúbrelo ahora