Arco: Un mundo de Ensueño II

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Allí se encontraba; incapacitada. La cabeza contra el suelo, manos atadas y una enorme impotencia al ser incapaz de hacer algo por su pequeña hermana que estaba a punto de ser violada. Intentó alzar la voz en grito de auxilio, pero un golpe a la cabeza la hizo callar. El captor le replicó silencio, pues estaba apunto de escuchar la melodía del rompimiento de la inocencia. Por tanto, le puso un trapo en la boca.

Su hermanita no paraba de llorar, pero no gritó un susurro a su oído por quién la tenía atrapada le advirtió que sí osaba gritar la chica lo pagaría caro. Ella no quiera perjudicar a su hermana, así que no gritó. Apretó los dientes y enterraba sus uñas a la tierra tras sentir como le era arrebatada su inocencia; su virginidad. Su hermana hacia movimientos bruscos buscando zafarse y socorrerla, indignada ante el suceso no paraba de arrastrar la cabeza por el suelo buscando quitarse el trapo que cubría su boca y la atadura de sus manos, sin una respuesta positiva inmediata.

Ante los actos bruscos de la joven el secuestrador procedió a castigarla; penetrando su ser al igual que a su pequeña hermana. No entendía porqué debía soportar aquel castigo. Su familia nunca sembró mal, nunca creó enemistad alguna. Ayudaban sin esperar recompensa, aún tuvieran poco que brindar. Eran de familia humilde, pobres económicamente, pero ricos en cuanto a bondad de refiere.

Allí estaban ambas, las únicas representantes de aquella hermosa y humilde familia siendo violadas por unos desgraciados que no frenan su perversión siquiera ante una niña. Y es que de ésto vivían: Secuestrar jóvenes, disfrutarlas, esperando lo peor una vez se cansen de ellas. El mundo se había ido directo a un abismo auto-infundado por los seres humanos que quedaron en lo que denominaron "cataclismo".

La niña alzó la mirada observando a su hermana, e intentó alcanzar su mano para brindarle fuerzas. Pues, la niña fue desatada por placer de su violador. La hermana correspondió los deseos de su pequeña hermanita, asombrada por lo fuerte que había sido como para soportar tal castigo siendo apenas una niña. Como sí no fue ayer cuando aún jugaban junto a sus padres y compartían bellos momentos en familia. Columpiarse sin temor a caer, pues habría quién los ayude a levantarse, o sentirse tristes, pues habría quién los consuele, pero todo eso había quedado ya como un sueño lejano. Aquello fue un paraíso, un paraíso que no sabían que lo era hasta que lo perdieron. Así que forcejeó nuevamente consiguiendo liberar su mano, y tomando la mano de su hermana.

Ambas hermanas sostenían sus manos mutuamente como símbolo de fraternidad, unión entre ellas. El captor que se aprovechaba de la niña observó la escena y en un arrebato de malicia aumentó la fuerza y velocidad dando ésta como respuesta un grito de dolor. Éste respondió con un tirón de su cabello y dejó fluir su esencia en el interior de la niña me tan sólo se reía orgulloso de lo que él veía como una gran hazaña. Su hermana ante la escena no dijo nada, no mostró dolor, no mostró tristeza, en sus ojos sólo se manifestaba una profunda ira, la cual fue acompañada por la venida inminente del secuestrador dentro de ella.

Dejaron a ambas hermanas en el suelo, mientras uno de ellos buscaba unas cadenas. La hermana mayor nunca soltó la mano de su hermana, y en su ira voltio a un lado donde presenció como los otros secuestradores se aprovechaban de las demás victimarias. Ya no entendía dónde estaba el objetivo en hacer tal acto, qué tan enferma estuvo la juventud de su generación. Sin embargo, la tranquilidad duró poco cuando el captor retornó con las cadenas, encadenandolas a la vera de la fogata cercana a las demás.

La luna alcanzó su posición más alta e iluminaba las lágrimas de aquellas hermanas encadenadas como demostración de su imposibilidad de escape de aquel lugar. Los segundo pasaban y la esperanza se hacía cada vez más incierta, reinando la impaciencia y desesperación. La libertad era ya un sueño efímero para la hermana mayor, pero su hermana pequeña seguía ahí. Por tanto, debía continuar manteniéndose en sus laureles por ella.

Uno de los secuestradores caminaba con dirección hacia las hermanas asegurando que había escuchado de lo placentero que fue para su camarada hacerlo con la niña y él quería probarlo en carne. Alejó a su hermana tomando a la niña de los brazos, posicionándola para el acto, a lo que su hermana se ofreció con tal de que deje a la niña. El captor no lo tomó en cuenta, él quería hacerlo con la niña. Justo cuando bajaba sus pantalones la hermana retiró su vendaje que cubría su boca al arrastrar ésta del poste donde estaban encadenadas, y a todo pulmón gritó que no lo hiciera nombrado que aquella niña era su hermana.

El grito alteró la paciencia del captor, el cual en desquite iba a penetrar a la niña. Sin embargo, se vió interrumpido por un fuerte golpe en su mandíbula que le lanzó lejos de la niña dejando en pleno camino algunos dientes. Nadie lo vio venir, nadie le escuchó, nadie le sintió. Su velocidad fue como si el mismísimo viento le dirigiera construyendo un camino para que éste lo pise y sus pasos no sean escuchados, ni su velocidad sea normal. El estruendo y gritó de su compañero alertó a los demás captores, quienes se aproximaron a la escena rápidamente.

Fue allí donde la vieron, aquella silueta que apenas se lograba ver bajo la luna y las estrellas que acababa de destrozar la mandíbula de su compañero. 2 de ellos se lanzaron con navajas, a lo que la silueta les respondió con movimientos fuertes, precisos y rápidos a sus gargantas cortando inmediatamente su respiración donde les aseguraba la muerte. El faltante sacó un arma del zurrón le apuntó y disparó sin siquiera dudar, pero su vista no pudo seguir la rapidez empleada por la entidad. Unos ojos verdes lumínicos como si de fluorescencia se tratase fue lo último de lo que se percató el captor antes de que el arma fuera utilizada en sí mismo al ser disparada desde la parte baja de su mentón, arrastrando sus sesos consigo. Luego tomó el arma y disparó a las cadenas de las hermanas consiguiendo su libertad.

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