𝒪𝒸𝒶𝓈ℴ

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Silencio, grande y ensordecedor, pesado y oscuro

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Silencio, grande y ensordecedor, pesado y oscuro. Silencio que significaba muchas cosas. Silencio que poco a poco acababa con la paz de Osamu.

Veía como el sol poco a poco se ocultaba dándole paso a la noche. Dazai pensó en el cabello de Chuuya, en ese color vivo que era un atardecer a todas horas, un dolor fuerte se instaló en su pecho, dirigió la vista a su compañero; lo contempló, bello a como solo él era, siendo iluminado por los últimos rayos del astro rey, deseando en silencio que tan solo una mirada de esos ocelos tan azules como el seno de una tormenta fuera dirigida hacia él, pero era imposible, nuevamente lo había roto, lastimó a ese joven gruñón, ruidoso y molesto, quien le cambió la vida apenas lo conoció. Había roto los últimos pedazos de Chuuya una vez más, y en esa ocasión, de forma irreversible.

Los escombros, los cadáveres, el rojo adornaba el verde césped abajo de la colina, creyó entonces el demonio Dazai, que Chuuya se vería aún más bello si no estuviera cubierto de carmín, si su inmaculada piel no tuviese todas esas heridas. Chuuya sería perfecto si tan solo siguiera con vida. Sintió como líquido transparente mojaba la venda que le tapaba un ojo, notó como del otro caían espesas lágrimas. Le dolió, le dolió como el infierno quemando su piel, sintió sus huesos volverse polvo, sus extremidades, aletargadas, parecían no poder soltar el cadáver de su pelirrojo, los sollozos no dejaban de salir de sus labios; Dazai lloró.

Sintió, lo amó.

Descubrió que tenía un corazón justo cuando se rompió, se dio cuenta de que amaba a Chuuya demasiado tarde, ¿qué iba a hacer ahora que había perdido a su otra mitad? A ese tan diferente y necio, a la mitad del doble negro.

Si tan solo hubiera llegado a tiempo...

Cuando el castaño llegó, había sido tarde. Arahabaki había acabado con Chuuya, la corrupción lo arrastró al infierno, Dazai se sintió culpable.

Porque sabía que si tan solo se hubiese apurado Chuuya seguiría con vida, maldiciéndole e insultándole, luego lo habría de tomar en brazos y él mismo trataría cada una de sus heridas.

¿Por qué?

Porque eso hacen los compañeros.

Pero ahora ya no podía, era demasiado tarde, la vida se le fue del cuerpo tan rápido a como desaparece un suspiro entre la brisa, Nakahara dejó de brillar, y con eso se llevó el corazón de Dazai. Anocheció, supo que era hora de dejarlo ir, soltó el herido cuerpo no sin antes dejar un corto beso en los labios fríos, relatando un adiós en acciones.

-Nos vemos, compañero-. Porque Chuuya, desde ese día, era su ocaso.

Y cada que viera el sol ocultarse, recordaría que tenía más motivos para abandonar ya el mundo, porque su nueva meta era encontrarse de nuevo con él y volver a ver el atardecer juntos.

Y cada que viera el sol ocultarse, recordaría que tenía más motivos para abandonar ya el mundo, porque su nueva meta era encontrarse de nuevo con él y volver a ver el atardecer juntos

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𝙻𝚒𝚟𝚎𝚜, 𝚜𝚘𝚞𝚔𝚘𝚔𝚞Donde viven las historias. Descúbrelo ahora