Capítulo 2

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Me recorrí todo el club hasta que por fin encontré a Fernando después de buscarlo por más de veinte minutos, el muy descarado está rodeado como de cinco jovencitas.

Este club apesta a sudor, alcohol y tabaco, es un total asco. Estos jóvenes de hoy en día son una locura, ¿Cómo pueden soportar este tipo de lugares en vez de encontrarse en lugares sanos? Qué se yo... un buen restaurante, el cine, un parque, las playas costeras. ¡Oh, ya se! Hacer una buena barbacoa casera con tus amigos más allegados, solo las personas más cercanas.

¡Pero no! Prefieren esta inmundicia de lugar.

No me mal interpreten, el aspecto del club no está mal. Lo que lo hace asqueroso para mí, son las personas dentro.

Les aseguro que la mayoría son jóvenes adinerados, mantenidos a costa del esfuerzo y trabajo arduo de sus padres. El resto, solo son hombres casados sin oficio y siendo sinvergüenzas al estar en sitios como estos en vez de estar en su hogar, donde seguro, sus esposas los esperan con preocupada ansiedad y nostalgia, porque sus maridos "Trabajan hasta altas horas de la noche".

Señoras... si en realidad supieran donde sus maridos pasan la noche y se malgastan la mitad del dinero, ya los habrían dejado.

—¡Hasta que por fin te vuelvo a encontrar! —Dice Fernando con ironía.

¡¡Descarado!! Soy yo quien llevo veinte minutos buscándote.

—¡Ven aquí hermano! —Me toma del brazo y me aprieta en un abrazo— Preciosas, les presento a mi mejor amigo. ¡Santiago Da' monte! Soltero, empresario y a su total disposición.

¡No me jodas! Que discreta presentación. Odio a las personas pretenciosas de su dinero. Siempre trato de mantener al margen mi posición social y económica. Y este viene a gritarla a los cuatro vientos frente a jovencitas calenturientas e interesadas.

—Cállate Fernando. —Le susurro al oído— El solo bromea. —Le digo a las chiquillas frente a mí, quienes me miran de arriba abajo como halcones a su presa.

Admito que mi apariencia no me ayuda. Me vestí como cuando suelo ir a mis reuniones casuales con mi amigo Ricardo, y nuestro pequeño círculo de amigos empresarios a las afueras de la ciudad de Bilbao.

Una de ellas me toma la mano y se presenta ante mí con dicha y descarada insinuación.

No me creyó cuando dije que Fernando bromeaba.

—Mucho gusto... soy Macarena. —Me hace un guiño y yo me mareo.

Luego se presentan las otras cuatro y simplemente al cabo de unos minutos entro en pánico.

Comenzaron hablar del centro comercial, luego de cuando se hicieron la pedicura y no les quedo como querían y mataron la frustración yendo al spa. Etc. etc... mi amigo las miraba "interesado" en su conversación simplista y dentro de mí, estaba seguro que Fernando esta en plan de seducción con una de ellas.

No logro mi objetivo, distraerlo de ellas y al cabo de unos minutos decido ponerme de pie, haciendo que mi acción detenga la plática.

Uff, si hubiera sabido que aquel acto iba a callarlas de inmediato, hace rato que lo hubiera hecho.

—Lo siento pero debo irme. Trabajo. —Me toco el reloj con la punta del dedo. Insinuando que ya es tarde.

Fernando me apretuja contra su pecho y me susurra al oído:

—Espérate wey... me estoy ligando a Valentina.

—¿Y qué paso con Antonina? —Le reproche.

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