Epílogo

614 60 20
                                    

Los preparativos de la boda comenzaron al día siguiente. Le dije a Nathalia y lo deje muy en claro, que quería casarnos lo más pronto posible, y de eso no quedo duda alguna, cuando bromeando llegue a su casa con mi amigo Fernando, fingiendo ser un "juez" falso.

—¡Viene a casarnos ahora mismo! —Grite con severidad y notable sarcasmo.

Mi suegra se privó de la risa y Nathalia le siguió de cerca, después de salir del trance en el que se encontraba, al ver a Fernando vestido de juez.

Mi amigo lanza un grito mexicano muy estilo mariachi y comienza a cantar rancheras.

Los días siguieron pasando y yo, ya tenía a mis tres padrinos listos, escogidos y preparados.

Fernando, Ricardo y mi hermano Ramiro. Con quien cada día que pasa, me llevo mucho mejor, todo lo ocurrido quedo atrás, en total pasado.

Solo el, sería mi único familiar de sangre presente, en mi boda.

Por su parte, Nathalia también tenía escogidas y confirmadas a sus tres damas de honor. Y entre ellas... se encontraba mi querida Nora, con quien se volvió muy cercana.

Comencé a ver propiedades esa misma madrugada que le propuse matrimonio. Pero no fue hasta hace tres días, antes de la boda, que di con una hermosa villa. Se la mostré con leve entusiasmo y Nathalia eufórica dio un rotundo:

—¡NO! —Chillo— Es realmente hermosa. —Sus ojos brillaban— ¡Pero muy cara Santiago!

—Podemos pagarla cariño. Mírame, sabes que te encanta tanto como a mí.

Ella volvió a mirarme, pero esta vez puso los ojos en blanco.

—Querrás decir que tú puedes pagarla. —Rueda los ojos— Yo jamás podría. Solo gano tres mil euros al mes.

Rio fuerte.

—Podemos. —Vuelvo asegurar— Todo lo mío será tuyo al casarnos... En solo tres días cariño.

—¡Estás loco! Nada de eso. Firmaremos separación de bienes... O como se llame esa cosa. —Hace un gesto de indiferencia con las manos.

—¡Tú estás loca! Jamás firmaría tal cosa. O aceptas lo mío como tuyo o no hay trato.

Ella abre la boca sorprendida.

—¿Con que esas tenemos Santiago Da' monte? —Oh oh. Cuando dice mi nombre completo es porque está enojada— Sabes que...

La interrumpo.

Me rindo por completo. No quiero tenerla enojada a solo tres días de nuestra boda. El mejor día de mi vida.

De nuestras vidas...

—Solo bromeo amor. —Me río— Pero solo espero y lo pienses, yo no quiero firmar nada. Y no hay negociación de mi parte. Esto no es un contrato para mí, es mi vida. Nuestra vida juntos... y la quiero así por siempre. Junto a ti. Estoy tan seguro de ello, que ni siquiera pienso en tal acuerdo prenupcial. Olvídalo.

Ella deja de mirarme y ladeando la cabeza se queda pensativa.

Al cabo de unos minutos vuelve hablarme.

—¿Hiciste la cita para ver la casa verdad? —Entre cierra los ojos de manera acusatoria, como me conoce esta linda criaturita.

—Sí. —Afirmo mientras sonrío.

—¡Oh dios! —Exclama exasperada— Santi... no sé qué voy hacer contigo.

—Amarme. —Suspiro mientras la miro a los ojos fijamente.

Volverás ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora